Las perspectivas empeoran
Una vez conocidos los datos de la contabilidad nacional del segundo trimestre y la información más reciente de los distintos indicadores nacionales e internacionales, procede hacer una revisión de las previsiones macroeconómicas para lo que resta del año y para el próximo.
La semana anterior señalábamos el deterioro registrado por prácticamente todas las economías avanzadas en los últimos meses, así como de las condiciones financieras y de los indicadores de confianza y expectativas. La ya de por sí lenta recuperación se ha frenado notoriamente y las tendencias apuntan a que continúe esta tónica hasta el final del año, tal como ha señalado esta semana la OCDE en sus previsiones para los países del G-7.
En un escenario optimista podría retomarse la lenta recuperación en 2012 y que el PIB creciera un 1%
El corolario más negativo es que con estos crecimientos del PIB no se crea empleo
España no es ajena a este empeoramiento generalizado. Como muestra, ahí tenemos los datos de afiliación a la Seguridad Social de julio y agosto, cuya caída en términos desestacionalizados se intensifica respecto al ritmo de trimestres anteriores. Un dato importante conocido esta semana ha sido el Índice de Producción Industrial (IPI) de julio, de nuevo notablemente peor de lo previsto, como ya avanzaba otro buen indicador de la actividad del sector, el PMI manufacturero, cuyo dato de agosto, por cierto, sigue apuntando a la baja. Esto significa que no solo la demanda interna sigue débil, sino también las exportaciones, que hasta ahora han sido prácticamente la única fuente del crecimiento. Tampoco los servicios presentan mejores perspectivas: los PMI de julio y agosto de este sector empeoran incluso más que los de la industria.
¿Qué factores están detrás de estos datos? Como ya se ha señalado, las exportaciones de bienes parece que se han frenado en seco, aunque aún prosigue la fuerte recuperación del turismo. El empleo sigue cayendo, los salarios aumentan por debajo de los precios y las prestaciones sociales por desempleo disminuyen, todo lo cual hace que el consumo de los hogares no despegue. Por su parte, el gasto público en consumo y sobre todo en inversión se está recortando notablemente. El mercado de la vivienda sigue peligrosamente a la baja, destruyendo empleo y provocando pérdidas crecientes a las entidades financieras. El nuevo empeoramiento de los mercados financieros hace que dichas entidades no pueden refinanciar su deuda (emisiones de los años anteriores), con lo que disminuyen los recursos prestables. El escaso aumento del crédito total del sistema va a financiar los elevados déficit de las administraciones públicas, con lo que la financiación al sector privado no financiero, especialmente a la pequeña y mediana empresa, se reduce notablemente. En este ambiente de falta de demanda, de pobres expectativas y de escasez de crédito, la inversión de las empresas se hace imposible y, con ello, la creación de empleo.
Así pues, las previsiones apuntan a que el PIB español prácticamente se estanque en los dos trimestres que quedan del año. Ello significa que no se va a alcanzar el crecimiento medio anual del 1,3% que prevé el Gobierno ni el 0,9% que preveíamos en Funcas hace tres meses. La previsión se queda ahora en el 0,7% [gráfico superior izquierdo].
La incógnita es el año próximo. Desde luego, hay que descartar el crecimiento previsto por el Gobierno del 2,3% y el 1,5% de Funcas de hace tres meses. Poniéndonos en un escenario optimista, en el que las condiciones financieras se van despejando en lo que resta de año y el comercio internacional recubra su dinamismo, podría retomarse la lenta recuperación a comienzos del próximo y ello posibilitaría un aumento medio anual del PIB del orden del 1%.
El corolario más negativo es que con estos crecimientos del PIB no se crea empleo. Las previsiones iniciales de que así fuera a partir de los meses finales de este ejercicio, habrá que retrasarlas un año, con lo que la tasa de paro difícilmente va a bajar de los niveles actuales
[gráfico superior derecho]. La inflación es lo que podría ir a mejor, pues si la economía mundial sigue perdiendo ritmo, los precios del petróleo y otras materias primas deberían descender significativamente, lo que supondría una ganancia de poder adquisitivo para los exhaustos bolsillos de las familias.
Siento darles estos malos augurios, pero créanme, mis colegas me dicen que esta vez estoy bastante optimista. -
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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