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Reportaje:

La 'cara b' del BBK Live

El festival, que concluyó ayer, dispone de salas de 'chill out' y mostradores de ONG - Una caseta cambia la moneda extranjera

El BBK Live, que concluyó ayer, tiene también otro rostro, alejado de los masivos conciertos de Coldplay, The Black Crowes, Kaiser Chiefs o Jack Johnson. Es la cara b del disco del festival, que incluye salas de chill out, carpas para artistas jóvenes, puestos de comida e, incluso, mostradores de ONGs. Otra cara que requiere una gran dosis de organización y, sobre todo, meses previos de trabajo intenso. De hecho, las labores de preparación de esta cita no se frenan en todo el año y los organizadores ya trabajan en la próxima edición.

Durante tres días, las campas de Kobetas han acogido a miles de espectadores que, o bien han decidido acampar durante todas las jornadas que ha durado el festival, o han esperado a los 36 autobuses que han subido decenas de veces. El día del brillante concierto de Coldplay, la cola llegó a rodear el estadio de fútbol y la escuela de ingeniería de San Mamés. No en vano, se calcula que unas 37.500 personas asistieron al espectáculo de los irlandeses.

Los organizadores trabajan ya en la próxima edición

El BBK Live es madrugador. Despierta con las labores de limpieza de los operarios, que dejan impolutas unas campas que a partir de la tarde se llenan de vasos de plástico o papel metálico. Mientras, la mayoría de los acampados, una gran parte de ellos extranjeros, sigue durmiendo. Al despertar, limpian la zona que rodea a su tienda y comen en improvisadas mesas. "Una cita de estas características pierde su calidad si los espectadores no son civilizados", subraya Ewan, un escocés que considera de gran nivel el festival.

A media tarde, los autobuses comienzan a dejar a decenas de personas a 700 metros de las campas de Kobetas. A la entrada se encuentran las taquillas y varias personas tratan de evitar las aglomeraciones distribuyendo paulatinamente a cada uno de los espectadores, que se encuentran nada más pasar el control varias promociones publicitarias y puestos de ropa y chapas con las imágenes de los grupos que van a actuar.

Los aficionados pueden comer en varios de los puestos instalados, que van desde los tradicionales bocatas, hamburguesas, kebaps, perritos calientes y bebidas, hasta las opciones para los vegetarianos, con cus-cus y otro variado repertorio. Todos estos alimentos se compran con un dinero ficticio intercambiado previamente en los puestos que la organización ha instalado para ello. Incluso, los espectadores extranjeros disponen de una caseta en la que cambiar su moneda. "Es, sin duda, algo realmente útil", cree Olivia, una madre estadounidense que ha aprovechado su visita a España para asistir con su dos hijos al festival.

El BBK Live tiene, asimismo, otros espacios alejados de los dos grandes escenarios. Una zona habilitada con sofás, varias salas de calmada música chill out, una gran carpa en la que actúan grupos mucho menos conocidos e, incluso, un escenario en el que los espectadores pueden emular a sus ídolos. "Un festival se diferencia de una sucesión de conciertos por este tipo de cosas", sentencia Gorka, que ha asistido a las seis ediciones del BBK Live.

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