El nudo gordiano
Según la leyenda, solo llegaría a ser rey de Frigia quien fuera capaz de deshacer un nudo imposible, que un campesino llamado Gordias usaba para atar sus bueyes al yugo. Todos los aspirantes fracasaron hasta que Alejandro Magno llegó al establo, miró el famoso nudo, pensó un poco, sacó su espada y cortó las cuerdas de un tajo. Desde las alturas, el padre de los dioses aprobó su acción. Es lo mismo cortarlo que desatarlo, fue el veredicto de Zeus.
Alejandro cortó el nudo gordiano porque tenía una espada, porque tenía imaginación y porque fue valiente. En mi juventud, cuando estaba muy claro a quién pertenecía el poder y la política impregnaba todas las cosas, esta historia no tenía un valor precisamente ejemplar. Alejandro parecía un bárbaro por renunciar a la política, a la palabra, al diálogo, a los instrumentos, en fin, de la civilización. Sin embargo, ahora, cuando la civilización, tal y como la hemos conocido, está en peligro porque el poder ha sido secuestrado por los mercados, que ya han logrado desactivar la política -¿quién habla, si no, de política en la Unión Europea?-, siento nostalgia de la espada de Alejandro.
Los bancos españoles, que ganan cientos de millones y lloran porque sus beneficios son inferiores a los del año pasado, ya han advertido que la recapitalización impuesta por Bruselas va a limitar el crédito todavía más. Salgado dice que no es para tanto, los demás murmuran que son malas noticias, y yo me pregunto, ¿cómo es posible esto? ¿Es que el Estado no tiene mecanismos para detener esta sangría indecente? El 15-M se ha convertido en el gran éxito español de la temporada porque ha propuesto cortar el nudo que los políticos no saben deshacer. Mientras sigan fracasando, aquí y en Europa, lo mejor sería que los banqueros se presentaran a las elecciones. Así, por lo menos, sabríamos lo que votamos.
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