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Columna
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Éxito

Aquel hombre frágil y autodestructivo llamado Scott Fitzgerald siempre poseyó una lucidez extrema y un lirismo inimitable para expresar sentimientos, sueños rotos, estados de ánimo cercanos a la desolación. Antes de que a los 44 años le estalle su alcoholizado hígado, o su maltratado corazón, o su tristeza sin remedio, hace esta escalofriante declaración a través de uno de sus personajes: "Hablo con la autoridad que me otorga el fracaso". Pienso en la paradoja de esa certidumbre trágica viendo como un triunfador absoluto, un esperpento tan poderoso como corrupto, vuelve a eludir por infinita vez en el Parlamento ser despojado de la jefatura de esa Italia que inspira bochorno a cualquier persona sensata o decente.

Silvio Berlusconi se expresa con la autoridad que otorga el éxito, el todo vale si está avalado por el triunfo. Es inconcebible que un país esté gobernado por alguien que es dueño de los medios de comunicación más fuertes. Se supone que al cantante de cruceros también le avala su capacidad para convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo partiendo de la nada. O ser el dueño del Milan, aquel equipo que exhibió un esplendor duradero, que lo ganó todo desde que lo compró un empresario que sabía que "fútbol no es fútbol". Que independientemente de la estética, el entretenimiento o la emoción que implica ese espectáculo, ante todo es negocio, poder político y social, escenario natural de la corrupción, manipulación de masas, exaltación de los nacionalismos, estratégico reino de constructores y traficantes, una montaña de tópicos que son incontestablemente reales.

¿Alguien puede sorprenderse de que el fulano que utilizó la presidencia de este glorioso Barcelona para hacerse un hueco en la política también hiciera bisnes privados en nombre de ese equipo con déspotas uzbekos? ¿O que los terrenos del Real Madrid se revaloricen milagrosamente hasta límites escandalosos? Que socios, espectadores y forofos identifiquen el fútbol con la pasión, mientras que los dueños del universal tinglado hacen frías cuentas, planifican resultados y cuentan beneficios.

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