La función debe continuar
Los analistas peruanos suenan cada vez más preocupados. Junio cerró con un crecimiento del PIB de apenas el 5,33%, el más bajo en 17 meses. Se trata, coinciden todos, de la resaca del proceso electoral que concluyó con el nacionalista Ollanta Humala asumiendo la presidencia el pasado 28 de julio. Para colmo de males, el nuevo ministro de Economía ha tenido que reconocer que, a diferencia de crisis anteriores, la difícil situación que atraviesan actualmente EE UU y Europa seguramente le costará un punto al crecimiento proyectado para fines de este año. Si China se contagia y bajan los pedidos de materias primas, el efecto será peor.
En el gremio de los economistas se escucha pesimismo y tensión ante las posibles medidas que aplicará el nuevo presidente. Para el peruano de a pie, en cambio, nada parece haber cambiado. Basta con visitar uno de los tantos multicines que se han abierto en Lima en los últimos años para comprobar el contraste entre la tensión de los analistas y la indiferencia del ciudadano común para el que no ha cambiado nada, al menos por ahora.
La crisis de EE UU y Europa restará un punto al alza del PIB peruano
El pesimismo de los economistas no tiene reflejo en el ciudadano de a pie
El negocio del ocio busca nuevos enclaves más allá de Lima
Hubo un tiempo, a inicios de los años noventa, en el que el negocio de los cines en Perú prácticamente desapareció. Entre los constantes cortes de luz, el miedo a un atentado terrorista, la crisis económica y la piratería, a nadie le daban ganas de salir a ver una película y las viejas salas de aquel entonces acabaron, casi todas, convertidas en templos evangélicos. En su peor momento, las salas de cine de Perú llegaron a un mínimo de 3,5 millones de espectadores por año. Todo eso cambió en la década siguiente y la expansión en los últimos años ha sido vertiginosa: 2010 cerró, otra vez, con una cifra récord de asistencia e inversiones.
Este año no se espera menos. Los martes, el día de las entradas más baratas, las colas para ingresar a cualquier función son intimidantes, pero en realidad es difícil encontrar una sala vacía cualquier día de la semana. La industria del entretenimiento, la primera que sufre cuando los consumidores ven nubes negras en el horizonte, sigue caminando bien.
Los empresarios, desde luego, sí han tomado precauciones, pero los planes de expansión siguen en pie, como confirma un importante ejecutivo de una de las cadenas más importantes del país. Solo el año pasado se abrieron 47 salas, muchas de ellas fuera de Lima y en barrios populares de la capital: público nuevo que se integra al mercado. No solo ha aumentado la cantidad; también las inversiones en nueva tecnología digital y 3D han sido considerables.
A estas alturas de año, pese a que algunas cadenas han optado por la cautela, ya se han abierto al menos una docena de nuevas salas. Como ya ocurrió en otros sectores, como los supermercados y las tiendas de departamentos, la oferta para las zonas tradicionales de Lima, donde se concentra la clase alta y media-alta, está llegando a su punto de saturación. Ciudades como Arequipa, Piura, Chiclayo y Trujillo, e incluso otras más pequeñas como Cajamarca (un reducto minero ubicado en la sierra norte del país), ya empezaron a vivir el boom de los centros comerciales con sus enormes multicines. La función debe continuar.
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