Experimento Doctorow
Narrativa. El lago es posterior, dentro de la producción de E. L. Doctorow, a sus dos obras maestras El libro de Daniel y Ragtime y anterior a las muy excelentes La feria del mundo y Billy Bathgate. Es una novela-vértice y, curiosamente, la más experimental de todas sus obras. La historia se sitúa en el Estado de Washington, condado de Stevens, y buena parte de ella transcurre en la inmensa propiedad del millonario Bennett, rodeada por los montes Adirondacks. Todo comienza cuando Joe, un muchacho vagabundo que ha abandonado el hogar de sus padres y se desplaza aquí y allá abordando trenes como otros cientos de vagabundos en plena Gran Depresión, estando junto a las vías ve pasar un vagón privado en el que varios tipos bien trajeados charlan en torno a una mesa y, en otro compartimento, una joven desnuda sostiene un vestido ante el espejo. Joe, deslumbrado por aquella aparición en mitad de la noche, decide seguir las vías del tren hasta llegar al punto de destino de ese vagón: la mansión Bennett. Son tres los personajes que vertebran la narración. El joven Joe, que será recogido, tras un encuentro terrible con una jauría de perros, por el propio Bennett como empleado; Warren Penfield, poeta acogido a la munificencia del millonario, un hombre maduro, derrotado y resignado lleno de sueños frustrados, y F. W. Bennett, un self-made-man, un magnate de las finanzas con inversiones y propiedades en todos los campos de la industria. Cada uno de ellos representa un papel en esta comedia dramática: Joe, el del nuevo hombre hecho a sí mismo del sueño americano, hijo simbólico de Bennett, cuyo camino de iniciación se narra en la novela. Penfield, el esteta e intelectual derrotado por la realidad y por sí mismo, cumple el papel de doppelganger del joven Joe; y Bennett es el prototipo del viejo gran hombre norteamericano, luchador, inescrupuloso y paternalista, que lo mismo rompe una huelga con sus matones que acoge benévolamente a Joe reconociendo en él a otro como él o admira intensamente a la heroína del aire norteamericana con la que convive mientras se beneficia a cada pin-up que se le pone a tiro. Como siempre en Doctorow, estamos ante una exposición de la vida norteamericana, una dura representación de un mundo duro donde a ratos asoma la ternura y la compasión sin perder de vista nunca la radicalidad de la lucha por el éxito o el abismo del fracaso en una sociedad individualista, abierta, libre y cruel. La suya es una crítica acerba y lúcida del american way of life que en esta ocasión debe más a Theodore Dreiser y el espíritu de su admirable Una tragedia americana que al John Dos Passos que está detrás de Ragtime, la novela que fijó el modelo de crónica novelada de las convulsiones y desarrolló una sociedad emergente e implacable como la norteamericana de la primera mitad del siglo XX; es un modelo que sigue vigente hasta nuestros días, como demuestra Dennis Lehane en su reciente Cualquier otro día. Pero conviene advertir que El lago, precisamente por su estructura y escritura experimentales, además de ser una rareza en el conjunto de la obra de Doctorow, no es de fácil lectura, por lo que se recomienda a lectores curtidos y a todos aquellos que carezcan de miedo y prejuicios ante una experiencia de escritura de alto voltaje.
El lago
E. L. Doctorow
Traducción de Iris Menéndez
Miscelánea. Barcelona, 2011
320 páginas. 19 euros
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