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Crítica:La colecciones de EL PAÍS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuando Vargas Llosa rompió a reír

Juan Cruz

El boom era bastante circunspecto hasta que apareció Guillermo Cabrera Infante con su novela Tres tristes tigres y la literatura latinoamericana rompió a reír. Con Pantaleón y las visitadoras, Mario Vargas Llosa se unió a esa carcajada. El gran escritor cubano ambientó su historia en La Habana, con música, mientras que su amigo, el autor peruano, se fue a la selva en busca de una historia hilarante de putas y militares. Pantaleón y las visitadoras es el libro que EL PAÍS publica mañana dentro de la colección que recoge la obra completa del penúltimo premio Nobel de Literatura.

El propio Vargas ha explicado por qué este libro, al que, en su bibliografía, se añadirían otras novelas igualmente risueñas, le salió como una carcajada. "Intenté al principio contar esta historia en serio. Descubrí que era imposible. Fue una experiencia liberadora, que me reveló las posibilidades del juego y el humor en la literatura".

'Pantaleón y las visitadoras', mañana con EL PAÍS por 7,95 euros

Le cogió el gusto. La tía Julia y el escribidor, Los cuadernos de don Rigoberto y Travesuras de la niña mala, entre otros libros que aparecerán en esta biblioteca, son exponentes de ese Vargas risueño que, antes de Pantaleón..., había publicado libros tan trascendentales, desde el punto de vista de la estructura y la historia novelística, como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral o La casa verde.

La historia de Pantaleón y las visitadoras está basada (como muchas de las obras de Vargas Llosa) en un hecho real.

Como él mismo ha descrito, tuvo conocimiento directo de "un servicio de visitadoras organizado por el Ejército peruano para desahogar las ansias sexuales de las guarniciones amazónicas". Conoció de cerca el manejo de aquella estrafalaria iniciativa militar en dos viajes que hizo a la Amazonia, y decidió abordarlo como una novela.

Venía, como es notorio, de una importante misión novelesca, aplicar a su obra la seriedad imponente de un testigo que, en el caso de La ciudad y los perros, era además un protagonista que él se atrevía a caricaturizar en algunos rasgos autobiográficos. Y la influencia de esa actitud narrativa al principio le hizo ver la astracanada con los ojos de un novelista comprometido.

"Por increíble que parezca", ha contado Mario Vargas Llosa, "pervertido como yo estaba por la teoría del compromiso en su versión sartreana, descubrí que la historia exigía la burla y la carcajada".

Para él, como para el lector, sin duda, desde que salió el libro hasta este mismo instante, "fue una experiencia liberadora, que me reveló -¡solo entonces!- las posibilidades del juego y el humor en la literatura".

Alguna vez ha dicho Vargas Llosa que, como no tiene talento, trabaja muchísimo, y así todos sus libros -todos- le resultan un esfuerzo ímprobo, que a veces le lleva a viajes imposibles que él acarrea como un forzado del trabajo literario.

Pero esta vez fue diferente: "A diferencia de mis libros anteriores, que me hicieron sudar tinta, escribí esta novela con facilidad, divirtiéndome mucho, y leyendo los capítulos a medida que los terminaba a José María Gutiérrez, y a Patricia Grieve y Fernando Tola, mis vecinos en la calle Osio".

La calle Osio no está en Iquitos, donde la novela transcurre, sino en Barcelona; ahí escribió Vargas Llosa esta historia increíble, y divertidísima, entre 1973 y 1974. Ahora se lee como entonces. Y entonces la leyó el supuesto protagonista de la novela, el capitán Pantaleón Pantoja, que fue, en la ficción, el militar que tuvo la descabellada idea de trasladar putas para la soldadesca a la tupida selva peruana.

Cuenta Vargas Llosa: "Años después de publicado el libro -con un éxito de público que no tuve ni he vuelto a tener- recibí una llamada misteriosa, en Lima: 'Yo soy el capitán Pantaleón Pantoja', me dijo la enérgica voz. ' Veámonos para que me explique cómo conoció mi historia'. Me negué a verlo, fiel a mi creencia de que los personajes de ficción no deben entrometerse en la vida real".

Lo cierto es que Pantoja ha sobrevivido a Pantoja gracias a la ficción; este capítulo de la historia chusca de los militares en campaña se añadió a la ya polémica relación de Mario Vargas Llosa con los militares peruanos, que condenaron a la hoguera y a la oscuridad el libro capital del escritor, La ciudad y los perros.

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