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Columna
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Mortier año 1

Jesús Ruiz Mantilla

"Conozco bien a Mortier", suelen decir algunas personas con derroche de confianza. Resulta una frase cuando menos atrevida. Porque Gerard Mortier, en muchos aspectos, es un enigma. Aun así, el gestor cultural que cumple estos días su primera temporada como director artístico al frente del Teatro Real ha sido lo suficientemente claro en sus propuestas -las ya presentadas y las que vendrán el año que viene- como para que el público de Madrid sepa a qué atenerse.

Mortier ha recalado en España de retirada en su carrera. Es decir, con una sabiduría y un descaro socarrón muy sanos para el todavía algo soliviantado ambiente de la ópera madrileña. Pero los retrógrados que suelen ladrar, protestar y armar bulla andan un tanto despistados. Las campañas que se desatan contra él en diferentes medios no calan en la realidad de las reacciones a los espectáculos que concibe.

Con las propuestas de Mortier, el público de Madrid ha demostrado responder a un gran nivel
Uno de los enigmas que continúan abiertos es hacia dónde se dirige la orquesta

El público de Madrid ha demostrado con las propuestas de Mortier responder a un excelente nivel. Puede que el hombre haya venido mal advertido respecto a eso. Si la medida de su éxito es el escándalo, pueden contarse entre los estrenos algunos fracasos. Porque no se han visto, ni sentido. Es más, los aplausos han ganado la batalla.

Tampoco creo que sea por eso de que nos pinchan y no sangramos. El escándalo fue su marca en los 10 años que dirigió el Festival de Salzburgo, donde los públicos de otra época soportaban mal sus aguijones. Pero en España nos preciamos de haber exportado algunos de los directores de escena más salvajes de Occidente y andamos curados de espanto. Queda muy alto el listón de la provocación. Tendrá que esmerarse.

Tres ejemplos: Por ahora, Mortier nos ha propuesto como colmo de la degradación Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, la ópera de Kurt Weill con libreto de Bertolt Brecht montada por la Fura dels Baus. Es una Fura seria, pero domesticada ya. Cuando uno ha sentido miedo en los espectáculos mientras apelaban a los bajos instintos con fuego, agua o sierras eléctricas, ¿de qué nos vamos a escandalizar porque aparezca un buen montón de basura plastificada en el escenario?

La medida de la provocación que ha esgrimido a veces Mortier ha resultado un tanto anticuada. Esperamos más en ese aspecto. Pasó con El Rey Roger, otro de sus espectáculos bandera. La ópera de Karol Szymanowski llegaba con un marchamo de redescubrimiento. Pero no era más que un fiasco mal orientado. La música resultaba excelsa, pero el libreto no pasaba de ser una ristra de cursilerías vestida por un montaje confuso y absurdo que llevaba al despiste continuo del espectador pese a ser corto.

Otra cosa ha sido el San Francisco de Asís. Ahí sí ha dado con la medida de una provocación moderna, contemporánea y de altura. Por el discurso y la intención a la hora de sacarla adelante se ponga por medio quien se ponga. Seis horas de espectáculo en las que caben un mundo de sonoridades inimaginables y una intención intelectual de propuesta salvadora, merecen la pena.

En el balance del año han quedado dentro del saco polémicas absurdas -como la de que contrata pocos cantantes españoles- y esfuerzos por explicar sus propuestas a pie de escenario encomiables. Uno de los grandes enigmas que continúan abiertos es hacia dónde se dirige la orquesta. En la alternancia de directores que él propone algunos han entusiasmado a los músicos y otros les han dejado fríos. Otro frente en el que no se debe despistar.

La prensa internacional ha fijado finalmente su foco en Madrid con él. El mundo empieza a refrendarlo y señalar la capital como un referente. Él ha aprendido español, lee con fruición a los clásicos hispanos para conocer mejor el alma del público al que se dirige. Pero uno no sabe si eso servirá para torear lo que se le viene encima. Cuando cambien las tornas y el PP se instale en el poder, ¿quién ganará la batalla a favor de su continuidad?

Las dos almas de la derecha española ya esgrimen también su lucha en ese campo. Los gallardonistas le apoyan sin fisuras. Pero el lado oscuro del aguirrismo lo detesta, sobre todo después de haber visto el Moctezuma que montó en los Teatros del Canal. Han empezado a conspirar contra él y a esgrimir una candidatura muy acorde con sus sensibilidades: la de Plácido Domingo. ¿En manos de quién quedará la sentencia?

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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