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¿Cuál es el modelo más eficaz de país?

El Gobierno reabre el debate sobre la arquitectura institucional en el escenario más complejo para ello - Expertos coinciden en la necesidad de revisar la coordinación

Javier Rivas

¿Funciona Euskadi, un país de apenas 2,2 millones de habitantes con cuatro Administraciones? ¿El modelo confederal que hace tres décadas plasmaron el Estatuto y la Ley de Territorios Históricos (LTH) resulta eficaz en tiempos de crisis o solo genera disfunciones? ¿Hay que cambiar dicha ley? El debate quizá más recurrente de la política vasca desde hace años ha vuelto a primera línea tras difundir el Gobierno el pasado día 4 las conclusiones del informe sobre duplicidades e ineficiencias en las Administraciones que le encargó el Parlamento.

La discusión se impulsa con la fuerza de las cifras. El informe cuantifica por vez primera esas duplicidades, entendidas como los gastos de una Administración sin tener competencia para ello: 403 millones, lo que el Gobierno destina cada año a ayudas sociales. Y eso analizando solo nueve ámbitos de actuación en las principales instituciones (Ejecutivo, Diputaciones, las tres capitales y seis de los Ayuntamientos más poblados). Fuentes del Gobierno y expertos económicos inciden en que ello no supone que ese dinero se despilfarre ni que haya sobrefinanciación. En algunos casos, cumplir estrictamente la ley obligaría a una Administración a destinar más fondos para cubrir lo que otra dejaría de hacer.

López Basaguren: "Hay un origen clientelar en muchas duplicidades"
La duplicidad cuesta 403 millones. Las ineficiencias son imposibles de cifrar
Dos consultoras han asesorado para elaborar el informe por 183.000 euros
Álvarez: "Tenemos lo más parecido a reinos feudales competenciales"
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El debate apunta de nuevo a si se debe reformar la LTH y en qué aspectos

Más graves y costosas resultan las actuaciones ineficientes, nacidas básicamente de la duplicidad de estructuras burocráticas. Nadie se ha puesto nunca a hacer las cuentas, pero todo apunta a que superarían con mucho esos 403 millones. "Es imposible cuantificarlas, pero son lo más importante. La cuantificación siempre es cualitativa, y ¿cuánto vale una ineficiencia?", comenta el secretario general de la Presidencia, Manuel Salinero, uno de los responsables del informe.

"Todos los partidos reconocen que habría, no que repensar el modelo de modo catártico, pero sí tratar de ver qué funciona y qué no", señala Juan José Álvarez, catedrático de Derecho Internacional Privado de la UPV.

El Gobierno se fijó como una de sus claves de actuación para la segunda mitad de legislatura entrar en ese análisis de la arquitectura institucional de Euskadi para "acabar con los solapamientos que bloquean el sistema y agotan los recursos", enfatizaba el propio lehendakari en mayo al hacer balance de sus dos primeros años en Ajuria Enea. Seis meses antes, su consejo de sabios, que acoge a buena parte de lo más selecto del mundo económico y académico vasco, le había instado a buscar que el modelo institucional sea más eficiente. "Todos los que nos sentamos allí creemos que hay que reformar esto ya", reconoce uno de sus integrantes.

La polémica apunta directamente a la dialéctica entre el Ejecutivo y las Diputaciones, a las que el análisis achaca la mitad de las duplicidades constatadas. Y López se ha metido en ese "avispero", en palabras de un juntero vizcaíno en la oposición, cuando más atomizado es el mapa político vasco, con el Gobierno en manos de un partido y otras tres formaciones repartiéndose las instituciones forales.

"Nadie sensato puede plantear hoy aquí la desaparición de las Diputaciones", resalta Alberto López Basaguren, catedrático de Derecho Constitucional de la UPV y miembro de la Comisión Arbitral, que dirime los conflictos entre instituciones. La propia Constitución ampara su existencia en su Disposición Adicional Primera (y, como derivada, el Estatuto en su artículo 3), sin olvidar que los derechos de los territorios forales son el resultado de siglos de historia. "Quien quiera cambiar la Constitución y el Estatuto, que lo diga", ironiza un experto en foralismo crítico con los socialistas.

"No es un problema de modelo, sino de su aplicación y de cómo se gestiona", remarca Emilio Guevara, ex diputado general alavés por el PNV y exparlamentario socialista. Guevara aprecia "cierto matiz sesgado" en centrar los conflictos básicamente en la existencia de las Diputaciones. "Para ser completo el estudio, debería ver las duplicidades entre Estado y comunidades autónomas. La única forma de que no las haya es tener un solo Gobierno universal y a nadie se le ocurre plantearse el modelo de autogobierno por las duplicidades con el Estado", asevera.

