¿A quién le importa Europa?

La nube de tags construida con las palabras que Rubalcaba y Rajoy utilizaron en el debate nos ilustra bastante sobre las preocupaciones y propósitos de los dos aspirantes a La Moncloa, o al menos sobre los mensajes que les interesaba transmitir a los electores. Los temas estrella fueron la sanidad para Rubalcaba y el empleo para Rajoy. Hubo olvidos clamorosos: ni una sola palabra acerca de corrupción, modelo energético o cambio climático. Tampoco nada sobre las autonomías, sometidas a fuerzas gravitatorias opuestas, y hay que recurrir a la lupa para encontrar una referencia a Europa. Es hora de revisar un modelo de debate sin más preguntas que las que se cruzan los contendientes, pero resulta incomprensible que ninguno de ellos se animara a explicar su proyecto europeo, cuando en él reside nada menos que la gestión de nuestra moneda y en momentos de máxima turbulencia el salvavidas de la deuda pública.

Nuestros políticos deben explicar sus ideas sobre la UE, indisociables de las que tengan para crear empleo

A nuestros políticos se les llena a menudo la boca con el eslogan de que para salir de la crisis es necesaria más Europa, pero se resisten a profundizar en la materia, no vaya a ser que asusten a quienes empiezan a vincular la UE solo con los recortes que exige la reducción del déficit y con el caótico manejo de la bancarrota griega. El 9 de mayo de 2010 es un día de mal recuerdo para el Gobierno en plaza porque el tribunal examinador europeo le dio a Zapatero en los nudillos y le puso unos duros deberes que se tradujeron en bajadas de sueldos a los funcionarios, congelación de las pensiones y una extensa panoplia de ajustes en casi todos los ministerios.

Rubalcaba trató de marcar alguna distancia con el plan en curso, al que le han salido numerosos críticos ante la perspectiva inminente de una nueva recesión. Propuso una reducción más gradual del déficit, aplazando dos años -hasta 2015- el compromiso del 3%; nuevas bajadas de tipos por el Banco Central Europeo y la puesta en marcha de una suerte de plan Marshall mediante un fondo especial de 70.000 millones de euros. Rajoy, que ya se ve ante la mirada implacable de Merkel en las cumbres europeas, rechazó que de esta crisis se vaya a salir con más dinero público y remachó su voluntad de cumplir los plazos según la ortodoxia establecida.

En los intercambios de los dos candidatos no hubo la menor referencia a los debates en curso acerca de la Europa de dos velocidades, el papel de una Alemania que en la práctica parece gozar de derecho de veto, la reforma del Tratado de Lisboa, el reforzamiento de la gobernanza de la Eurozona con el eventual nombramiento de un superministro de Economía, la posible creación de un Tesoro europeo con capacidad para emitir eurobonos... Cuestiones sobre las que el próximo Gobierno tiene que definir estrategias coherentes y que los programas tampoco abordan.

España paga sus propios males domésticos en el elevado precio de la deuda, que estos días vuelve a rebotar hacia máximos históricos en la estela de Italia, pero también el marasmo de los órganos europeos en el proceso de toma de decisiones y en su aplicación. La directora del FMI, Christine Lagarde, declaraba tras la reciente cumbre del G-20 que está fuera de toda lógica que los mercados exijan pagar más por su deuda a Italia que a Egipto.

En su condición de cuarta economía de la zona euro España debe desempeñar un papel relevante en cualquier reforma institucional que vaya a abordarse y hacerlo desde los primeros papeles de trabajo. Precisamente porque la crisis ha reactivado algunas corrientes eurófobas, nuestros representantes políticos deben explicar sus ideas sobre Europa, indisociables de las que tengan para recuperar el crecimiento y el empleo en España. El debate a cinco de hoy en TVE es una oportunidad para llenar este y otros vacíos que hubo el lunes.