Historias y realidad
Nunca dejes que la realidad te estropee una buena historia. Eso habrá pensado el periodista que le ha preguntado a Cadel Evans -de amarillo tras la ceremonia y tan sólo 24 horas antes de celebrarlo en lo más alto del podio de lo Campos Elíseos- en qué es lo primero que ha pensado esta mañana cuando se ha levantado. Lo poético hubiese sido una respuesta del tipo: "sí, sabía que hoy era mi día, que lo iba a lograr, estaba convencido y sentía que todo iba a salir bien". Pero la realidad era otra, tal y como Cadel ha comentado: "lo que he pensado es: 'vaya, otro día más durmiendo en un hotel como otro cualquiera; qué ganas tengo de dormir en mi cama de una vez".
No sé lo que habrá pensado Andy, nadie se lo ha preguntado, pero seguro que la respuesta no sería muy diferente. Ambos soñaban con ganar el Tour, ambos tenían esa posibilidad, y seguro que en sus últimos pensamientos antes de cerrar los ojos en un hotel de Alpe D'Huez, el viernes, aparecía el color amarillo vinculado de alguna manera a su cuerpo. Pero por la mañana, en el momento en el que los ojos se volvieron a abrir y la claridad que asomaba por encima de Bourg d'Oisans comenzaba a molestar, solo habría una sensación, el cansancio.
A Evans le preguntaron qué pensó por la mañana y dijo: "Qué ganas tengo de dormir en mi cama de una vez"
Andy se fue a dormir con el maillot amarillo decorando su habitación. Tan cerca y tan lejos. El trámite no era sencillo, 42 kilómetros con dos pequeñas subidas -y las consecuentes bajadas- por los alrededores de Grenoble. Menos de una hora de esfuerzo, nada después de las casi 83 que llevaban acumuladas. 57 segundos de diferencia a su favor, muy poco para las cualidades de Andy en la lucha contra el reloj. Pero Andy además de en sí mismo confiaba en el tópico: el maillot amarillo da alas.
Pero la lógica se impuso y el que ganó fue Cadel. Incluso cerca anduvo de llevarse la etapa -siete segundos le faltaron- ante un Tony Martin que constituía la única alternativa a la candidatura de Cancellara, que no tuvo su mejor día.
El que tuvo su día fue Cadel, por fin. Después de tantas y tantas veces de estar ahí cerca y nunca conseguirlo; gracias a lo cuál, ya se había ganado en el pelotón una cierta fama de gafe: es así, siempre la pasa algo cuando parece que va a ganar.
Pero nada le pasó en el mundial de Mendrisio cuando rompió su fama de segundón, ni nada le pasó tampoco ayer en Grenoble, todo le salió a la perfección. Sí que es cierto que el viernes, subiendo el Coll del Télégraphe, volvió a dar argumentos a los que lamentan sus desgracias, por una estúpida avería en el momento en el que Contador lanzaba una seria apuesta. Pero ahí estuvo su equipo para salvar la situación, así que la oportunidad seguía intacta.
Ahora al periodista de la pregunta le tocará cambiar la argumentación, pues no obtuvo la respuesta esperada. Y a Cadel le tocará cambiar su mentalidad de actor secundario, pues va a lograr hoy lo que llevaba tantos años intentando y nunca conseguía: ganar el Tour de Francia.
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