Fuera y dentro del iglú
El Bloque no celebrará su Asamblea Nacional el 22 y 23 de octubre. Los debates congresuales y la elección de su nueva dirección se harán tras la catarsis del 20-N, ya con la convocatoria de las autonómicas de 2013 asomándose al calendario. Enmendando elegantemente el manifiesto de 18 alcaldes nacionalistas, Guillerme Vázquez, como portavoz de la mayoría dirigente, sentenció que los debates siempre enriquecen pero que las prioridades son otras. A saber, lo relevante es prepararse para salvar con éxito las legislativas estatales y es un secreto a voces que no se dan las condiciones de acuerdo necesarias para hacer de la XIII Asamblea un foro de entusiasmos que permita a los nacionalistas un mejor posicionamiento en la concurrencia electoral de otoño. El próximo sábado 27, salvo milagro, se decidirá que serán los (excelentes / buenos / insuficientes / malos / apocalípticos) resultados en las generales los que enmarquen los debates asamblearios y el futuro del BNG.
La UPG está lastrada por su incapacidad de aumentar la influencia política y social del Bloque
La retórica dominante se adorna de convicciones ideológicas indiscutibles, pero en el frente nacionalista reina la confusión y el miedo al futuro. En la tortuosa historia del BNG las soluciones nunca nacieron de monólogos y, a día de hoy, las dificultades existentes para el diálogo entre sus colectivos, partidos y corrientes no solo impiden acertar con la definición de soluciones mancomunadas sino que ni tan siquiera hacen posible alcanzar un enunciado compartido sobre la naturaleza de los problemas de estrategia, discurso, liderazgo, rigidez organizativa y déficits democráticos que lastran al Bloque. Se debate, en definitiva, la necesidad (o no) de reinvención, renovación o refundación del nacionalismo gallego y, en esencia, hay tan solo dos bandos: los que desean repensar el BNG y los que lo quieren despensar etiquetando como unidad lo que es simplemente inmovilismo.
Hubo una época dorada de crecimiento electoral en la que lo que era bueno para la UPG era bueno para el BNG y viceversa. Pero de eso hace ya mucho tiempo; en la actualidad, la posición determinante de la U, como partido central del BNG, se ve impedida por su incapacidad para ofrecer un proyecto de avance y ampliación de la influencia política y presencia social e institucional del nacionalismo. Ante el incierto futuro, en su idea, el BNG debe consagrar sus energías a mantener el corpus ideológico establecido sin ninguna innovación en el status quo organizativo: fuera de lo deseable queda, incluso, todo amago de cambio al gusto del Gatopardo y, por supuesto, aquella feliz política de laissez faire, laissez passer que permitió a Xosé Manuel Beiras liderar el BNG como Proxecto Común y lograr su sorpasso electoral respeto del PSdeG.
Fernando Blanco, ex conselleiro de Innovación e Industria, nos agasajó con una lúcida explicación termodinámica de la lógica doméstica-política que impera en el BNG: "Fuera del iglú hace mucho frío. Se puede hacer otro iglú, pero hay muchos que quedan en el camino cuando lo están construyendo. Creo que lo más seguro es estar en medio de la tormenta dentro del iglú, bien protegido y dejar pasar esas invernadas para después, con más luz, ver las cosas de otra manera. No digo que no sea legítimo, pero creo que el nacionalismo está nucleado esencialmente alrededor del BNG y ahí es donde tenemos que actuar todos para hacer los cambios que sean necesarios". Lo que pone en cuestión la solidez del iglú es que los cambios necesarios no acaban de cuajar en nuevas políticas y formas de relacionarse con los ciudadanos.
Se espera de los nacionalistas un diálogo convergente, no monólogos paralelos o un quietismo existencial, para rediseñar el BNG como fuerza política innovadora que garantice el protagonismo de Galicia como un actor nacional afianzado en su autogobierno y en las capacidades de su sociedad civil. Hasta 2001, el BNG fue reconocido electoralmente como un intelectual colectivo solvente para ofrecer un marco interpretativo que identificaba políticas públicas practicables y beneficiosas para amplios sectores de la sociedad gallega. El Bloque pudo así atraer con éxito a electores de centro -progresistas templados y galleguistas moderados- al tiempo que conservaba la fidelidad de aquellos que se identificaban con la izquierda nacionalista. Galicia como nación con futuro necesita un nacionalismo abierto y una izquierda plural. Para repensarse así, el BNG debe aventurarse a salir de un iglú que lleva más de una década derritiéndose y que amenaza ruina. De nada vale soñar con una Galicia tropical. El termómetro indica que, dramáticamente, empieza a hacer tanto frío dentro como fuera del iglú.
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