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Reportaje:25 AÑOS DE LA MUERTE DE BORGES

Pasos que se esfuman en Buenos Aires

Leila Guerriero

Este tramo de la calle Tucumán, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, es un tramo como cualquier otro: un sitio deshidratado y nervioso, hiperventilado y taquicárdico, con buses y automóviles tosiendo hollín entre negocios de comidas al paso y edificios de oficinas. En el número 816 hay una fotocopiadora. En el 818, un despacho de sándwiches. Después de un supermercado chino y de un negocio que compra y vende oro, la numeración salta al 860. En el 840, donde debería estar la casa con azotea, zaguán, dos patios y un aljibe en la que nació Jorge Luis Borges, hay un edificio de siete pisos en construcción.

-¿Qué necesita? -pregunta allí uno de los obreros.

-Estoy buscando la casa donde nació Borges.

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-Era acá. Hará cinco años se demolió todo. No queda nada.

Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y, antes de morir en Ginebra el 14 de junio de 1986, habitó en varias casas, escribió en varios periódicos, visitó varias librerías y trabajó en un par de bibliotecas de la ciudad de Buenos Aires. De su paso por todos esos sitios quedan algunas huellas, o algunas placas, y a veces, como en la calle Tucumán, no queda nada.

Junto a la puerta de un edificio de estilo francés de la avenida Pueyrredón 2190, en uno de cuyos departamentos Borges se recuperó de una septicemia que, en 1938, lo tuvo al borde de la muerte, y donde escribió Pierre Menard, autor del Quijote, hay una placa que dice: "Jorge Luis Borges: aquí vivió de 1929 a 1939". A unas veinte cuadras de allí, en pleno barrio de la Recoleta, junto a la puerta de Quintana 222, hay otra: "En este solar vivió y creó Jorge Luis Borges". La escritora argentina María Esther Vásquez, en Borges, esplendor y derrota (Tusquets, 1996), describe esa casa, en la que Borges vivió en los años veinte, como "de dos plantas, con un jardín pequeño y encantador al frente". Ahora, sobre ese jardín pequeño y encantador, se alza un edificio elegante de ocho pisos donde un vecino dice que es mejor no tocar timbre, porque alguna vez los propietarios hicieron echar, con la policía, a dos turistas que insistían en pasar al grito de "¡esto es patrimonio de la humanidad!".

En el año 1901 los Borges se mudaron a Palermo, un barrio hoy repleto de restaurantes de moda que por entonces era un andurrial. La casa estaba en la calle Serrano (ahora Jorge Luis Borges) 2135, y vivieron allí hasta 1914. Ahora, en su lugar, hay una construcción de ladrillo a la vista en la que funciona una peluquería llamada Maldito Frizz. Junto a la entrada una chapa dice: "En este solar vivió Jorge Luis Borges durante su infancia". Adentro, los hombros cubiertos por una capa de plástico para no mancharse, una mujer con el pelo repleto de tintura conversa con la peluquera.

El hombre viste un uniforme del servicio de seguridad y, aunque trabaja aquí desde hace apenas tres años, dice cosas como "él, como director de la biblioteca, no hacía nada. Todo lo hacía el segundo". Entre 1955 y 1972 Jorge Luis Borges fue director de la Biblioteca Nacional, que por entonces funcionaba en este edificio del barrio de San Telmo, en México 564, ahora Centro Nacional de la Música. El hombre sube al ascensor y aprieta el botón del primer piso en medio de un frío de sarcófago.

-Esto no es nada. En invierno de 2008 acá adentro hicieron 9 grados bajo cero.

En el primer piso, donde estaba el despacho del director, una placa anuncia Sala Jorge Luis Borges. El hombre saca un llavero, elige una llave, abre. El despacho, de unos once metros por cuatro, está casi vacío excepto por unos sillones de madera, una mesa ovalada y seis sillas. Hay un hogar a leña, una vitrina. Junto al hogar hay un reloj de péndulo y, a los pies del reloj, una caja de acrílico con veneno para ratas. No quedan rastros del mobiliario original (un escritorio en U de Paul Groussac, una mesa rectangular que usaba Borges), pero tampoco de la biblioteca -trasladada a su nueva sede en los años noventa- que, en 1958, inspiró El poema de los dones. La Sala Borges está cerrada al público.

-Sólo se abre en casos particulares. Este es el único piso donde hay calefacción, y esto se mantiene caliente. Un día vino la agregada cultural de Venezuela con un bebé. Hacía un frío de morirse. Entonces los metieron acá. Si no, no entra nadie, salvo...

El hombre baja la voz y, en tono conspirativo, dice:

-...los fantasmas. Está lleno. Yo vi uno, en el verano de 2008. Una mujer vestida de rosa, con capelina. Dicen que la luz de una lámpara que está ahí afuera y la dama de rosa eran las únicas dos cosas que veía Borges, y que con eso escribió un cuento. Yo no sé, porque de Borges no leí ni los títulos.

En avenida de Mayo 1333, custodiando el edificio donde estuvo el diario Crítica, en el que Borges colaboró durante los años treinta, hay un policía hablando por teléfono, al pie de una escalera que termina en una hornacina con una virgen, custodiada por fotos de uniformados caídos en cumplimiento del deber.

