La tranquila pasión del árbitro
El colegiado de baloncesto con más recorrido aboga por abrir el gremio
Ocho temporadas después de arribar a la ACB, ahora Liga Endesa, competición a la que llegó con apenas 30 años, y en el inicio de su segunda campaña en competiciones europeas, Carlos Cortés siente que todavía tiene mucho que aprender y recorrer. Ejerce como árbitro, oficio no siempre bien considerado, pero sobre el que no tiene dudas. "Elegí el camino correcto", anticipa. Ahora que no sobran voluntarios para coger el silbato y hay colegiados que tienen que pitar en las categorías base del baloncesto gallego hasta cinco partidos en un día, enriquece escuchar la peripecia de Cortés, "un deportista más", advierte.
"Me enganché hace 20 años cuando el Slobodna Dalmacija jugó la Liga Europea en A Coruña", detalla. Aquella oportunidad surgida de la tragedia balcánica se había planteado en la ciudad como una opción para que por fin anidara un proyecto sólido en el baloncesto herculino. Fue una más, pero al menos forjó un representante en la élite. Cortés estaba en la grada. Compaginaba fútbol y baloncesto y hasta su equipo, el Agra del Orzán, llegaron unas entradas para acercarse al Coliseo. "Era un momento clave", recuerda, "porque con 18 años muchos vemos que nos cuesta dar el salto desde júnior y es un paso que se puede dar. Lo que pasa es que desde fuera se ve poco atractivo".
Carlos Cortés cumple ocho años en la élite española y dos en Europa
"La clave del arbitraje está en la cabeza", sostiene el colegiado coruñés
"Trabajamos con el vídeo para estudiar cómo se manejan los jugadores"
Él y Jacobo Rial son los representantes de Galicia en la Liga Endesa
Quizás al arbitraje le haga falta un plan de marketing. Por si algún especialista se anima, Cortés le ofrece alguna clave. "Me enganché porque me gusta hacer las cosas bien, soy un hombre tranquilo, perfeccionista y muy autocrítico. Entreno como un deportista y es algo que a mucha gente le sorprende, pero sé que si estoy bien preparado físicamente me sentiré más seguro para tomar decisiones". El estupor nace del desconocimiento. "Siempre hemos estado muy encerrados y es perjudicial porque no nos conocen, ni siquiera los propios jugadores". Estos últimos años desde el comité gallego de árbitros de baloncesto, y bajo su dirección técnica, se han planteado llegar a ellos, captar por ahí alguna vocación y reglar una formación que hasta ahora carecía de pautas. "Se buscaba un voluntario y le daban el silbato, la idea que pusimos en funcionamiento es que quien fuera a dirigir un partido tuviera antes un curso de 20 horas en el que aprender fundamentos de baloncesto individuales y colectivos, nociones de psicología, control de partido o cómo situarte en la pista", apunta Cortés, que insiste en que, por complicado que parezca desde fuera, cualquiera puede iniciarse, incluso quienes jamás se hayan acercado a una canasta.
Otra cosa es transitar hasta donde está él. En un contexto en el que los que toman decisiones no suelen mirar hacia Galicia, Carlos Cortés se ha abierto paso. Dice que no tiene padrinos, sólo constancia y superación, ganas de mejorar, de estudiarse y manejarse ante los altibajos, ante el error, el gran castigo de un perfeccionista. "La clave es la cabeza", sugiere. Pero no resulta sencillo tomar decisiones en una cancha de 28 metros por 15 en la que ni siquiera seis ojos lo ven todo, tal es el frenesí. "Aprendes a sistematizar movimientos y por eso trabajamos mucho con el vídeo para estudiar cómo se manejan los jugadores en la pista", explica. Es en esa dificultad donde sorprende la crítica, la del público futbolero que se acerca a los parquets, la del exaltado que cree apreciar desde la grada un contacto que apenas se vislumbra en la cancha o sostiene que unos pies se pararon sobre el suelo antes de un contacto. "En el deporte y al volante la gente se transforma", concluye el mejor árbitro gallego, un técnico de sonido en una emisora radiofónica que compatibiliza profesión y pasión, ambas remuneradas; que le roba horas al día para ayudar en la preparación de dos equipos alevín e infantil femeninos de los Maristas, una de las cunas del baloncesto coruñés; que ha hecho del arbitraje, de aquello que muchos vilipendian, un modo de vida; que sueña, en fin, con llegar al límite de los 55 años como árbitro ACB sin temor de quemarse. "Tengo compañeros de esa edad que es justo a esas alturas cuando más disfrutan de esa madurez". Mientras tanto quema etapas. Tras llegar a la internacionalidad, pita en Eurochallenge, la tercera competición continental, una lección de vida que curte y le muestra cómo se vive el baloncesto en lugares que nunca soñó conocer. Se estrenó además en la Copa del Rey la pasada edición. Y, junto a su compañero compostelano Jacobo Rial, es protagonista en la ACB, donde sobran los dedos de las manos para contar actores gallegos.
![Carlos Cortés posa en una cancha de baloncesto en A Coruña.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ZFDYESS62A6CQ4SZC4QYVRTUJA.jpg?auth=afa200e5180e52b51df3c1523f969fd9eb3a529bfab6f50e63e69c29808cb6c0&width=414)
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