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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El amor atomizado

La comedia romántica -género al que, definitivamente, no pertenece (pese a las apariencias) el último largometraje de la danesa Lone Scherfig- ha aleccionado a su público en la creencia de que las buenas historias románticas siguen el inflexible patrón del deslumbramiento -el chico conoce chica-, la consumación, la ruptura y la reconciliación climática -el chico recupera chica-. La fórmula sigue funcionando, ante el estupor de críticos como quien firma estas líneas, a pesar de que la vida -y algunas películas sobresalientes como Dos en la carretera (1967) o, sin ir más lejos, esta sorprendente, madurísima One day- sigan quitándole la razón al lucrativo espejismo. Adaptación, a cargo del propio escritor David Nicholls, de la novela Siempre el mismo día -editada por Maeva, en traducción de Jofre Homedes-, One day altera ese determinismo de género para ahondar en una historia de amor que es una larga danza fracturada, hecha de desencuentros y pasos en falso, un tenso juego de seducción entre aparentes contrarios, que sigue más allá de donde una comedia romántica colocaría su happy end... y también de donde el melodrama reclamaría su clímax.

LAS ACACIAS

Dirección: Pablo Giorgelli. Intérpretes: Germán de Silva, Hebe Duarte, Nayra Calle Mamani. Género: drama. Argentina España, 2011. Duración: 85 minutos.

Como en la novela, la narración escoge el pie forzado de contar el romance entre Emma y Dexter a partir de la fragmentaria sucesión de sus quinces de julio -fecha del primer encuentro- a lo largo de más de dos décadas. En el proceso, ambos tendrán otras parejas y conocerán la luz y la sombra en sus respectivas trayectorias vitales... hasta que, finalmente, las leyes de la atracción cumplan lo que esbozaron al principio, aunque erosiones de otra suerte y traspiés del destino sigan condicionando su estar en el mundo. Anne Hathaway, limpia de la crispación forzada de La boda de Rachel (2008), y Jim Sturgess, que ya libera su potencial turbio, logran que la película brille, pero son Nicholls y Scherfig quienes imparten una lección magistral de concreción narrativa y conocimiento de las fragilidades humanas.

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