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Tribuna:ELECCIONES 2011
Tribuna
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Entre la técnica y el autoritarismo

Joan Subirats

En pleno fragor sobre el futuro de Europa y sobre cómo afrontar de manera creíble la crisis económica y el cambio de época, la campaña electoral sigue su discreto devenir. Empiezan a oírse voces autorizadas que, en los márgenes, cuestionan temas como la permanencia de España en la zona euro. Algo que parecía impensable hace sólo unas semanas. La situación en la que estamos si algo deja claro es que nos encontramos inmersos en un profundo déficit democrático. Todos hemos aprendido que los decisores políticos operan en un escenario con grandes límites. Un escenario dominado por actores, variables y dinámicas poco sensibles a temas como legitimidad, soberanía o calidad democrática. Fue en este sentido muy ilustrativo oírle decir a Rubalcaba en su debate con Rajoy que lo más importante ahora sería conseguir que Europa suavizase el ajuste o lo aplazara un par de años. Esa frase, en medio de los reproches cruzados sobre las responsabilidades de cada cual y sobre las propuestas para combatir al paro, resonó mucho más alto que cualquier otra consideración. Reflejaba al mismo tiempo impotencia y también la conciencia de los límites en que se está jugando una contienda electoral que, teóricamente, debería permitir renovar la legitimidad de quienes han de tomar decisiones en nombre de la soberanía popular. Pero cada día la tozudez de los hechos nos recuerda que eso no es así, que las cosas se han de hacer de la manera que otros deciden. Unos otros (Merkel, Sarkozy, Obama...) con legitimidades ajenas, pero unos otros que tampoco parecen poder ir más allá de los límites estructurales marcados por alguien o algunos a los que no identificamos y en los que no hemos delegado formalmente ningún tipo de legitimidad o soberanía.

La economía no es una condición, es un problema. Si fuera una condición, la política tendría pocas escapatorias

Los estrechos pasajes por los que dicen que es posible transitar parecen conducir a alternativas de gobierno marcadamente técnicas. Se trata de reducir el perfil soberanista y contentarse con gestionar y administrar las "decisiones correctas" que se toman en los contextos y espacios pertinentes. La preponderancia de la lógica "esa es la única alternativa posible" conduce a la desconsideración de unos políticos que se esfuerzan en convencernos de que sus aspavientos lograrán modificar el rumbo de las cosas. Lo cierto es que, oyendo el debate de los cinco candidatos catalanes el pasado viernes, notabas que no es lo mismo plegarse y aceptar un destino ya marcado, que apostar por personas y organizaciones que, al menos, pretenden luchar para que las cosas no sean tan fáciles. En efecto, el mensaje implícito en algunos, explícito en otros, es que si no aceptas por las buenas lo que "los que saben" han pensado, si no te esfuerzas a tope para levantarte temprano y apretar los dientes, no tendrán más remedio que convencerte de otra manera. O aceptas la "doctrina del shock" o te arreo con el shock doctrinario. Todo ello nos conduce a un espacio que no tiene nada que ver con lo que algunos pensamos que es la política en una democracia. La economía no puede estar naturalizada. No es una condición. Es un problema. Si fuera una condición, la política tendría pocas escapatorias, y debería incorporar en sus variables y en sus consideraciones todo lo que es posible hacer o no desde ese condicionante externo. Pero la economía es un artificio humano sujeto a discusión. Frente a una situación problemática no hay una única salida o alternativa. Si fuera así, la política no tendría nada que hacer. Pero ¿hay algo hoy, después de Popper, que sea indiscutible desde el punto de vista científico? La política es más y más necesaria cuando menos consenso técnico y social existe. Si aceptamos sin quejarnos que los problemas que tenemos son técnicos y no políticos, luego no valdrán lamentos. Porque, si reducimos la política a algo molesto y perturbador, cuando ya no sea suficientemente convincente la perspectiva técnica, aparecerá la fuerza autoritaria como la gran garantía de estabilidad. Me consuelo escuchando la música del grupo Sanjosex: "Davant d'un futur incert, queda molt per descubrir".

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB y autor de Otra sociedad, ¿otra política? (Icaria Editorial).

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