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Columna
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Cambios en la cultura política

El tema de las retribuciones de las cajas y bancos a sus exdirectivos, y de los diversos premios que se conceden y autoconceden, es de largo recorrido y, en general, salvo las famosas stock options de Terra/Telefónica en tiempos de Juan Villalonga, pasaron muy desapercibidos, quizá porque todo el mundo sentía que el dinero sobraba y que "si pudiera, haría lo mismo", que es lo que nos decía la gente en los grupos de discusión o focus groups a los sociólogos que nos dedicamos a sondear la opinión.

Hay ciertas diferencias legales decisivas entre la corrupción y un exceso de celo en el premio o autopremio, y debo hacerlo constar para que no haya malentendidos. En general, los premios empresariales tienen fundamento legal. Que sean más o menos éticos es otra cosa. En los tiempos que corren y tras dejar atrás el cuerpo agónico de las cajas gallegas, no parece de recibo premio alguno para los ejecutivos que siguen viaje a otros frentes y desastres. En estos tiempos, la crisis puede ser también una excelente excusa y oportunidad para obtener grandes réditos. Son muchas las grandes fortunas que se han hecho en estas circunstancias.

Amas de casa acogotadas por la crisis hablan de capitalismo como los líderes revolucionarios

Hay algo especialmente significativo en este momento de paro para unos y oportunidades para otros: una buena parte de la población responde a la situación girando a la derecha en esa variable de encuesta que los estudiosos de ello llamamos autoubicación, y que se construye sobre la respuesta que da el encuestado a la pregunta sobre la casilla en que se coloca, que va de uno (extrema izquierda) a 10 (extrema derecha). Tanto en el conjunto del Reino de España como en Galicia, esa cifra se mueve mucho en sus décimas y centésimas, que son muy importantes. Pero esto podría considerarse natural, en cierto modo: se carga la atribución de responsabilidad sobre el Gobierno del Estado. Siempre es así, sea o no cierto y hasta qué punto.

También es muy relevante que se convierta en habitual una palabra que convive perfectamente con ese giro a la derecha, y es una palabra apenas usada en periodos de calma y estabilidad: "capitalismo". Parecía una expresión decimonónica que ya no tenía sentido a día de hoy. Pues sí parece tenerlo. La parte de la población que mantiene su autoubicación en casillas de izquierda y centro-izquierda, que aún es mucha e incluso es más, según cuándo y dónde, que la que se mueve en esa escala en el sentido citado antes (giro a la derecha), esa parte de la población, digo, y no solo esa parte, debate en las barras de los bares, en las puertas de las iglesias y en las esquinas de la calle, sobre el dichoso capitalismo, palabra de moda en los mentideros populares, y de la que se llenan la boca también las amas de casa en las conversaciones de mercado. Señoras de su casa, acogotadas por la crisis, pasan a hablar del capitalismo como lo hubiera hecho cualquier líder revolucionario histórico, pero también como lo hacía la mitología nazi-fascista en sus ataques "al obrero y al burgués", enemigos jurados de aquella pequeña-burguesía angustiada entre dos fuegos históricos de gran fuerza. La ideología-bocata (se decía sandwich: clase sandwich) también está presente en los debates callejeros, antes inexistentes entre las costumbres de este reino.

La capacidad de seducción que el 15-M ejerció sobre una parte importante de la población recolocó la palabra "capitalismo" en los diccionarios no escritos del debate en la calle, y eso es algo que está cambiando la cultura política de las elites, al menos: se vuelve a hablar en términos globales económicos y cualquier ideología que quiera tener futuro debe hacerlo. Un cierto giro a la derecha motivado por razones de circunstancia política, convive sin problema con un electorado discutidor que se apunta a un bombardeo verbal en cualquier lugar en que se hable, eso sí, de capitalismo. Ya no se discute de minucias.

A medio plazo todo esto puede entrañar un nuevo cambio significativo en la cultura política. En eso estamos. Incluso Feijóo se pasa al enemigo y se hace llamar socialdemócrata. No es el único, también Rubalcaba quiere recolocar en su lugar natural a los socialistas, movidos por la crisis y la presión de la Europa conservadora, pero Europa ya está cambiando. La señora Merkel empieza a moverse en otra dirección, y con ella los demás líderes conservadores, muy debilitados por la misma crisis. El que no corre, vuela. Hablemos de capitalismo.

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