Un pacto con futuro
El acuerdo entre CiU y PP para los presupuestos de 2011 abre un horizonte de colaboración
Convergència i Unió y el Partido Popular cerraron ayer en Cataluña un pacto de gran calado político que formalmente es un acuerdo para aprobar los presupuestos de 2011. A dos días de que se cumpla el primer aniversario de la masiva manifestación contra la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto, la realidad se ha encargado de mostrar la fragilidad de los grandes principios cuando se ponen al servicio de la aritmética parlamentaria. El Partido Popular, autor del recurso contra el texto estatutario y promotor de una campaña en la que utilizó toda la munición de tópicos anticatalanistas, va ahora del brazo de quienes defienden el derecho a decidir y un pacto fiscal similar al vasco o al navarro.
El actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, llegó a firmar ante notario, en septiembre de 2006, que nunca pactaría con este partido, algo de lo que ya se arrepintió en apenas el plazo de una legislatura. Arguyen los convergentes que no han encontrado predisposición para el acuerdo presupuestario con otras formaciones, como el PSC o Esquerra. Tampoco han hecho muchos esfuerzos para buscarlo porque tenían ante sí un camino trazado mucho más claro. Es más cómodo un acercamiento al PP, que sin apenas contrapartidas recupera su pulso político en Cataluña, en una operación que además allana el camino para el momento, probablemente muy próximo, en que los populares puedan exhibir una victoria en las elecciones generales. En eso sí que la CiU de Mas se parece como una gota de agua a la de Pujol: hay que primar para los pactos a quien gobierne o vaya a hacerlo en Madrid. El PP puede presentarse con esta política de pactos en todas direcciones (CiU en Cataluña, PSOE en el País Vasco, IU en Extremadura) como el partido vertebrador capaz de establecer alianzas con todos.
Y, en cambio, detrás del pacto hay poco más que una enorme voluntad de pacto. La presentación del acuerdo por parte de la líder popular catalana Alicia Sánchez Camacho fue un monumento a la vaguedad. Lo más vistoso es una mención de las célebres embajadas catalanas en el exterior, que hay que reducir, aunque nada se concrete ni enumere. Lo más concreto, una mención a la viabilidad de una serie de centros sanitarios y de enseñanza que queda sujeta a un impreciso estudio futuro. Los populares introducen su cuña política, obligando al Gobierno de Mas a presentar una ley de estabilidad presupuestaria, tal como recomienda el líder del PP, Mariano Rajoy.
CiU además cedió ayer los fuegos de artificio de la presentación del pacto al PP, que regresa por la puerta grande a la vida política catalana. Los populares han dejado su condición de apestados. Crecidos por los resultados de las municipales que les han dado -gracias a CiU- alcaldías como la de Badalona o parte del pastel de la Diputación de Barcelona, culmina así el sueño de los populares catalanes. El acuerdo entre PP y CiU, más allá de las cifras, abre horizontes de futuro en dirección a las Cortes Generales y al Gobierno.
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