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Entrevista:

Estrellas de otras galaxias

Quino Petit

A principios de los noventa, José Luis Abajo, alias Pirri, era tan solo un chaval de 11 años y cara de listillo convencido de que acababa de tener una buena idea. El detonante fue un anuncio sobre la Sala de Armas de Madrid que había llegado en forma de cuartilla al buzón de la casa de su madre. Al leerlo, Pirri se acordó de cuatro espadas que acumulaban polvo en un trastero. Pertenecieron a su padre, difunto piloto de combate aficionado a la esgrima. Las rescató del olvido y se plantó con ellas en la Sala de Armas. Allí encontró ejercitándose al olímpico Ángel Fernández. "¿Qué puedo hacer con esto?", le preguntó ufano mostrando los viejos aceros. Fernández contraatacó con un touché que supondría la primera lección del maestro a quien acabaría convirtiéndose en su alumno predilecto. "No creo que puedas hacer gran cosa con esas espadas. Por lo que veo, eres diestro... ¿No te has dado cuenta de que tienen empuñadura de zurdo?".

El salto de trampolín cuenta en España con solo72 licencias federativas
"A veces parece que lo más importante sea que Mourinho se saca un moco"

El muchacho no tardó mucho en cambiar las tizonas de su padre por otras con la empuñadora apropiada. Nadie, ni siquiera él mismo, podía imaginar entonces que acababa de iniciar su fatigosa andadura hasta convertirse en el único esgrimista español de la historia que ha conquistado una medalla olímpica. El maestro Fernández siempre supo, en cambio, que tenía en sus manos la materia prima idónea para forjar un campeón. Y lo sabía porque si algo destacaba sobremanera en aquel chaval inquieto y despierto era su arrolladora personalidad. "Siempre tuvo el carácter indomable y luchador de los elegidos".

Un imponente chasquido de aceros engalana el sabio verbo del maestro Fernández. La élite de la esgrima española ejecuta ante nosotros durante una mañana de septiembre lances, fintas y tocados en una sala de entrenamientos de la sede madrileña del Consejo Superior de Deportes. Fernández llegó aquí en 1998 para hacerse cargo del equipo nacional en la modalidad de espada (las otras dos son florete y sable). Y se trajo con él a Pirri. Aquel niño es hoy un hombretón de 33 años y 1,94 metros que parece en la pista un coloso vestido de blanco. Lleva el rostro cubierto tras una máscara de protección. Sus pies bailan como los de un boxeador a punto de soltar un croché. La mano izquierda flota en el aire. La derecha lanza el arma a la velocidad del rayo. "Su actitud guerrera es su punto fuerte y a la vez su debilidad", apunta en voz baja el maestro. "Ese temperamento a veces puede hacerle perder el control durante el combate. No es un tirador técnicamente perfecto, pero suple esa circunstancia con la velocidad que su carácter imprime a la acción".

Pirri transformó su empuje en leyenda el 10 de agosto de 2008. Ese día conquistó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Pekín tras un "combate a muerte" contra el húngaro Gabor Boczko. Nada más vencer se llevó el pulgar izquierdo a la boca en homenaje a su hija Lucía, entonces un bebé. Una escena histórica para este deporte en España, país originario de la disciplina. Un momento de gloria retransmitido en directo por televisión que muy pocos recordarán haber visto. Representa la antítesis del gol que Iniesta marcó a los holandeses en la prórroga de la final de Sudáfrica. La proclamación de La Roja como campeona del mundo de fútbol en 2010 es el instante más presenciado de la televisión en España desde que opera la medición de audiencias, con 15 millones de espectadores de media (85,9% de cuota de pantalla). Pirri no se llama a engaño. Es nuestro Iniesta de la esgrima, pero jamás tendrá sus ingresos. Ni su fama. Ni su gloria.