"El debate no es si hay o no duplicidades, sino si tiene sentido un país de dos millones de habitantes con una estructura administrativa tan desproporcionada como la actual. Mi respuesta es no", considera Felipe Serrano, catedrático de Economía Aplicada de la UPV. "Salvo desde la ceguera política, cualquier observador concluye que es indispensable replantearse esa organización institucional", dados los importantes problemas de coordinación que ha generado, abunda López Basaguren.Pese al cíclico rebrote del debate sobre la eficacia, el modelo institucional funcionaba en buena medida engrasado por la bonanza económica y la presencia de las mismas siglas, las del PNV, en uno y otro lado del ring político, un sistema para que lo gobernase la dirección de un partido que coordinara a sus responsables forales. "El dinero sobraba, porque el Concierto era muy generoso y la economía crecía. Y, como todas las Diputaciones eran del PNV, los problemas los resolvía el EBB", critica Javier Olaverri, abogado y exparlamentario de EE. El maná del dinero favoreció el esquema tres de todo: cada territorio quería lo mismo que los otros, bajo unas Administraciones que se justificaban exhibiendo sus realizaciones más tangibles. Ahora no ocurre ninguna de las dos cosas: la recaudación cae este año casi 800 millones y el mapa político es el de la cohabitación de cuatro partidos, con el PNV refugiado en Bizkaia.

Identificado durante años el gato, el problema de ponerle un cascabel que nadie ha querido abordar. Salinero usa la socorrida metáfora, pero la mayoría de los consultados sostienen que el consenso político imprescindible será muy difícil, por falta de confianza recíproca y porque los intereses de los partidos ligados a unas u otras instituciones dificultarán que la cuestión se plantee con "suficiente racionalidad", según uno de ellos. Y todos coinciden, en uno u otro sentido, en la necesidad de podar el entramado público y sus sociedades.

El PNV y el PP, socio preferente del Ejecutivo, dos partidos claramente foralistas, ven entre la reticencia y la irritación los pasos de los socialistas. Pasos además, cuando el PSE salió muy tocado de las urnas de mayo y camina a la que puede ser otra situación muy compleja el 20-N.

Todo conduce a un punto: reformar o no la LTH, que regula las relaciones entre instituciones autonómicas y forales. El Gobierno no parece dispuesto a abordar tampoco esta vez esa opción que despierta los demonios familiares del PNV. Esa ley de 1983 -y con ella la discusión entre foralistas y autonomistas- disparó la mayor crisis peneuvista, que concluyó en la escisión y el nacimiento de EA en 1986.

"La LTH es modificable, como toda ley, y haría falta de una vez fijar un reparto competencial claro. Ahora bien , con una distribución lógica que tienda a la eficiencia es evidente que perderán las Diputaciones", que casi correrían el riesgo de quedarse solo como recaudadoras de impuestos, opina Serrano, con el dedo puesto en una de las claves.

"El gran error de la ley es tratar de configurar los territorios como un sustitutivo de la comunidad autónoma en sus ámbitos competenciales", dice López Basaguren, defensor también de entrar en la reforma, aun cuestionando "si en la LTH debe estar todo".

Para Álvarez, la ley "genera un corsé al sistema que lo pervierte hacia dentro y hacia fuera desde el punto de vista de la modernización administrativa", aunque este experto no cambiaría el modelo. El gran problema, a su entender es la "absoluta" falta de coordinación. Las previsiones que el Estatuto y la LTH hicieron para ello no han funcionado. "Tenemos lo más parecido a reinos feudales competenciales", indica.

Si Olaverri defiende devolver a las Diputaciones a las cinco competencias exclusivas que tenía Álava -único territorio que mantuvo la foralidad con Franco-, a comienzos de los ochenta, muy distinta es la opinión de dos ex diputados generales alaveses. Guevara, partidario de hacer el mayor esfuerzo de clarificación, enfatiza que si por algo hay que cambiar la LTH es para adelgazar el aparato burocrático del Gobierno "y aprovechar la capacidad de Diputaciones y Ayuntamientos para que hagan con competencia lo que los ciudadanos les han obligado a hacer sin ella". Y el popular Ramón Rabanera apostilla: "No habría que tocar la ley. Si se retocara perjudicaría a unas Diputaciones que han administrado de forma ejemplar los impuestos de los ciudadanos".

Como "islas vascongadas" ve Álvarez que sigue siendo Euskadi en muchas cosas, "pretendiendo generar una identidad única de país, pero siendo incapaces hacia dentro de operar como un todo orgánico". Es algo "obligado y cuanto más tardemos, peor", concluye.

