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El conflicto de Oriente Próximo

Abbas desafía a Netanyahu y a EE UU

El presidente palestino pide a la Asamblea General un Estado de pleno derecho - Netanyahu advierte que la paz no puede lograrse solo con resoluciones de la ONU

Antonio Caño

Apelando a la conciencia mundial y a la justicia de una causa defendida democrática y pacíficamente, Mahmud Abbas solicitó ayer la admisión de Palestina como Estado de pleno de derecho de Naciones Unidas, un paso histórico que arrincona diplomáticamente a Israel y a su principal valedor, Estados Unidos, y que abre un futuro con menos esperanzas que incertidumbres y riesgos en Oriente Próximo. "Esta es la hora de la verdad, ha llegado el momento de la independencia para el pueblo palestino", dijo Abbas entre los aplausos atronadores de una Asamblea General que dejó claro de la manera más efusiva de qué lado está.

Pero la Asamblea General no tendrá que votar por el momento. La petición palestina será tramitada primero en el Consejo de Seguridad de la ONU, el único órgano con autoridad para admitir a un nuevo miembro y donde EE UU ha anunciado que hará uso de su derecho al veto para rechazarla en el que caso de que ésta obtuviese los nueve votos que se requieren para su aprobación, lo que no es seguro.

La petición se va a estrellar con la complejidad de negociar con Israel
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La actuación de Abbas ayer en la ONU, apasionada y comedida a la vez, tiene varias dimensiones y puede provocar distintas consecuencias. Desde el punto de vista simbólico y emotivo, su éxito fue clamoroso. Eso, en sí mismo, puede servir enormemente para potenciar una causa que languidecía y para obligar a las otras partes a romper el actual impasse. La paralización de los últimos años solo ha servido para que Israel, que sigue construyendo asentamientos, se fortalezca y se extienda.

Pero desde el punto de vista práctico, político y diplomático, esta petición de un Estado seguramente se va a estrellar con una realidad muy difícil de modificar: la complejidad de la negociación con Israel, que siente en peligro su supervivencia como Estado, y el apoyo inevitable de EE UU a su aliado judío, incluso con un presidente, como Barack Obama, que hizo un intento de ser neutral.

También desde este aspecto, el de la viabilidad, Abbas estuvo prudente y conciliador en su discurso ante la Asamblea General. "No queremos aislar a Israel ni deslegitimarlo, solo queremos legitimar al pueblo palestino", dijo. "Tiendo la mano a Israel para que aproveche esta ocasión... Estamos dispuestos a regresar inmediatamente a la mesa de negociaciones", añadió.

Describió el futuro Estado palestino con algunas características que el actual Gobierno de Benjamín Netanyahu rechaza, como su soberanía dentro de las fronteras de 1967 -lo que incluye la actual Cisjordania, Gaza y el Este de Jerusalén- y el establecimiento de la capital en la Ciudad Santa. Exigió también la paralización de los asentamientos como condición para establecer un diálogo auténtico. Pero mostró flexibilidad para discutir todos esos asuntos, y otros como el del regreso de los refugiados palestinos, si Israel admite la existencia de Palestina como Estado.

Netanyahu trató igualmente de ser moderado en su intervención ante la Asamblea General, a continuación de la de Abbas. Y también obtuvo aplausos, aunque mucho más tímidos, cuando se ofreció a negociar con los palestinos los términos de "una paz justa y duradera" y propuso hacerlo ayer mismo, aprovechando que los dos están en Nueva York.

Ambos líderes hicieron un recuento de las calamidades sufridas por sus pueblos desde que en 1948 la ONU decidió la división de la antigua Palestina bajo ocupación británica en dos Estados, uno árabe y el otro judío. Abbas recordó las expulsiones, persecuciones y represión de que han sido objeto los palestinos en estos "63 años de sufrimiento". Netanyahu, las agresiones árabes y las amenazas de exterminio, algunas tan recientes como las que el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, pronunció un día antes en este mismo foro.

Los dos recorrieron también las vicisitudes de varios años de negociación para concluir que fue el otro quien impidió un acuerdo. Los palestinos aceptaron el derecho a la existencia de Israel y renunciaron a su territorio anterior a 1967, sin que eso sirviera de nada. Los israelíes reconocieron a la Organización para la Liberación de Palestina y se retiraron de Gaza y de gran parte de Cisjordania, sin que eso sirviera para nada.

Hoy el conflicto es tan inabordable políticamente como lo ha sido siempre y tan explosivo como lo ha sido siempre. Si se llega al momento en que EE UU tenga que vetar el sueño palestino, la ola de irritación y quizá de violencia en el mundo árabe está garantizada. Ni qué decir del prestigio de Obama en una región con la que intentó hacer las paces desde el primer día de su presidencia.

Algunas cosas pueden, sin embargo, cambiar como resultado de la jornada que ayer se vivió en la ONU. Uno de los méritos de Abbas fue el de exponer con nitidez que este no es un asunto en el que haya que tener en cuenta derechos humanos, terrorismo o democracia. Abbas dejó clara la renuncia de su pueblo a la violencia y aseguró que "el Estado que queremos es un Estado donde regirá el imperio de la ley, la democracia, la libertad y la transparencia".

Para Netanyahu, para Obama y para muchos israelíes debía de ser fácil deducir de esas palabras que esta es quizá la última oportunidad de que Israel haga la paz con un Estado palestino democrático y pacífico.

La generación que suceda a Abbas en el liderazgo palestino, la generación que tenga que gobernar la frustración que pueda dejar un fracaso en la ONU, no va a volver a la Asamblea General con una rama de olivo en la mano.

El primer ministro de Israel insistió en su discurso en que "los palestinos tendrán que hacer la paz con Israel si quieren tener un Estado". También Abbas habló de paz, pero mientras en la paz israelí prima la seguridad, en la paz palestina prima el territorio. Abbas preguntó al mundo si va a permitir "que Israel ocupe para siempre". La representación del mundo, si así entendemos a esta Asamblea General, le dijo ayer que no. Pero no es al mundo a quien tiene que preguntarle, sino a Israel.

Un grupo de palestinos en Hebrón muestra zapatos en señal de rechazo durante el discurso de Benjamín Netanyahu en la ONU.
Un grupo de palestinos en Hebrón muestra zapatos en señal de rechazo durante el discurso de Benjamín Netanyahu en la ONU.HAZE BADER (AFP)

Visiones enfrentadas sobre el conflicto

- Mahmud Abbas:

"La OLP está lista para volver a la mesa negociación con un cese completo de las actividades de los colonos".

"Somos el último pueblo en estar ocupado. ¿Permitirá el mundo a Israel estar por encima de la ley? ¿Es esto aceptable?".

"Nuestros esfuerzos no van destinados a aislar a Israel ni a deslegitimarlo, sino a ganar legitimidad para el pueblo palestino. Solo queremos deslegitimar la acción de los colonos".

"Nos adherimos a la renuncia de la violencia y al rechazo del terrorismo, especialmente del terrorismo de Estado".

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