Se considera más que afortunado por poder vivir de este deporte. Ha encadenado sucesivas becas del programa ADO, fuente financiera que, junto con los Juegos de Barcelona en 1992, marcó un cambio radical de modelo en términos organizativos y de gestión. Un punto de inflexión a partir del cual afloró la mejor generación de deportistas españoles de todos los tiempos, cuya industria sigue hoy brillando en vista de los resultados a pesar de los rigores de la Gran Recesión. Pirri es producto de esa edad de oro que arrancó a principios de los noventa. El bronce en Pekín 2008 le dio derecho a una beca ADO de 45.000 euros anuales con fecha de caducidad el año que viene. Su clasificación para Londres 2012 aún está en el aire. Asegura que le queda fuelle para rato.

Le sobran condiciones para añadir más títulos a un palmarés repleto de subcampeonatos de Europa y del mundo, así como varias medallas por equipos o en competiciones nacionales. Pero como nada hay seguro en esta vida, también estudia tercero de Administración y Dirección de Empresas y ha montado un servicio de clases de esgrima para directivos. "Mi medalla olímpica provocó efectos innegables. Subió el número de licencias federativas, de clubes... Pero a nivel de pasta, ¡ese es otro cantar! Somos profesionales de algo muy minoritario. Esto no es Francia, donde la esgrima fue lo más visto durante las retransmisiones de Pekín 2008, por detrás del atletismo. Allí es una asignatura en la escuela". El maestro Fernández desgrana otros factores que merman aquí la visibilidad. "Las normas de la esgrima no son sencillas. Las retransmisiones televisivas deberían contemplar un mayor didactismo. Esa dificultad ahuyenta la presencia de patrocinadores. Lo que no sale en televisión no es tan susceptible de apadrinarse. Y cuando entras en esa rueda es muy difícil salir".

Tener mayor o menor presencia. Entrar o quedar fuera del negocio. Es el dilema que afrontan los triunfadores en disciplinas poco -o nada- conocidas. Nunca antes había contado España con tantos deportistas rindiendo al máximo nivel. Las federaciones recibieron el año pasado vía Presupuestos Generales del Estado casi 74 millones de euros, más 10 millones en aportaciones del plan ADO. De los tres millones y medio de licencias federativas vigentes, requisito indispensable para competir, solo el fútbol copa 805.707. Apenas el 20% de todas las licencias son femeninas. Pero más allá de los ídolos mediáticos hay otros Nadal, Gasol o Iniesta. Son estrellas de otras galaxias. Pasan de puntillas por los medios de comunicación o los pensamientos de las más altas instituciones del Estado. Valga como muestra la afirmación que el presidente del Gobierno y ministro de Deportes, José Luis Rodríguez Zapatero, pronunció con motivo de la conquista de la selección española de baloncesto del reciente Europeo de Lituania: "Somos campeones en muchas especialidades, pero, a expensas de lo que haga la selección de fútbol, que ha empezado una racha brillante, creo que como la selección de baloncesto no hay otro equipo en el deporte español que haya brillado tanto en la historia". Sí que lo había: la selección española masculina de hockey sobre patines, proclamada a comienzos de este mes campeona del mundo por cuarta vez consecutiva y con seis europeos a sus espaldas desde el año 2000. Sobra decir cómo sentó a los campeonísimos del hockey aquel parlamento de la máxima autoridad del país en la materia.

Biatlón moderno, rugby subacuático, balonmano-playa, hockey bajo el agua, curling, chess-boxing (asombrosa mezcla de boxeo y ajedrez), sky running (carreras de montaña)... Raros. Peculiares. Extravagantes. Minoritarios. No existe una denominación oficialmente establecida para deportes que bordean lo underground, cuando no directamente la condena al ostracismo. Lo único que parece tener claro respecto a ellos el sociólogo Manuel García Ferrando, catedrático de Sociología de la Universidad de Valencia y autor, entre otros libros, de Aspectos sociales del deporte. Una reflexión sociológica (Alianza), es que nos adentramos en un territorio incierto y cambiante. "En una sociedad abierta como la nuestra, todo es deportivizable", explica al teléfono. "El concepto minoritario es difuso. Actividades que dos decenios atrás apenas se practicaban pueden ser hoy de las más frecuentadas. Solo hay que mirar el caso de los deportes de nieve y sus variedades desarrolladas en los últimos años. Por el contrario, otros irán a menos. Como el atletismo, por ejemplo, poco a poco desbancado por los más espectaculares. Y hay cuestiones más patrocinables que otras. Resulta, por tanto, muy difícil establecer qué es mayoritario y qué representa lo contrario".