El precedente alavés de hace un lustro

La última vez que un informe técnico encargado por una institución abrió una discusión política sobre el entramado competencial vasco y las relaciones entre los niveles institucionales se produjo en febrero de 2006. Los protagonistas fueron Álava, cuya Diputación regía en esos momentos el PP, y el Gobierno de Juan José Ibarretxe.

Un análisis encargado por las Juntas Generales alavesas y realizado por cuatro catedráticos de la UPV concluyó que la Ley de Territorios Históricos se hallaba en "crisis" por la actuación del Gobierno y el Parlamento. Las leyes sectoriales aprobadas en la Cámara y, sobre todo, la proliferación de decretos reguladores del Ejecutivo habían dado lugar a un "vaciamiento generalizado" de las competencias de los tres Legislativos provinciales.

Uno de aquellos cuatro catedráticos fue Alberto López Basaguren. "Encontramos entonces que el mayor problema se daba con la consejería de Agricultura y tenía una motivación claramente política", recuerda ahora. "Agricultura había ido engordando su estructura de forma innecesaria, lo que se había traducido en una invasión clara de competencias", señala el senador del PP Ramón Rabanera, entonces diputado general alavés.

"Cuando el PNV perdió Álava [tras las elecciones forales de 1999], el Gobierno empezó a desarrollar una política impresionante en Agricultura y su destinatario fundamental fue el agro alavés", prosigue López Basaguren.

El informe concluía que el Ejecutivo "expropiaba" de hecho muchas competencias en esa materia. El entonces consejero, el peneuvista Gonzalo Sáenz de Samaniego, negaba en una comparecencia parlamentaria tal invasión dos meses después de conocerse el informe.

Pese al rifirrafe, Rabanera considera que, en conjunto, las relaciones mantenidas todos estos años entre las Diputaciones y Gobierno han sido "bastante buenas. Ha habido lealtad".

"Hay un origen político, clientelar y electoralista en muchas duplicidades, probablemente en las más importantes", concluye el catedrático de la UPV, mirando tanto a aquella situación como a la actual.

Una comisión "inmediatamente después" del 20-N

El Parlamento fue en febrero pasado -a partir de una iniciativa inicial de UPyD- el origen del debate abierto por el informe sobre duplicidades y en el Parlamento puede acabar residenciándose la discusión más amplia abordada sobre el entramado institucional vasco. Apenas dos días después de que el Gobierno difundiese las conclusiones del informe, los socialistas registraban en la Cámara una proposición no de ley en la que plantean que el Legislativo constituya "inmediatamente después" de las elecciones del 20-N una comisión que analice el texto y contraste las opiniones sobre "qué modelo de país" se quiere para los próximos años.

El PSE quiere que a esa comisión acudan el resto de instituciones implicadas, así como expertos en la materia, para "localizar las ineficiencias" de la "arquitectura institucional y fijar las soluciones apropiadas". Estas expresiones usadas en la proposición no de ley son exactamente las mismas que empleó el lehendakari cuando planteó esa intención en el pasado pleno de política general.

Muestra de la relevancia que los socialistas le dan a esta materia es que el texto de la proposición remitido a la Mesa de la Cámara es presentado por 24 de los 25 parlamentarios del PSE, todos menos el propio Patxi López.

El lehendakari dejó claro a su Consejo Asesor en la reunión en la que este analizó el informe, el pasado día 5, que su intención no era "modificar la arquitectura institucional de Euskadi, sino racionalizarla". Ello apunta a una escasa predisposición a tocar la LTH, cuya reforma no figura en el calendario legislativo.

"Nosotros sí tenemos pensada nuestra propuesta, por que el informe no lo vamos a dejar en un cajón", señala Manuel Salinero, secretario general de la Presidencia. Pero la precisión y la forma de hacerlo llegará en función de los trabajos de esa comisión después de las generales. "Las propuestas tendrán que ir por un nuevo reparto competencial si este no es eficaz, la eliminación de las duplicidades más burdas y la toma de decisiones ejecutivas. Habrá que tomar medidas normativas, medidas ejecutivas y de pura eliminación de duplicidades", se limita a apuntar ahora Salinero.

El informe, de 230 páginas, fue dirigido por Lehendakaritza con el apoyo técnico de dos consultoras -Deloitte y Everis-, que ganaron el corresponidiente concurso, adjudicado por 183.000 euros.

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Sobre la firma

Javier Rivas
Forma parte del equipo de Opinión, tras ser Redactor Jefe de la Unidad de Edición y responsable de Cierre. Ha desarrollado toda su carrera profesional en EL PAÍS, donde ha trabajado en las secciones de Nacional y Mesa de Cierre y en las delegaciones de Andalucía y País Vasco.

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