Noche mágica en el Cáucaso
El saxofonista noruego Jan Garbarek y The Hilliard Ensemble seducen con su particular viaje a la música armenia
Hay conciertos que van más allá de la simple ingesta de música, de la degustación de lo visual, de la exaltación colectiva del momento, del placer de los sentidos, en fin, de todas esas cosas que forman la experiencia del espectáculo musical. Son esos eventos que uno sabe que, de una manera u otra, son difícilmente repetibles. Por muchas razones: por la conjunción de artistas que coinciden en el escenario, por lo especial del lugar, por el momento en que se producen y, en ocasiones -también-, por la neurastenia del espectador de turno.
Muchos de estos elementos confluyeron el pasado domingo por la noche en la iglesia parroquial de Sant Genis, en la ampurdanesa Torroella de Montgrí, donde se celebra uno de los mejores festivales de música clásica de Europa, que este año cumple su 31ª edición.
El diálogo entre este universo arcaico y el jazz hunde sus raíces en John Coltrane
Esta iglesia gótica era el lugar perfecto, en el momento exacto, para escuchar al saxofonista Jan Garbarek y las cuatro voces de los británicos del Hilliard Ensemble, que llevan casi dos décadas explorando los poco trillados caminos que combinan polifonías de orígenes muy diversos con el fraseo mágico del saxo soprano del músico noruego.
Porque solo en un espacio tan versátil como una iglesia gótica, por la que los músicos se movían, entrando y saliendo de las capillas laterales, haciendo reverberar desde el ábside sus voces y el deslumbrante metal, de espaldas a los fieles (nunca mejor dicho, porque el público aguantó sin pestañear casi dos horas en los duros bancos de madera), pasillo arriba pasillo abajo, era posible crear el monumento sensorial que ofrecieron Garbarek, el contratenor Davis James, el barítono Gordon Jones y los tenores Rogers Covey-Crump y Steven Harrold.
Desde su primer encuentro a principios de la década de 1990, del que salió el extraordinario Officium (1993), un experimento del que se acabaron vendiendo más de un millón de copias, pasando por la segunda entrega; Mnemosyne (1999), Garbarek y el Hilliard (tanto monta) han alcanzado ahora con Officium Novum un nivel de rigor e inspiración difícilmente superable.
Para esta tercera entrega se han inspirado preferentemente en la música armenia, rescatando las adaptaciones realizadas hace más de un siglo por Komitas Vardapet (1868-1935), en el canto bizantino y en la tradición bárdica del Cáucaso, a donde viajaron personalmente. Pero también en composiciones contemporáneas de genios como Arvo Pärt o de autores menos conocidos pero no menos brillantes.
El diálogo entre este universo arcaico al tiempo que contemporáneo, con la sensibilidad y el virtuosismo de un músico de jazz que, como es el caso de Garbarek, hunde sus raíces en Coltrane, que ha sido compañero de revolucionarios recientes como Chick Corea o la mítica Return to Forever, pero que también se ha paseado por territorios tan ajenos como la tradición hindú, traslada al oyente a regiones sonoras sorprendentes, inesperadas e inolvidables. Como fue la noche del domingo en la iglesia de Sant Genís -que presidía- en la ampurdanesa Torroella de Montgrí, que ayer recibió a otro cronopio importante: el pianista ruso Grigory Sokolov, un genio que ofreció Bach y Schumann y que asegura que habla con Rubinstein cada noche.
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