Berlusconeando
Dícese de las acciones cometidas por un primer ministro, que en pleno ataque de histeria de los mercados de deuda y con Grecia y Portugal a punto de tirar la toalla, se dedica a dar entrevistas poniendo de chupa de dómine a su ministro de Economía, y remata la faena afirmando que ese plan de ajuste financiero que acaba de ser aprobado en Consejo de Ministros es mejorable, demasiado impopular y será revisado en el Parlamento.
Hasta hace unos meses, era evidente que Silvio Berlusconi era un jefe de Gobierno del todo inadecuado para dirigir la séptima potencia del mundo. Desde ayer, queda meridianamente claro que no debería seguir ni un minuto más al frente de un país que perdió 3.600 millones de euros en los mercados de deuda, entre otras cosas por su mala cabeza.
El Berlusconi habitual, altamente irresponsable y siempre pensando más en sus negocios particulares que en la situación del país y de los 60 millones de italianos (como demuestra el hecho de que, mientras él ha ido aumentando su fortuna personal, la renta per cápita nacional está entre las que peor han evolucionado en los últimos 10 años, compartiendo el furgón de cola con países como Haití y Zimbabue), está inmerso en un declive personal y político evidente incluso para él mismo.
Il Cavaliere está tan aislado, tan débil y tan alejado de la realidad que, si todavía queda alguien que le quiera bien, debería animarle a irse a casa lo antes posible. Ya no son solo los continuos escándalos que asuelan a su entero sistema de poder (la Logia P4, el caso Ruby y ahora, para colmo, la vergonzosa norma salva Fininvest que él se empeñó en incluir en el ajuste para retirarla después ante el lógico clamor suscitado). Ni tampoco el creciente malestar de la Liga Norte tras las dos derrotas en las municipales y los referendos, que hace inviable una cohabitación razonable que lleve adelante las profundas reformas que necesita Italia.
El problema es que Berlusconi se ha convertido en un populista sin pueblo, y no hay nada más patético ni más dañino. En un momento en que Europa se juega su presente, tenerle al frente de Italia es la peor noticia posible. Ayer anunció que se va, que no se presentará a la reelección. O sea, que se queda hasta 2013.
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