Arenas y el test de estrés
Javier Arenas ha aprobado con solvencia el test de estrés del sueldo de los políticos. La prima de riesgo de su salario anual, 142.679,06 euros, está 60 puntos por encima del valor medio que el propio Arenas fijó como emolumento máximo para un cargo público en Andalucía. O lo que es lo mismo, cobra un 60% más que el presidente de la Junta, José Antonio Griñán. Según su declaración de IRPF, el líder del PP en Andalucía percibe al año 222 veces el salario mínimo interprofesional, lo que equivale a 18 salarios mínimos interprofesionales al mes. En términos políticos, si Arenas accede a la presidencia de la Junta en 2012 será un hecho histórico para su partido. En términos económicos, sin embargo, la victoria electoral se convertirá en un descalabro en las finanzas de él y de su unidad familiar, ya que su partido, el PP, paga mucho mejor que las instituciones públicas. Los ingresos de Arenas demuestran la solidez del sistema financiero del partido que lidera Mariano Rajoy, que, de momento, parece no aplicar la relación salario-productividad.
Hace tiempo, en un reportaje sobre la vuelta de Arenas a Andalucía, apareció una frase de un amigo íntimo del líder popular que lo definía muy bien. Decía que Arenas era como una pelota de goma que rebota contra una pared. Por muchos golpes que se dé, siempre vuelve como si no pasara nada. Esta teoría sirve para explicar cómo Arenas saltó de la política regional a la nacional, o cómo luego volvió de nuevo a la regional sin tan siquiera pestañear. O también cómo Arenas es capaz de defender una cosa y la contraria. Va hacia la pared para exigir "una persona, un cargo" en 2004 y vuelve de la pared en 2011 para censurar como un ataque a la democracia el pacto entre PSOE e Izquierda Unida para que los alcaldes no sean diputados.
Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo la pelota de goma de Arenas ha vuelto de la pared y le ha dado en toda la frente. Para un dirigente que respira la política por todos los poros del cuerpo, la historia de su declaración de la renta ha sido un error de principiante. Una torpeza mayúscula, que se convirtió en un embrollo por su propia tardanza en hacerla pública. Quedará, además, para los anales del ridículo político su decisión de acudir a un notario para contar en qué cosas se gastaba lo que no quería decir que ganaba. Arenas había intentado convertir los ingresos que percibió en 2010 en un acto de fe. Es decir, en un misterio totalmente incompatible con la casilla de rendimientos del trabajo de la declaración de la renta.
El mayor test de solvencia en una democracia debería ser el respeto con el que se trata a los ciudadanos. Y eso conlleva tratarlos como personas adultas y con capacidad de entendimiento. Los políticos llevan demasiado tiempo considerando que la inteligencia del personal está bajo mínimos y desde ese punto de vista realizan muchas de sus declaraciones públicas y parte sustancial de su actividad política. La declaración de la renta de Arenas no tendría importancia alguna, ya que la mayoría de su salario se lo paga su partido. Y éste está en su derecho de ingresarle al mes lo que crea conveniente. El problema es que el líder del PP fue quién abanderó la demanda de que nadie en la Administración andaluza ganará más que el presidente de la Junta, y resulta que su declaración de la renta dice justo lo contrario.
A la declaración de la renta de Arenas le pasaba como a la prima de la deuda española, que era de riesgo. El líder del PP hubiera querido ser como los bancos de Alemania, para eludir los exámenes de solvencia. No fue posible y tuvo que hacer pública su renta. El resultado ha sido espectacular: sus ingresos resisten las pruebas más adversas, por ejemplo, la de una nueva derrota electoral, ya que en la oposición seguiría ganando más dinero que de presidente. Su salario resiste cualquier turbulencia política.
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