Jardines de Lorca
HOTEL AMALTEA, piscinas y verde tras el terremoto en la villa murciana
Desde la ola de solidaridad con los afectados por el terremoto de Lorca hay quienes se apuntan a viajar hasta esta localidad murciana por consumir bienes y servicios que ayudarán a su recuperación económica. Entre otros, los de hoteles como el Amaltea, cuyos jardines, aparcamiento y spa -lo mejor del establecimiento- resultaron muy dañados el pasado 11 de mayo. Si a ello añadimos el ajuste de precios inherente a estos tiempos (que motivó la salida de la cadena NH de su gestión) y una toma de conciencia de que el turismo necesita recuperar la sonrisa, Amaltea se convierte en una sólida opción dentro de las mermadas capacidades de la ciudad.
El hotel fue diseñado en las afueras para dar cabida a las numerosas convenciones de empresas que operan en la zona y a las bodas de una población creciente durante los últimos años de fuerte desarrollo. El edificio se halla semiembutido en una línea de talleres, fábricas y oficinas de polígono industrial. De hecho, alguien podría confundir su entrada con el acceso a la gasolinera contigua.
HOTEL AMALTEA
PUNTUACIÓN: 6
Categoría oficial: 4 estrellas. Dirección: carretera de Granada, 147. Lorca (Murcia). Teléfono: 968 40 65 65. Internet: www.amalteahotel.com. Instalaciones: jardines, parque infantil, piscinas, gimnasio, spa, salas de reuniones y banquetes para 2.400 personas, bar, restaurante. Habitaciones: 55 dobles, 3 junior suites; todas con satélite, wifi gratuito, carta de almohadas; servicio de habitaciones 15 horas. Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacitados; programa infantil Kids; admite animales. Precios: desde 70 euros la doble con desayuno e IVA.
Bajo un caparazón de arquitectura comercial sin demasiado interés, se ha vestido por dentro el edificio con detalles a veces desacertados. El suelo, los aparadores, las escribanías...
En fin, el trámite de registro es corto y esto ahorra prolegómenos al tiempo de cobijarse de tanta cursilería en la habitación. Aquí el espacio es holgado, y las camas, cómodas, pero no tanto. El óleo que preside la habitación, ejem, mejor darle la vuelta. Un detalle chabacano: la televisión está suspendida de la pared, pero aún permanece debajo la mesilla-reposadero de la antigua. La ducha no funciona correctamente: debe de ser que el intercambiador no rinde; o cruje helada o abrasa. Y hay que acostumbrarse a un hilo de agua y a trepar por los bordes de una bañera a la antigua usanza.
Hay que concederle tiempo a las reparaciones, pues el hotel sufrió numerosos desperfectos. Un factor crucial para tranquilizar a la clientela en el uso de los servicios es el personal del hotel, que se ha vuelto especialmente amable y generoso en agasajar al huésped. Se nota en el servicio nocturno de cafetería, y en la recepción, donde se recomienda escoger por un precio apenas superior aquellas habitaciones que dan a los 12.000 metros cuadrados de jardín, en lugar de orientarse a la gasolinera. Y, ahora que es verano, a esparcirse por el complejo de piscinas que lo decoran y contribuyen a aumentar su prestigio.
El centro spa, lo más minimalista y atractivo del hotel, todavía permanece cerrado y sin fecha prevista de reapertura.
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