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Crítica:GARCÍA JIMÉNEZ / CORDOBÉS, RIVERA Y FANDI | Días de diversión
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cine de barrio

Lo llaman el cartel de los mediáticos. Un curioso cartel de presentación para los toreros que tienen predicamento en la prensa rosa. En la realidad, ni eso, pues de los tres espadas anunciados solo Rivera Ordóñez tiene cierta actualidad en los medios del corazón, mientras que lejos quedan los titulares de El Cordobés.

Como buen sábado por la tarde, la gente se dispuso para una edición de Cine de barrio, ese programa que desde hace décadas entretiene a masas con películas que lejos están de merecer el beneplácito de los cinéfilos. Por mucho que insistan, a pocos van a convencer de que el taquillero cine de Pajares sea merecedor de un Oscar.

Mediáticos o no, El Cordobés, El Fandi y Paquirri son toreros conocidos por el público, nombres que suenan y que sirven de reclamo para que acuda gente a los tendidos. Esa es la excusa suficiente para que los empresarios defiendan la inclusión de estos toreros en las ferias. Como presumiblemente llevan gente a la plaza -ayer, media entrada- debe ser entendible un festejo en el que ni el toro es toro ni el torero torea. Pero también existe una respuesta acuñada: la gente se ha divertido.

GARCÍA JIMÉNEZ / CORDOBÉS, RIVERA Y FANDI

Dos toros del hierro anunciado de Hermanos García Jiménez, uno de Olga Jiménez y tres de Juan Manuel Criado, pobres de cara, con poca fuerza y sin ninguna casta.

Manuel Díaz, El Cordobés, tres pinchazos y estocada (silencio) y estocada (oreja con petición de la segunda).

Rivera Ordóñez, Paquirri, estocada desprendida (oreja) y media estocada caída y dos descabellos (saludos).

El Fandi, tres pinchazos, estocada atravesada y descabello (silencio) y un picnhazo y media atravesada (silencio).

Plaza de Vitoria. 6 de agosto de 2011. Algo más de media entrada. Segunda de la Feria de La Virgen Blanca.

Las faenas de muleta fueron un montón de pases sin ton ni son

Quizás no se hubieran divertido tanto si se les hubiera informado de los cambios en corrales. Tres toros de otro hierro porque los anunciados fueron rechazados por la autoridad. ¿Sospechas? Estos toreros llevan el espectáculo a cuestas, con sus toros descastados, sin ninguna fiereza, derrengados de fuerzas desde los primeros lances. Ayer apenas se picaron y todos se movieron como alma en pena durante las faenas de muleta, que nunca dejaron de ser un montón de pases sin ton ni son, siempre despegados y cerrados con los recursos de los rodillazos y gestos para la galería.

Un toreo acartonado, de otra época. Aquel de hace medio siglo basado en el manido "pan y toros", aquel que busca los residuos de la España de charanga y pandereta que describió el poeta. Como durante la faena al cuarto toro, en la que El Cordobés basó su éxito en el pasodoble interpretado de manera magistral por la charanga de las peñas. Sonaba a fiesta y así ya valía todo. Los tres saltos de la rana, a varios metros de la cara del toro, pusieron el sello particular. Gracias a que el presidente salvó los muebles y se hizo el sordo ante la fuerte petición de la segunda oreja, porque de lo contrario esa salida en hombros habría llevado a Vitoria camino de un precipicio del que ha costado salir en los últimos años. Tan de pandereta fue la petición que tras la vuelta al ruedo, nadie protestó al presidente por su decisión.

Lo único meritorio de la corrida es el esfuerzo de los toreros que se cruzaron la península para llegar a Vitoria. El Cordobés y El Fandi acabaron en Huelva pasadas las diez de la noche y Rivera Ordóñez había cortado dos orejas en Marbella entrada la noche. Así que su mejor faena la tuvieron que hacer en la carretera.

Pero a quien proteste le dirán que el público se divirtió. Y no les falta razón. Los tendidos de ayer se lo pasaron en grande con el espectáculo ofrecido: banderillas a tutiplén, orejas que pudieron haber sido más de no haber fallado matando y alegres pasajes con salto de la rana incluido. Una jartá de reir y aplaudir, vamos. Pero ese no es el toreo para el que se reivindica su entrada en el Ministerio de Cultura, este es otro circo, posiblemente rentable económicamente para quien lo organiza y que deje satisfecho a muchos de los que pagan su localidad. Pero vendría bien que en la entrada se incluyese un mensaje de advertencia como en algunas películas: "Cualquier parecido con el arte del toreo es pura coincidencia".

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