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Japón no encuentra dónde almacenar los residuos radiactivos

Pablo Linde

Uno de los retos para la limpieza de la contaminación del accidente nuclear de Fukushima es la gestión de los residuos. El país solo cuenta con un almacén para los de baja y media actividad, que es privado. Las autoridades municipales son reacias a albergar estos cementerios, que podrían acoger tierra o ramas contaminadas. En muchos casos se están enterrando junto a las zonas donde se recogen, a unos dos metros de profundidad, cubiertos con otros materiales sanos, según explicó ayer el director general de Protección Radiológica del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), Juan Carlos Lentijo, que ha dirigido una misión científica internacional en la zona. "Hay un rechazo social a tener cerca un almacén de estas características, algo que es técnicamente muy simple", aseguró.

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Los técnicos están probando modelos para limpiar las zonas más contaminadas por el accidente nuclear de Fukushima más allá de los 20 kilómetros más próximos a la central. Este perímetro de seguridad, de donde fueron evacuadas 30.000 personas, no podrá volver a ser habitado en décadas. La misión ha concluido que en dos años las zonas que van a limpiarse estarán liberadas del 50% (zonas generales) al 60% (zonas para uso de niños, como colegios) de la radiación. Los métodos consisten en levantar unos cuantos centímetros de suelo, donde están adheridos los isótopos radiactivos, y enterrarlos en la zona. También están practicando limpieza de fachadas con agua a presión y abrasivos para eliminar la contaminación. Dentro de unas semanas comenzarán a aplicarlos en serie, tras haberlos probado en los últimos meses en unas 400 escuelas.

Los trabajos se realizarán en unos 1.000 kilómetros cuadrados en los que hay una exposición potencial de 20 milisievert anuales, por encima de la radiación natural (en España es de aproximadamente 2,5). Se trata de un área muy similar a la zona norte de la península, montañosa y verde, con poblaciones diseminadas, que consta de un 75% de superficie boscosa, un 20% de cultivos agrícolas -este año no habrá cosecha- y un 5% de suelo poblado. Por esta extensión se puede circular sin restricciones, ya que una exposición esporádica no es preocupante. Pero hará falta bajar los niveles para que sea completamente seguro vivir allí. Buena parte está dentro del perímetro de 30 kilómetros donde vivían unas 58.000 personas, de las que 25.000 desalojaron voluntariamente sus casas. Podrán volver a ellas en función del grado de contaminación y de la recuperación de las infraestructuras básicas para hacer una vida normal.

Hay otros 1.800 kilómetros con niveles menores de radiactividad, por debajo de cinco milisievert, que tardarán un año más en ser descontaminados. En cualquier caso, el 40% de la radiación desaparecerá de forma natural en dos años, cifra que llegará al 75% en un lustro. Este fenómeno se explica porque los materiales contaminantes esparcidos tras el accidente son volátiles. En un accidente como el de Chernóbil, el área de 20 milisievert ascendió a 20.000 kilómetros cuadrados (20 veces más que en Fukushima) y la explosión del reactor esparció materiales como uranio y plutonio que tardan miles de años en desintegrarse.

Voluntarios limpian un barco de radiactividad en Fukushima.
Voluntarios limpian un barco de radiactividad en Fukushima.REUTERS

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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