Año nuevo, vida vieja
Comenzó el curso; se presentaron en sociedad unos cuantos jugadores interesantes que, en general, hacen alimentar esperanzas a sus respectivos equipos y terminaron ganando los mismos con ese del que siempre hablamos como justo mvp. Resumiendo, año nuevo, vida vieja. En una nueva demostración de su dominio de los tiempos de un partido, el Barcelona aguantó, templó y, como hizo contra el Madrid, llegado al territorio de la definición, se dejó de contemplaciones, clavó al Caja Laboral en 65 puntos (curioso, al Madrid se le apagaron la luces con el mismo guarismo en el marcador) y, de la mano de ese del que siempre hablamos, se llevó un nuevo título a la sala de trofeos del Camp Nou. Precisamente, en esa contundencia, acierto y claridad de ideas que suele mostrar el equipo azulgrana cuando se juega en el filo de la navaja se basa el porqué de un favoritismo que ya se remonta a varias temporadas atrás y que, salvo alguna excepción, ha terminado por auparle a diferentes podios.
Mientras los demás equipos notan la presión, les tiemblan las muñecas y las piernas y acaban viendo el aro del tamaño de un anillo de boda de dos hobbits, al Barça le ocurre lo contrario. En cuanto huele nervios, se tira a la yugular, aprieta las clavijas en la defensa y no para hasta llevar a sus rivales al diván del psicoanalista, en el que no paran de preguntar qué es lo que deben hacer para cambiar el final de la película. Es que tienen a ese del que siempre hablamos, podría ser la respuesta, pero es que no es el único, ni mucho menos, lo que imposibilita que la tarea defensiva del adversario se limite a evitar sus habituales destrozos. Porque a su sobremarcaje responde encontrando a Lorbek, que las suele meter cuando hace falta. O, si no, puede optar por dejar el mando a Marcelinho, otro al que le ponen como una moto estas situaciones, para que clave un triple con un pie en el aire, quién sabe si en homenaje a ese del que siempre hablamos. Sumemos que N'dong anota, intimida y rebotea o que a Eidson, recién llegado, no le puedes dar un metro de distancia. Y esto fue ayer, pero mañana puede que sean otros los protagonistas, aunque ese del que siempre hablamos es raro que no esté en la lista.
Y mira que el Caja Laboral jugó un buen partido hasta el fatídico 65. En su enésima reconstrucción, demostró que ha vuelto a armar un equipo competitivo fichando jugadores que invitan a la esperanza, como Seraphin, Huertel o Williams (mejorarán con el paso de los meses) y cuenta otra vez con Prigioni, que da pausa (a veces, excesiva) y también es capaz de dar puntos. Con dos triples suyos colocó al Barça en una aparente situación incómoda. Y digo aparente porque ir perdiendo por siete puntos a menos de ocho minutos para el final del partido, si tuvo un efecto, fue el de despertar el tremendo instinto competitivo que habita en unos cuantos de sus jugadores. En dos minutos escasos, ocho puntos del que siempre hablamos y otro triple de Lorbek cambiaron por completo la decoración y sumieron en una profunda impotencia al cuadro vitoriano. No es para menos, porque tirar por la borda más de 30 minutos de enorme esfuerzo en cuatro ataques mal gestionados y en otras tantas defensas ineficaces puede resultar desesperante.
El Barça sigue dominando la escena porque no admite parangón en su capacidad para cerrar los partidos. Lo saben ellos y lo saben sus rivales. Mientras Caja Laboral, Real Madrid o Bizkaia Bilbao, por nombrar a los participantes en esta Supercopa, no mejoren sus prestaciones en este difícil arte, partirán con una importante desventaja cada vez que se la jueguen con los azulgrana. También podría ocurrir que ese del que siempre hablamos se canse de hacer lo que hace. Pero yo no confiaría mucho en ello cuando se trata de un tal Navarro.
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