¿Exhibición o 'striptease'?
Nibali rompe el pelotón en el descenso con cuatro compañeros, pero Lastras frustra su plan
¿Exhibición o striptease? Esa es la sutil cuestión que en el escenario de Córdoba propuso el Liquigas de Nibali. Exhibición porque cuatro corredores del equipo italiano, en plena caza de cuatro fugados, fueron destrozando el pelotón con los pedales convertidos en cuchillos y cuando los cazaron vieron que era posible llegar a la meta en comandita, como una contrarreloj por equipos y celebrar una victoria triunfal. Striptease porque Nibali, un candidato, se desnudó en una etapa intrascendente, muy seguro de su cuerpo, empujando la sorprendente fuga, quizás en busca de las bonificaciones para reducir distancias con sus oponentes. El problema es que al tablao subió Pablo Lastras, un intruso del Movistar en la fiesta del Liquigas. Eran cuatro contra uno, pero en un sprint ya se sabe que el margen de acierto y de error es delgadísimo. Lastras era un lastre en esa exhibición o striptease italiano. El día anterior Purito Rodríguez había reventado a sus rivales subiendo aquella rampa magnífica y Nibali debió pensar que él podía devolverle la bofetada bajando, recuperar el tiempo perdido y carcomerles la moral con un golpe de efecto espectacular.
¿Merecía la pena el esfuerzo? Lo merecía, por los segundos posibles y por la luminosidad del empeño. Pero no lo mereció, porque al final Lastras fue el mosquito inteligente que picó al Liquigas. Querían que ganase Nibali para conseguir los 20 segundos de bonificación que convirtieran la exhibición o el striptease en una jugada maestra. Pero Lastras apretó en el sprint y Nibali no era un opositor serio en esa disciplina, así que el eslovaco Sagan tuvo que apretar los dientes para asegurar el triunfo de etapa de su equipo. Su compañero Agnoli fue tercero y Nibali cuarto, fuera de las bonificaciones y conformado con los 17 segundos que obtuvo de ventaja real sobre Rodríguez.
El Alto del 14%, que así lo denominan ahora, a 20 kilómetros de meta, era un reto que podía marcar alguna diferencia. Tenía un par de rampas interesantes donde podían establecerse pequeñas diferencias. Pero el daño se produjo en el descenso. Antes había atacado Moncoutié y después Tony Martin, propulsando el ritmo que marcaba primero el Leopard, buscando la llegada masiva para Bennati, y después sobre todo el Liquigas, quizás sin prever lo que iba a ocurrir kilómetros más tarde.
Inexplicable, generosa y bella fue la actitud final del Liquigas, como inexplicable fue el sprint que dejó al jefe sin el bonus que buscaba en la meta de Córdoba, que no era tanto la victoria como la bonificación. Un final que rompió las expectativas iniciales que preveían una escapada tranquila en una etapa larguísima y que se permitió a los últimos clasificados de la general. Les dejaron llegar hasta Córdoba, pero en el primer paso de meta. Luego los engulleron con la misma facilidad que un peón caminero vacía un botijo. Tanto andar y andar, tanto correr y sufrir, tanto soñar, para que todo se dilucidase en 20 kilómetros frenéticos, inesperados, con el Liquigas desatado demostrando que el ciclismo puede ser excelso cuando dobla el espinazo y mira hacia abajo. A 90 km por hora llegó a descender el Liquigas en su ansiosa mirada a la meta de Córdoba. Allí triunfó el eslovaco Sagan, pero a Nibali se le quedó una sonrisa de Gioconda.
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