Noche de sorpresas
La del sábado fue una noche plagada de sorpresas jazzísticamente agradables.
La primera: entrar en Luz de Gas y comprobar que la sala estaba abarrotada, incluidas sillas en el escenario, para asistir al concierto del pianista milanés Stefano Bollani. Muchos italianos entre la parroquia, por supuesto, pero también mucho local atraído por el aura creciente y expansiva de este pianista inclasificable.
La segunda: comprobar que cualquier grabación discográfica de Bollani, por buena que sea (algunas son magníficas), no se corresponde ni de lejos con la realidad. Bollani en el escenario, solo ante el piano, rodeado de público, es como un volcán que, a medida que el concierto avanza, va entrando en erupción para concluir en una apoteósica explosión ante la que nadie puede permanecer indiferente.
STEFANO BOLLANI
Luz de Gas, 12 de noviembre.
La tercera: volver a comprobar con satisfacción que la música no tiene fronteras (es un tópico, pero día a día nos empeñamos en que no lo sea) y que un artista que es capaz de grabar la Rhapsody in blue o el Concierto en fa de Gershwin con Riccardo Chailly y la Gewandhaus de Leipzig, o tocar en dúo con Chick Corea, también puede versionar con la misma fuerza e intensidad a Harry Belafonte, Vinicius de Moraes o un puñado de estándares tomados de las más diversas procedencias. Y hacerlo con total naturalidad y consiguiendo que el público no solo no se quede por el camino, sino que le siga fascinado allí adonde vaya y que al final acabe entusiasmado.
El sábado en Luz de Gas comenzó tranquilo, demostrando su técnica y su buen hacer para transformar melodías conocidas en universos cambiantes y seductores tan alejados como cercanos al original. Alternó la lírica con la contundencia percutiva, pasando de un mundo a otro sin solución de continuidad, y fue introduciendo grandes dosis de buen humor que alcanzaron su máximo cuando se puso a cantar.
Y por si no tenía aún al público en el bolsillo, rizó el rizo en su primer bis preguntando a los presentes qué canciones querían oír. Apuntó una docena y se lanzó a un desquiciado medley de más de 10 minutos en el que Para Elisa, de Beethoven, se entremezcló con el Tico tico, La chica de Ipanema, canciones populares italianas y el disneyniano tema de la película Pinocho. Simplemente, alucinante y difícil de olvidar.
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