La diócesis pasa revista
La Iglesia hace inventario en la parroquia de El Vellón
Los curas despachan delante de un puñado de papeles. Francisco Vázquez, el párroco de El Vellón, recibe esta mañana la visita del director de inventario de la Diócesis de Madrid, Secundino Villalobos, quien repasa las propiedades de la Iglesia, vayan a extraviarse. Terminan de revisar el catastro y pasan al interior de la parroquia, bastante humilde. "Hay pocas cosas de valor aquí", concluye Villalobos mientras fotografía el altar, imágenes de santos y a Cristo llagado en la cruz. Vázquez, un hombre simpático, añade a este comentario mientras posa como un modelo: "El mejor valor presente soy yo".
¿Está todo? ¿Falta algo? El párroco no ha echado de menos ningún artilugio de la iglesia en los 17 años que lleva en ella dando misa pero en cambio sí ha sufrido un par de robos en su vivienda, anexa al edificio, mientras oficiaba entierros. "Ahora ya no dejo la puerta abierta. Cuando vamos al cementerio a dar sepultura le digo a todo el mundo que salga y echo la llave por si las moscas". Después enseña la sacristía donde se pone los hábitos y en la que se encuentran un par de retablos y libros antiguos que parecen tener valor.
El cordón umbilical que une las dos poblaciones es una carretera sinuosa
Villalobos ha caído hoy en El Vellón. Recorre semanalmente los pueblos. Su trabajo consiste en llevar un inventario de todas las propiedades de la diócesis madrileña. A fe que la Iglesia hace bien este acopio terrenal. El hombre cesará esta actividad hasta septiembre, cuando volverá a velar por los bienes eclesiásticos. Vázquez, que es de su quinta, seguirá dando misa sin descanso. ¿No hay vacaciones para él, no da Dios una prórroga en estas fechas a los 40 grados? "Los pobres no descansamos", interviene socarrón a modo de despedida.
Una vez en la calle, se hace difícil pasear por este pueblo en cuesta. A 48 kilómetros de Madrid, El Vellón se encuentra entre la Vega del Jarama y la sierra Norte.
El cordón umbilical que une los dos núcleos de población que tiene (El Vellón y El Espartal) es una carretera sinuosa con un helipuerto a un lado y fincas y explotaciones agrícolas y ganaderas al otro. A mitad del camino se abre un sendero sin señalizar. Está bloqueado a los coches por tres pesadas piedras. Subiendo se llega a una atalaya, una torre defensiva construida, según la documentación facilitada por el ayuntamiento, en el siglo IX por Abderrahamán III. El torreón forma parte de un sistema defensivo que utilizaban los musulmanes en la época de la reconquista y que se extiende por el margen izquierdo del río Jarama. La utilizaban para interceptar las posibles incursiones de los cristianos. Desde cualquiera de ella se ve otra idéntica para facilitar las comunicaciones. Se podía enviar mensajes de una villa a otra. Sería gracioso ver la reacción de un vigía que hubiese visto siglos atrás llegar a un cura con una carpeta bajo el brazo listo para hacer inventario.
Volviendo al tema que nos ocupa, lo agradable es que desde aquí se puede ver todos los pueblos de los alrededores. El Vellón, que podría pasar por un pueblo cualquiera, parece desde este ángulo un reino en las alturas.
Más adelante se llega a El Espartal. Dista siete kilómetros desde la iglesia. La mejor manera de volver para un visitante con ganas de quemar calorías es seguir el camino de una senda que se inicia debajo de un acueducto del canal, junto a una casa. Esa caminata cruza la carretera y sube por una vía pecuaria. Poco más arriba a la derecha se contempla el caserío de La Aldehuela. Es un caserío de la época en la que el Cardenal Cisneros fundó una granja que proveía, listo él, pan y vino a la universidad de Alcalá. Hoy en día es una finca privada y si se quiere entrar hay que hablar con sus dueños. Se dice que dentro aún queda una capilla Gótica, y una pila de agua bendita con decoración plateresca. ¿Habrá pasado revista la diócesis por aquí o se le habrá pasado por alto?
Antoñita Linares
- La línea 193 que sale de Plaza de Castilla tiene como última parada El Vellón. El primer viaje sale a las 5:40, mientras que el último de vuelta 23.30 entre semana. Existen guías municipales que guían al visitante.
- El pueblo tiene una escuela taurina, Johny Bravo, abierta por la rejoneadora Antoñita Linares, una de las mejores en los setenta. La plaza de toros situada en una finca de la escuela se utiliza ahora para excursiones y para capeas.
- Un lugar escondido es la cueva de la Mora, un lugar aún por terminar de explorar. La cueva está situada en una ladera y, según una guía, los vecinos que han entrado en ella cuentan que tiene un acceso muy estrecho y una longitud de varios kilómetros. Estó está aún por confirmar.
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