Quizá puedan acercarse a dicha idea las escasas 72 licencias vigentes en toda España para competir en la modalidad de salto de trampolín. El entrenador de la federación, Manolo Gandarias, achaca esta raquítica cifra a una alarmante escasez de instalaciones y a la práctica inexistencia de técnicos con formación suficiente para adiestrar a nuevas generaciones. De ellas han surgido talentos como los de Javier Illana, puntal ibérico de la especialidad, y la armada femenina compuesta por Jennifer Benítez, Leyre Izaguirre y Anna Pujol. Todos ellos pasan incontables horas perfeccionando tirabuzones y mortales hasta la extenuación. "Muchas veces me pregunto si debería dedicar más tiempo a estudiar la carrera de medicina; es lo que me dará de comer", piensa a menudo la saltadora canaria Jennifer Benítez, de 23 años. En otras piscinas, Anna y Clara Espar ganaron la temporada pasada con sus compañeras del Club Natació Sabadell la Liga española, la Copa de la Reina, la Supercopa y la Copa de Europa. Pero nada de eso les permite soñar con vivir del waterpolo femenino. Anna pelea en el agua por mantener su ficha de 600 euros mensuales con su club; su hermana Clara apenas ingresa 150 euros mensuales desde que se cambió al Esportiu Mediterrani. "Trabajamos tanto o más que un futbolista, pero muchos deportistas españoles estamos a la sombra en todos los sentidos".

También hay otras versiones. No todo son estrecheces en las competiciones paralelas a los circuitos de masas. Algunos han encontrado en lo alternativo un exitoso modo de vida. Podría ser el caso de Gisela Pulido, la Messi del kitesurf freestyle. Tiene solo 17 años y es ocho veces campeona mundial de la modalidad de estilo libre de surf con cometa. Muy pocos la pararían en España para pedirle un autógrafo, pero es venerada por aficionados de Australia, Francia o Alemania. Nació en Cataluña y con apenas diez años ya doblaba la mano de los adultos en el circuito internacional. Una precoz cadena de éxitos convenció a su padre para establecerse con ella en el afamado spot de Tarifa. En este paraíso gaditano de viento y olas mantienen su base de operaciones.

Gisela es propietaria desde hace tres años de un chalé adosado con piscina y pista de pádel a la entrada del pueblo. También ha montado la escuela de kitesurf Gisela Pulido Pro Center, maneja una sociedad para la gestión de sus derechos de imagen, quiere poner en marcha una marca de accesorios... ¡Y solo tiene 17 años! El año pasado acumuló unos beneficios pendientes de impuestos de 200.000 euros entre ingresos por campeonatos y patrocinios (mucho más elevados los segundos). Comparte las ganancias con su padre, entrenador y mánager de esta boyante sociedad. Pero lo cierto es que Gisela jamás podría soñar con alcanzar los 77 millones de euros que su equivalente en el golf, Tiger Woods, llegaba a recaudar en un año entre torneos, diseño de campos y contratos publicitarios hasta su estrepitosa caída por diversos líos de faldas. En el deporte todavía hay clases.

Desfases de este tipo podrían permitirnos incluso hablar de castas. En el ámbito español, la coincidencia parece unánime a la hora de estimar como factor potenciador la ausencia de cultura polideportiva. Un cambio de mentalidad al respecto "solo puede llevarse a cabo desde la escuela", afirma Kilian Jornet. Este catalán de 23 años es cuatro veces campeón mundial de sky running (carreras de montaña) y considera a este país como un páramo estrictamente "monodeportivo". Contrapone como justificante el reparto de la información especializada en Francia o Italia. "Vivo en Chamonix [Francia]. Allí encuentras amplias coberturas sobre disciplinas, como el rugby, que en España son sencillamente ignoradas. Pero es que los franceses lo practican desde el colegio. Ahí está la base de todo cambio social. Una transformación de la cultura deportiva debe comenzar en las aulas".

