¡Aquí falta ciudad!
Sorprende que una de las primeras decisiones que tomó el nuevo alcalde de Barcelona fuera dejar de momento en pie el nudo viario de las Glòries. Los vecinos, claro, pusieron el grito en el cielo: llevan años esperando soluciones para uno de los puntos peor definidos de la trama de Barcelona. Aquí tenemos tres partes en juego. Por un lado, Vicent Guallart, arquitecto jefe, una personalidad potente, dispuesto a estructurar un modelo diferente de urbanismo, que incluya también la manera de producir; por otro, los vecinos, que se mantienen fieles a la rutina de reclamar equipamientos, como si fuera un mantra, sin pedir al mismo tiempo que se haga ciudad; y por último, un proyecto vigente de plaza de las Glòries que, si se lleva a cabo, será un nuevo desastre sobre un tejido fallido.
Los espacios grandes no son tradición en Barcelona y no funcionan, excepto si tienen cierta vida propia
Ahora leo que el Ayuntamiento quiere modificar el proyecto, pero que lo va a hacer con guantes, para no dejar huellas. Que no se atreve a tirarlo a la papelera y empezar de nuevo, aunque esto implique unos pocos meses más de espera.
Para evaluar el caso, me voy a vivir una experiencia: me propongo dar la vuelta completa al anillo, a pie, bordeándolo por afuera. Salgo del metro, justo delante del futuro Disseny Hub, que resulta ser un edificio gris y pesado que más que una grapadora es un yunque. Por qué los arquitectos diseñan tanto en gris, cuando la Barcelona histórica tiende al ocre y al ladrillo, es un misterio. El caso es que el trasto, antipático, se interpone en el camino visual de la torre Agbar que como contraste parece ingrávida e inocente. Cuando estos dos iconos desaparecen de la vista, pierdo la orientación y ya no puedo decir qué avenida estoy cruzando: aquí se mezclan los tráficos de Diagonal y Meridiana, mientras que la Gran Via pasa en altura y se oye el truc-truc característico de unos coches invisibles que rozan las juntas del pavimento superior. Todo tiene una sordidez acentuada. No es tanto una degradación del tejido urbano, como una falla en la urbanización, una dejadez. Esto es suburbio puro, esos suburbios un poco cinematográficos hechos de hollín, cemento, vacío y una relativa sensación de soledad y peligro.
El problema es que la ciudad queda muy lejos. Los edificios reconocibles están aislados de esta realidad, pertenecen a otro mundo, excepto los viejos Encantes, que serán trasladados a dos pasos del Teatro Nacional y que de momento aportan lo suyo a la sordidez. Está el centro comercial, casi invisible, que contribuye a la idea de suburbio. La cívica Farinera -una pieza notable-, el teatro y algunos edificios municipales están demasiado dispersos para pesar sobre la plaza: ni la dibujan ni la nutren. Y mucho más allá, inalcanzables en el horizonte, las viviendas. El resultado es que esto está muerto, la actividad humana es casi inexistente, excepto por los vehículos. En el centro de este círculo estéril, las encinas del antiguo parque han crecido pletóricas y merecen ser salvadas, sea cual fuere el futuro de todo este espacio, que resulta ser el centro geográfico de Barcelona. La conclusión del paseo es que aquí no hay ciudad, que no la ha habido nunca. Es una periferia moral.
De esta realidad tendrá que nacer la futura plaza. El proyecto actual respeta el vacío: crea una enorme plaza cuadrada sin nada alrededor. Es un error notable: los espacios grandes no son tradición en Barcelona y no funcionan, excepto si tienen vida propia, pero aquí -como en el Fòrum- la vida cae muy lejos. Dice Daniel Mòdol, el arquitecto responsable: no estamos creando el vacío, el vacío es previo, ya existe. Efectivamente, y razón de más para crear ciudad donde no la hay. Celebrar el vacío es perpetuar el fracaso. Es un disparate poner equipamientos dispersos, en bloques autónomos y perimetrales, y dejar una extensión vacante, lejos de todo, esperando que la vida humana la conquiste. Si falta ciudad hay que hacer ciudad. Y esto significa inventar una plaza clásica, edificada, compacta, poner comercio, vivienda y actividad, rellenar la trama urbana, mezclar los equipamientos con el tejido privado, con la gente. En otras palabras, empezar de nuevo.
Patricia Gabancho es periodista
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