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Ortega acumula todo el poder

El presidente de Nicaragua consigue la reelección con una aplastante mayoría

La aplastante mayoría lograda por Daniel Ortega, de 66 años, en las elecciones presidenciales y legislativas celebradas el domingo en Nicaragua permitirá al antiguo comandante sandinista apuntalar un modelo político que, pese a coincidir en planteamientos autoritarios con el proyecto bolivariano de Hugo Chávez, tiene un perfil propio. Frente al intervencionismo estatal del presidente venezolano, Ortega combina una agenda social populista con una espléndida relación con el sector privado. Además, cultiva un mensaje de solidaridad cristiana que logra grandes adhesiones en un país donde tanto la Iglesia católica como los grupos evangélicos tienen enorme influencia.

Con el 85,8% escrutado, Ortega logró el 62,65% de los votos y un segundo mandato consecutivo -pese a que el artículo 147 de la Constitución lo prohibía hasta que fue declarado "inaplicable" en 2009 tras una controvertida decisión judicial-, y el Frente Sandinista una mayoría de diputados en la Asamblea Nacional, de 90 escaños. Con esa fuerza, se da por hecho en Managua que el orteguismo reformará la Constitución para autorizar la reelección indefinida. La participación superó el 75%.

La oposición no reconoce unos resultados "fraudulentos"

El presidente Chávez felicitó inmediatamente a Ortega por su victoria y el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, declaró que "en Nicaragua avanzó la democracia y la paz".

No es eso lo que piensan miles de nicaragüenses, que ayer trataban de convocar una protesta vía Twitter y mensajes de móviles contra lo que consideran un fraude después de una campaña y una jornada electoral plagada de denuncias de irregularidades. El líder del Partido Liberal Independiente (PLI), Fabio Gadea, a quien el escrutinio oficial otorga el 30,96% de los votos, se negó a aceptar unos "resultados que no reflejan la voluntad del pueblo, sino el poder del Estado". Pidió a la comunidad internacional que no los reconociera -la OEA y los observadores de la Unión Europea emitirán sus veredictos en los próximos días- y a sus partidarios que esperaran orientaciones para expresar su protesta. Las elecciones han sepultado también políticamente al expresidente Arnoldo Alemán, que solo logró el 6% de los votos.

Mientras el diario La Prensa pedía, en un editorial titulado "Elecciones viciadas, resultado inaceptable", la anulación de los comicios, Carlos Fernando Chamorro, director del semanario Confidencial, apuntaba que estas "elecciones fraudulentas colocan al país en un clima de incertidumbre, pues legitiman el estilo autoritario de Ortega y le permiten aducir que tiene un mandato para profundizar en su proyecto político, un proyecto de concentración de poder y demolición del Estado de derecho".

El sociólogo Roberto Ortega Hegg, de la Universidad Centroamericana (UCA), considera que existe "una sombra de duda sobre los resultados", ya que desde el fraude de las municipales de 2008 existe una "desconfianza fundada hacia el Consejo Supremo Electoral, cuyos miembros fueron mantenidos en sus puestos por decisión unilateral del presidente Ortega, cuando era competencia de la Asamblea Nacional". No obstante, el sociólogo reconoce que los datos oficiales coinciden con sondeos preelectorales "aunque no en unos porcentajes tan exagerados". Ortega Hegg no descarta que la campaña de la oposición, basada en forzar la polarización política frente al líder sandinista, pueda haber tenido el efecto contrario y servido para movilizar como nunca a las bases sandinistas. También destaca que la oposición, centrada en denunciar los atropellos del Gobierno al orden constitucional, no supo ofrecer un programa económico alternativo al del Gobierno, y que la "política social de distribución de Ortega, que no saca a los pobres de la pobreza porque es meramente asistencial, sin duda ha tenido impacto en el segundo país más pobre de América después de Haití".

El director de Confidencial concluye que la reelección de Ortega "representa un grave peligro para los espacios de la sociedad civil y augura tiempos muy difíciles para la libertad de prensa".

SCIAMMARELLA

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