La montaña fue para Kilian el patio de su casa desde pequeño. La primera vez que le pusieron unos esquís tenía tan solo dos meses. Hijo del guarda de un refugio de montaña en la vertiente norte de la Cerdeña, entre picos fronterizos con Francia y Andorra, y de una madre profesora, coronó con tan solo seis años su primer cuatro mil; con diez, completó en familia la travesía de los Pirineos. "Desde ese momento aprendí no solo a ir a la montaña, sino a quererla. Encontré el sitio perfecto donde expresarme".

Kilian decidió a los 13 años entregarse a la práctica del esquí y a correr profesionalmente por las cumbres. Entre sus muchas proezas, ha subido y bajado el Kilimanjaro (5.891 metros) en siete horas y quince minutos, batiendo el anterior récord de casi ocho horas y media. También ha sentido alucinaciones corriendo por los montes circundantes al lago Tahoe, en California, a lo largo de 280 kilómetros. "Ser un sky runner consiste en subir y bajar un pico lo más rápido posible. No elegí este camino para vivir de él, sino por estar ahí arriba. Mi verdadero objetivo era descubrirme. Las montañas están vivas. Se mueven y tienen un alma que hay que comprender. No hablo directamente con ellas, pero de una u otra forma nos comunicamos". Ha estudiado INEF en Francia y por ahora se gana los cuartos holgadamente con el sky running. La exigencia ha de ser total para lograrlo. "Perder es morir", según un manifiesto que redactó hace años junto a un compañero de piso. Para Kilian Jornet, el deporte de alto rendimiento ha de ser egoísta. "No en términos egocéntricos, pero sí respecto a la autonomía necesaria para perseguir tus sueños, por muy extravagantes que los demás puedan considerarlos".

A veces llega a considerarse extravagante simplemente aquello que sale de la ola monodeportiva reinante que denuncia Kilian Jornet. La sevillana Blanca Manchón, número uno del ranking mundial de windsurf en la categoría RS:X, pone directamente nombre y apellidos a la excitación que provoca cualquier anécdota relacionada con la hegemonía balompédica. "Los medios no parecen ver más allá de lo masivo. Muchas veces pones la tele y... ¡Toma ya! Veinticinco minutos de fútbol en un telediario. Parece que sea más importante que Mourinho se ha sacado un moco que una esquiadora gane un campeonato del mundo". Blanca puede estar en lo cierto. No por tocarse las narices, pero sí por meterle el dedo en el ojo al segundo de Guardiola -quien respondió a la agresión con una formidable colleja-, el entrenador del Real Madrid, José Mourinho, protagonizó las aperturas de la sección de deportes en los principales diarios nacionales el pasado 6 de octubre con el anuncio de las ridículas sanciones correspondientes a los sucesos que ambos protagonizaron durante la vuelta de la Supercopa disputada el 17 de agosto entre el Madrid y el Barça.

Peripecias de este tipo que copan espacios informativos apenas dejan hueco para epopeyas como la de Blanca Manchón por revalidar su cetro y no bajar del número uno del ranking mundial. A sus 24 años, asegura que se puede vivir del windsurf... "si eres la número uno, claro". Mantiene una beca ADO por su oro en el mundial de 2010 de 60.000 euros anuales, revocable en caso de no terminar la temporada entre las ocho primeras de su clase o no clasificarse para los Juegos Olímpicos de Londres. Entre patrocinios varios de firmas como Nike o Emasesa, acumula otros 35.000 euros cada año. Compite desde los doce. Le costó terminar el instituto. "En España resulta imposible compaginar lo mío, a nivel de élite, con estudiar una carrera". Tampoco encontró precisamente mucha comprensión entre algunos profesores hacia sus habilidades extraacadémicas. En mayo de 2004 regresó a clase tras alcanzar el subcampeonato de Europa y un maestro de matemáticas del instituto le dijo con retranca: "Qué morenita vienes, ¿no?".