-No se puede pasar.

-¿Ni hasta ahí arriba?

-No. Es una dependencia policial.

El edificio donde funcionó uno de los diarios más populares del país es, desde 1973, la Superintendencia de Administración de la Policía Federal Argentina. Y, por supuesto, no hay placa.

En enero de 1938 Borges consiguió su primer empleo fijo: auxiliar de segunda en la hemeroteca de la Biblioteca Municipal Miguel Cané, en el barrio de Almagro, en la calle Carlos Calvo 4319. La biblioteca está en la planta baja. En el primer piso, que ahora hospeda a la Fundación Tomás Eloy Martínez, abocada a promover la literatura y el periodismo joven de Latinoamérica, hay una placa que anuncia "espacio Borges". Allí se ha recreado el sitio en el que Borges se refugiaba a leer. Es un despacho angosto con un escritorio, una silla, una vitrina que guarda primeras ediciones de sus libros y una enciclopedia Universal Espasa Calpe, abierta en la página 411, donde junto a su nombre se lee esto: "En 1923 se impulsó al mundo literario con un libro, Fervor de Buenos Aires, obra ultraísta penetrante e incisiva, aunque le falta la elegancia del rimo, lo que no es obstáculo para que se encuentren bellas imágenes y significativas metáforas". "El primer día trabajé honradamente", escribió Borges en su Autobiografía. "Al día siguiente, algunos compañeros me llamaron aparte y me dijeron que no podía seguir así porque los ponía en evidencia (...) Resistí en la biblioteca nueve años. Fueron nueve años de continua desdicha". Sobre el escritorio hay una copia del legajo número 57.323 que lo certificaba como empleado municipal. Allí una letra redonda, no suya, tomó nota de sus datos personales: edad, fecha de nacimiento. Junto al casillero donde dice "lee y escribe", la letra redonda escribió: "Sí".

El mapa, pintado sobre acrílico y amurado a la entrada de la Galería del Este, en la intersección de Maipú y Marcelo T. de Alvear, propone un recorrido por sitios importantes de la vida de Borges. Ente otros, señala la librería La Ciudad, dentro de la misma Galería, de la que él, que vivía enfrente, era cliente asiduo. Fue allí donde, después de veinte años de discordia, se reencontró en los setenta con Ernesto Sabato. Pero la librería está desmantelada. Un cartel escrito a mano dice "cerrado por refacciones" y los estantes, de color naranja, están vacíos. Hay libros en el piso, bolsas repletas de papeles. Una mujer, en un local de antigüedades, dice que los hijos de la dueña, que se recupera de una operación, la van a pintar, que por eso está así.

-La librería era del marido y murió hace veinticinco años. La mujer venía a veces, de cinco y media a siete menos cuarto, y desaparecía por una semana. Dicen que está aferrada, que no quiere vender.

Desde 1944 hasta un año antes de su muerte, siempre en compañía de su madre, Borges vivió frente a la Galería del Este, en el sexto piso B de la calle Maipú 994. Allí una placa reseña "aquí vivió Jorge Luis Borges". Dos meses atrás, una carta de lectores publicada por el diario La Nación advertía que el departamento estaba en venta, pero los vecinos del edificio aseguran que se trata de un error y que el que estaba en venta era el sexto A. En el B nadie contesta.

-La entrada te sale quince pesos, no se puede hablar por teléfono ni sacar fotos.

La Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que preside María Kodama desde 1988, tiene sede en Anchorena 1660, Barrio Norte. Allí funciona, desde 2009, el Museo Borges.

-¿Borges vivió acá?

-No, alquiló la casa de al lado, pero hay una anécdota sobre eso que te contamos cuando te hacemos el recorrido.

El recorrido dura cuarenta minutos y podría parecer muy poco si no fuera porque el museo consiste en unas quince vitrinas dispuestas en dos cuartos, en las que se exhiben libros de Borges, premios de Borges y objetos de Borges. Dos chicas jóvenes guían con entusiasmo, utilizando frases que empiezan con "acá tenemos" ("acá tenemos un caracol de nácar que le regaló un especialista en cábala"; "acá tenemos una piedra que le regaló un indio piel roja") o "estas son": "estas son estatuitas de jabalíes porque él era jabalí en el horóscopo chino". Cada una de las frases da pie a una hipercalórica cantidad de anécdotas hasta que, en la última vitrina, donde se guarda el manuscrito de Las ruinas circulares, llega la principal:

-Ese cuento fue escrito en el jardín de la casa de al lado donde Borges vivió entre 1938 y 1943. Ese es el motivo por el cual María compró esta casa. Un día la vio en venta y se dio cuenta de que desde la terraza podía verse el jardín de al lado.

-¿Se puede subir a la terraza para ver?

-No.

La casa contigua, en Anchorena 1672, es de estilo colonial. Durante años, una placa colocada en el frente recordó que Borges había vivido allí, pero ahora la placa ya no está. Dicen que los propietarios la quitaron, hartos de que todo el mundo les tocara el timbre para pasar a ver.

Una vista general del Laberinto Borges, en la isla de San Giorgio Maggiore (Venecia).
Una vista general del Laberinto Borges, en la isla de San Giorgio Maggiore (Venecia).FUNDACIÓN GIORGIO CINI

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Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

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