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Columna
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El yogur de la crisis con frutas

A nadie se le oculta que esta Gran Crisis se compone de una parte real y de otra, incomparablemente mayor, donde la incertidumbre cambia en horas haciendo bajar o subir las bolsas, bajar o subir las quitas soberanas, alterando las calificaciones de las agencias de rating o teatralizando cumbres y cumbres sin llegar al final. Cumbres que, de un día a otro, transforman las expectativas como por ensalmo, como por ficción.

Lo único que parece real es el ser humano que sufre envuelto en este mundo sin empleo y, a menudo, sin nada que inventar ya. Pero también, paradójicamente, los millones de parados y, particularmente, el altísimo paro juvenil en todas partes adquiere un carácter irreal puesto que lo real sería una revuelta total o una guerra interna. Algunos de los ministros de finanzas ya lo han insinuado más de una vez dentro de la Unión Europea. ¿Guerras civiles? ¿Guerras para ganar fuentes de energía en el tercer mundo?

La técnica, que gira hacia lo virtual, se corresponde con la economía que se desliza hacia la ficción total

Un analista internacional como Jeremy Rifkin alerta en La tercera revolución industrial (Paidós, Barcelona, 2011) sobre el importante salto entre el par compuesto por automóvil/petróleo de la época anterior al binomio Internet/ energías renovables, tras un gran colapso. La insignia del coche como motor general se desvanece en un automóvil/sucedáneo silencioso. El humeante motor desaparece en el vacío de la transparencia eléctrica. Todo lo pesado, en fin, se hace ligero, sea en los teléfonos o en los ordenadores, todo lo visible se hace casi intangible, sea en la informática o en la física.

La técnica, que gira hacia lo virtual, se corresponde con la economía que se desliza hacia la ficción total. Miles de millones de dólares que repetidamente inyectados nunca serán suficientes para recuperar la salud, interminables recortes presupuestarios que nunca acaban por estrangular el mal. Matan, sin embargo, unos y otros a millones de personas tal como en una guerra sin bajas militares y cientos de millones de bajas civiles.

¿Será pues ésta una Tercera Guerra Mundial de nueva plana? Primera plana: falsa como todo lo sensacionalista; transparente como todo lo "auténtico", indeterminable como lo genuinamente "actual".

La ficción nunca es enteramente una irrealidad sino la realidad más invenciones incrustadas en ella, tal como yogures con algunos supuestos trozos de fruta.

"La sociedad de ficción se presenta" -decía el historiador Jacques Baynac en Lé débat, noviembre-diciembre de 2009- "como una colosal acumulación de valores sin valor. Y casi nada escapa a su movimiento de devaluación de lo real. Valores individuales y colectivos, valores morales y valores sociales, valores artísticos y valores económicos, valores fiduciarios y valores financieros son falsificados y, al cabo, desvalorizados".

De este modo, sin el peso del valor las situaciones vuelan de un punto a otro. A un abismo, sigue otro abismo más y a un borde del precipicio sigue otro precipicio horas después. Nada se colapsa "realmente" cuando todo se haya, en verdad, colapsado.

¿Los políticos trajeados? ¿Los bancos centrales en coro? ¿La codicia de los altos y malditos ejecutivos? ¿El delirante poder de los mercados? Todo parece pertenecer al reparto de un filme en cuyo nudo se encuentra la impotencia para bajar a la tierra lo ficción que domina y planea sobre el cosmos del sinsentido. ¿Respuestas? ¿Soluciones? ¿Explicación? He aquí lo que declaraba a mediados de octubre Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2007. Decía: "Si no tenemos una mejor comprensión de las causas de la crisis, no podremos implementar una estrategia eficaz de recuperación. Y, por el momento, no tenemos ni lo uno ni lo otro".

¿Qué tenemos pues? Cábalas, fantasías, especialistas chiflados, recetas mostrencas, políticos sin fuste, fantasmas, aporías. O bien, para acabarlo de rematar, derivados de derivados, deudas para deudas, bonos sobre los bonos, créditos de los créditos, liquidez y más liquidez con el resultado de gota cero. Sequedad de la razón crítica. Apoteosis de la ficción.

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