Ante la indiferencia de muchos y la pasividad de los medios tradicionales, la mejor plataforma de difusión que estos triunfadores de otros mundos han encontrado es Internet. Los más avezados actualizan sus páginas web personalmente, tuitean con ahínco, alimentan perfiles en Facebook y escriben libros sobre sus hazañas dando forma a la figura del gran deportista-embajador. El ultra man Josef Ajram considera al sky runner Kilian Jornet como paradigma de esa nueva vertiente de atleta autopromocional. "El alto rendimiento comete todavía un error de mentalidad al concentrar exclusivamente las fuerzas en el entrenamiento y no saber comunicar", reflexiona Ajram. "Quien se dedica a campos minoritarios debe explicar lo que hace. No nos engañemos: los patrocinadores están buscando buenos embajadores".

Josef Ajram también puede considerarse uno de ellos. Barcelonés, de 33 años, hijo de sirio y catalana, atesora 85.000 visitas y 180.000 páginas vistas mensualmente en su web. Reparte su vida entre los mercados bursátiles y la competición extrema. Ha completado tres veces la extenuante variedad de ultra man, que durante tres días combina la natación a lo largo de 10 kilómetros por el océano, varios centenares de kilómetros en bicicleta y 84 de carrera a pie (el equivalente a dos maratones convencionales). También ha participado, entre otras grandes pruebas de resistencia, en el temible maratón de las Arenas corriendo 250 kilómetros por el desierto del Sáhara a una temperatura media de 50 grados. No es de extrañar que haya titulado ¿Dónde está el límite? (Plataforma) a un exitoso libro sobre su concepción de la vida y la autoexigencia. También ha escrito sobre su otra pasión. "Soy un amante de los mercados financieros", proclama sin reparos. Su segundo libro, Ganar en Bolsa es posible, atiende a toda una declaración de intenciones de este day trader o especulador de operaciones que se abren y cierran en el mismo día. Lo deportivo tendrá para él un final que vislumbra todavía lejano, hasta mediada la cuarentena. "Pero la Bolsa será para siempre".

Su obsesión actual son los desafíos. El año que viene, Ajram intentará completar bajo el patrocinio de Red Bull siete iron man (modalidad de triatlón que combina 3.800 metros de natación, 180 kilómetros de ciclismo y 42,2 de carrera) durante siete días consecutivos. Una más de la interminable lista de variopintas especialidades lideradas por españoles. No cabrían todas en un simple reportaje. Laia Sanz es 11 veces campeona del mundo de trial; Antonio Albacete, tres veces campeón de Europa de camiones; Joseba Kerejeta, campeón mundial absoluto de pesca submarina... Por no hablar de los atletas paralímpicos, cuyo palmarés envidiable no les impide, sin embargo, representar a los grandes olvidados del deporte.

Todos ellos compiten, como mínimo, con el mismo tesón que los más idolatrados. Nadie hablará de ellos cuando anuncien su retirada. No habrá flases. Ni lágrimas en directo. Pero hasta ese día seguirán hacia delante. En las últimas páginas de su libro Correr o morir (Now Books), el imbatible sky runner Kilian Jornet esboza una justificación a su búsqueda quimérica, extenuante e irreversible. "Quizá corro porque necesito sentirme creador; necesito saber lo que hay dentro de mí y plasmarlo en algún lugar exterior. Podemos explorar nuestro interior y saber de lo que somos capaces, pero necesitamos exteriorizarlo y verlo separado de nuestros cuerpos para contemplarlo como espectadores, poder valorarlo y detectar sus defectos para hacerlo mejor la próxima vez. Es el placer intrínseco de crear belleza y de ver que genera una fuerza de atracción a los espectadores".

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Sobre la firma

Quino Petit
Es redactor jefe de Comunicación y Medios en EL PAÍS. Antes fue redactor jefe de España y de 'El País Semanal', donde ejerció como reportero y publicó crónicas y reportajes sobre realidades de distintas partes del planeta, así como perfiles y entrevistas a grandes personajes de la política, las finanzas, las artes y el deporte
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