"No imaginábamos una guerra"
Santiago Carrillo, exlíder del PCE, pensó que el golpe se aplacaría "en días" y achaca el largo conflicto bélico a Alemania e Italia
El 18 de julio de 1936 Santiago Carrillo, que con 21 años era dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas, llegaba a Irún desde París para afrontar una sublevación que ya esperaba y que confiaba se resolvería en días. "Sabíamos que la iba a haber, pero pensábamos que con la fuerza pública, las milicias y las tropas regulares se aplacaría pronto. No imaginábamos que aquel día empezaba una guerra civil de tres años".
Carrillo se unió a un batallón de voluntarios que iba a Aguilar de Campóo (Palencia) y después, a otro de comunistas y socialistas dirigido por el socialista vasco Fulgencio Mateos en el frente de Ochandiano (Vizcaya). "Fuimos a reforzarlo porque tras el primer bombardeo franquista se había producido allí una desbandada de republicanos", recuerda el exdirigente del PCE, que ha cumplido ya los 96. "Pasé por muchos bombardeos y tiroteos, pero no me hirieron. Yo no había hecho el servicio militar, no sabía ni palabra del ejército, ni de estrategias. Hice mis guardias, y disparé, pero no mucho porque en Euskadi hubo más bombardeos que combates". Más tarde fue comisario político en el Batallón Largo Caballero y en el Octubre: "Tenía una pistola, pero mi función era básicamente la de alentar a la gente". Carrillo asegura que en un bombardeo en Navalperal de Pinares (Ávila) impidió que los milicianos mataran a siete soldados de Franco que habían capturado: "Eran rifeños. Aquellos moros me parecían altos como casas".
Cuenta que donde más terror vio fue en Madrid. "El Gobierno huye el 6 de noviembre a Valencia y los generales franquistas empiezan a decir que Madrid va a ser liberado por las cuatro columnas del Ejército de África y la quinta oculta en la ciudad. Y cunde el pánico. La gente con miedo hace muchas barbaridades y hubo quien salió a la calle a matar a fascistas que conocían". Y añade: "La diferencia entre los excesos en Madrid esos días y la represión de Franco es que Franco no reprimió solo durante la guerra y para defenderse. Seis años después seguía sacando a gente de la cárcel para fusilarla".
Preguntado por la matanza de Paracuellos, Carrillo responde: "Yo me enteré después porque me lo contaron diplomáticos extranjeros que estaban en Madrid. Miaja y yo habíamos decidido trasladar a Valencia a los militares presos en la cárcel Modelo porque las tropas franquistas estaban a 200 metros de la prisión y, o sacábamos a los presos de allí o los hubieran liberado y perdíamos Madrid. En el traslado, fuera de mi jurisdicción, atacaron al convoy. Nadie sabe exactamente quiénes fueron y los milicianos antifascistas que les custodiaban no hicieron lo que tenían que hacer: jugarse la vida y defenderles. Pero ni Miaja ni yo ordenamos nada semejante".
Para Carrillo su peor recuerdo de la guerra se refiere a las semanas finales: el llamado golpe de Casado, cuando un grupo de anarquistas y socialistas se rebeló el 5 de marzo de 1939 contra el Gobierno de Juan Negrín para negociar la inminente derrota republicana. "Me dolió horrores que mi padre participara en la Junta de Casado por el Partido Socialista de Madrid", confiesa. Carrillo se enteró ese mismo día de la muerte de su madre.
Está convencido de que "sin el apoyo de Alemania e Italia a Franco, la sublevación no habría derivado en Guerra Civil y en cualquier caso, la habría perdido". Hoy, 75 años después del golpe militar, cree que "en España todavía hay algunos nostálgicos que defienden a Franco y la sublevación y los nostálgicos son peligrosos. En el mismo Partido Popular, por ejemplo, aún hay quien no ha roto del todo con el franquismo".
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