La invisibilidad española
A la mitad de los campeonatos, el casillero solo registra el bronce de Natalia Rodríguez
José Marín, que tiene algo de sofista, responde a la pregunta con otra pregunta: "¿Cómo es posible que lo hiciéramos tan bien en ocasiones anteriores? Nosotros no disfrutábamos de las medallas porque pensábamos que era lo normal y siempre nos criticaban. Volvíamos con media docena de ellas y nos decían eso de que ocultaban el fracaso de muchos atletas. Pensábamos que aquello era así y... no es así más", dice el marchador catalán (campeón de Europa en 1982, tercero en los Mundiales de 1987, siempre entre los primeros en los 20 y los 50 kilómetros) cuando se le apunta que quizá no están yendo muy bien las cosas al equipo español de atletismo.
No parece que se pueda criticar en Daegu por la abundancia a la selección nacional. Cumplida la mitad del calendario (ayer fue día de descanso salvo por los 20 kilómetros, femeninos, de marcha), España permanece casi invisible en las dos clasificaciones que actúan como termómetro de las actuaciones. Tan solo figura el bronce conquistado por Natalia Rodríguez en la final de 1.500m en la tabla de países con medallas. "Hay que tener en cuenta que las mínimas han sido muy altas", dice Marín, "y que muchos atletas lo han dado todo por conseguir la suya. Un atleta que sufre para lograr clasificarse es muy difícil que triunfe, aparte de que seguramente llegará pasado de forma. Pero así es el sistema".
"Muchos lo dieron todo para lograr las marcas mínimas", explica el exmarchador Marín
En ninguno de los 12 Mundiales anteriores terminó España sin medallas. Cuando aún no han actuado algunos de los llamados pesos pesados (Beitia, que llega tocada, en altura; Cáceres y Méliz, en longitud; España, en los 5.000 metros-, tampoco la marcha, el granero nacional, como Tierra de Campos, tan salvadora en otros tiempos, ha roto por ahora con la tendencia.
No se puntuó en los 20 kilómetros masculinos ni tampoco en los 20 femeninos disputados en la radiante mañana estival de ayer (demasiado radiante para las atletas: a la humedad se unió un sol demasiado picante a esas horas), en los que se impuso la fenomenal rusa Olga Kaniskina, de 26 años, imbatible e imbatida en alta competición desde 2007: es su tercer título consecutivo y también fue campeona olímpica en Pekín y europea en Barcelona. La primera española fue Beatriz Pascual, novena, lo que no le sentó nada bien. María Vasco, la gran veterana incombustible, fue 13ª y María José Poves fue descalificada por los jueces.
Ciertas voces hablan en el equipo de falta de ganas de pelear, de competir, de cierta inclinación a creer que lo importante era clasificarse para los Mundiales, no competir en ellos. Pascual, evidentemente, vista su reacción, no es de ese grupo. "Mi actuación ha estado mal", dice la marchadora catalana, que había sido sexta en los Juegos de Pekín y en los Mundiales de Berlín, y quinta en los Europeos de Barcelona. "No me he entrenado para ser novena. Venía para estar entre las cinco primeras, pero quizás me he sobrevalorado...", reflexiona con espíritu crítico.
"Los primeros de aquí ni son mejores competidores ni más profesionales que los nuestros", continúa Marín, que, aparte de ser el entrenador de Pascual, es el director técnico de la marcha; "y sí que tenemos ganas de pelear". Pelear sí que peleó Pascual en la avenida más comercial de Daegu (por encima del asfalto, el sudor; por debajo, los sueños en forma de interminables galerías comerciales), pero no lo hizo bien. "Yo creía que iba bien y, cuando recibí dos avisos por irregularidades, me sorprendí, y perdí la concentración", dice la barcelonesa, de 29 años. "Decidí levantar un poco el pie para que no me descalificaran y luchar por entrar entre las ocho primeras, pero pinché y, al final, ni una cosa ni otra", se lamenta.
"Iba muy atrancada", afirma Marín; "con zancada poco larga y moviendo mucho por arriba. A esa velocidad [la ganadora entró en 1h 29m 42s y Pascual lo hizo a 2m 4s: su mejor tiempo es de 1h 27m] que no era mucha, tenía que haber ido mejor, sin bracear tanto".
Vasco, por su parte, sufrió un apagón mediado el kilómetro 15 y acabó que no sabía ni si había terminado y vomitando en la enfermería. Reclamó para ella la condición de humana y recordó que no había preparado los Mundiales porque solo piensa en Londres 2012. "Mis quintos Juegos van a marcar otra historia", sostuvo la única atleta medallista olímpica española: bronce en Sidney 2000.
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