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Reportaje:

El barbero se muda a Caracas

El Festival de San Lorenzo programa la ópera de Rossini en clave de culebrón

A pesar de que El barbero de Sevilla se considera una ópera bufa -una comedia, una obra teatral graciosa-, pocas veces se concibe como una obra para reír, más bien para contemplar como una ópera más. Esa es la principal bondad de este montaje: imaginativo y desquiciante, El barbero del Festival de San Lorenzo de El Escorial es una ópera para reír a carcajada limpia. Ayuda mucho la creativa y arriesgada puesta en escena de Joan Anton Rechi, que ambienta la obra rossiniana en el rodaje de un culebrón venezolano llamado Almaviva.

"Cuando empecé a trabajar El barbero, una de las cosas que me hacía gracia de Rossini es que en muchas de sus óperas hace un juego en el que todos se hacen pasar por alguien que no son, y me gustaba ese rollo de realidad y ficción", explica Reich. En su propuesta están las cámaras en la escena, el director de rodaje, articula la acción el chasquido de la claqueta y, en los respiros, aparecen y desaparecen operarios de atrezo y maquilladoras.

En el escenario reina una locura coreografiada al milímetro
Figaro es un esteticista amanerado que ejerce de celestina

Los esperpénticos personajes son piezas fundamentales, arquetipos horteras de una visión que tendrá su prueba de fuego cuando marche de San Lorenzo rumbo a la Quincena Musical de San Sebastián, coproductora del espectáculo. "Tiene un punto kitsch y hortera y ese lado artificial que tienen las casas de las series de televisión. Me gustaba también enseñar la falsedad de los decorados, girarlos, y mostrar las entrañas de todo lo que pasa detrás de una ópera", explica el director.

A esta visión trasnochada ayudan mucho los cantantes y actores. "Los actores son gamberros en el buen sentido de la palabra y se lo están pasando muy bien", explica Reich. Algo que confirma José Manuel Zapata, que encarna a un desternillante conde de Almaviva. "Somos intérpretes convencidos de lo que estamos haciendo, y todo es muy divertido. En esta producción no hay ni un momento en el que caiga El barbero: es un continuo pasar cosas, no se para ni un momento", explica el tenor, que es ya un experto en este papel. "He hecho tantas cosas distintas con esta ópera... desde vestirme de abejorro cuando debuté en Basilea a este montaje, total y absolutamente friki", explica Zapata, que en esta producción se disfrazará, entre otras cosas, de legionario y curandero.

Los demás actores están en la misma línea. Esta ópera da la oportunidad de ver al nerboruto -duro y corpulento- Pietro Spagnoli como Fígaro, un esteticista amanerado que ejerce de celestina. Tampoco se queda atrás Manuela Custer, la soprano que encarna a Rosina, y que aparece como una hortera de pelo cardado que se viste con minifaldas fruncidas y tacones de vértigo, y que ha decorado su cuarto con una montaña de peluches y un póster de Alaska.

En la dirección musical, un valor en alza, Víctor Pablo Pérez, que dirige a la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Mientras, en el escenario reina la locura, pero una locura coreografiada al milímetro. Una conga, pantallas de televisión que retransmiten en directo la telenovela, juegos de puertas y una periodista del corazón para una ópera cómica que nunca debió dejar de serlo. "Ver El barbero de Sevilla es como montarse en una montaña rusa", concluye Reich.

El barbero de Sevilla, de Gioacchino Rossini. Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. 23 y 25 de julio a las 20.00. Entradas: de 50 a 70 euros.

Un momento del segundo acto de la ópera de Rossini en San Lorenzo de El Escorial.
Un momento del segundo acto de la ópera de Rossini en San Lorenzo de El Escorial.JAIME VILLANUEVA

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