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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Grecia en el euro

El compromiso de permanencia en la eurozona de Grecia, anunciado esta semana por la canciller Merkel tras la conferencia telefónica con el presidente Sarkozy y el primer ministro Papandreu, constituye una señal tranquilizadora. El desenlace de abandono del área monetaria del país heleno había cobrado probabilidades cada día mayores, aun cuando las dificultades técnicas, jurídicas y políticas para su concreción fueran importantes. En Alemania ya no eran aficionados a la ficción quienes manejaban escenarios de una eurozona diferenciada, o directamente la exclusión de algunos Estados miembros. Ha hecho bien la canciller en reducir de forma muy significativa la virtualidad de un desenlace tal.

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Que la eurozona no se fragmente, o se segmente en un centro y una periferia, no significa que Grecia pueda evitar la suspensión de pagos en sus obligaciones de deuda pública y la consiguiente reestructuración. En esta crisis, en la muy cuestionable gestión que se está haciendo de la misma por las autoridades nacionales y comunitarias, parece prestarse mucha más atención al cuidado del lenguaje que a la concreción de soluciones adecuadas a los muy serios problemas que siguen vigentes. El reconocimiento formal de merma en el principal de la deuda griega mantenida por inversores privados se podría tratar de sustituir o camuflar con cualquier eufemismo, pero lo que resulta muy probable es que no haya más remedio que los acreedores acepten alguna de las posibilidades de canje que incorpore una reducción de hecho en el valor actual neto de esa deuda. Se llame como se llame. Si se difieren vencimientos y se admite un tipo de interés más bajo que el del mercado, los acreedores verán erosionarse el valor de sus títulos de deuda pública de ese país.

Los datos básicos de esa economía siguen siendo inquietantes y poco compatibles con la atención normal al servicio de su deuda. La deuda pública total superará al término de este año el 165% del PIB. El déficit público tampoco se ajustará a las previsiones difundidas la pasada primavera y probablemente no será inferior al 10% del PIB. No hay mucho que privatizar, o al menos activos que en las circunstancias actuales generen valor significativo para atenuar los abultados pasivos. Nadie confía en las posibilidades de que esa economía crezca a corto plazo lo suficiente para generar ingresos impositivos suficientes. La recesión es pronunciada y seguirá siéndolo, dada esa orientación contractiva de la demanda pública y la ya explícita en la demanda exterior. Ninguna economía de la eurozona crecerá más en la segunda mitad de este año que en la primera.

El horizonte es ciertamente amenazador. En primer lugar para los griegos, que siguen sufriendo la muy mala gestión y no siempre honesta de sus Gobiernos: del suministro de mala información contable acerca de sus pasivos públicos y, desde luego, de la falta de reformas que permitan, cuando menos, recaudar los impuestos existentes. A pesar de que la economía griega no disponga de un tamaño significativo, el contagio ya ha dañado mucho al crédito de otras de la eurozona y, no menos importante, las posibilidades de crecimiento. Sería bueno que además de vigilar el cumplimiento de los compromisos griegos las autoridades no descuidaran las más necesarias posibilidades de recuperación en el conjunto de la eurozona.

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