María Mariño, un corte clásico para la moda gallega
Fue, quizás, la más discreta de los de su quinta. María Mariño López (Vigo, 1953) era una de las diseñadoras de la cuota femenina del grupo Galicia Moda en la segunda mitad de los ochenta. Aquel colectivo ecléctico e inclasificable que proyectó a toda España el trabajo de un buen puñado de modistos de la comunidad recibió a Mariño un poco más tarde que a María Moreira, Olga Ríos o Kina Fernández, y el nombre de todas estas trascendió a la larga más que el de su compañera.
María Mariño, fallecida el lunes a los 57 años, llevaba algo más de un año luchando contra un cáncer que encaró con aplomo, dedicada sobre todo a la familia, a su hija Ánxela Fernández (que ahora algunas fuentes apuntan como su sucesora en la firma de moda), a sus dos nietos y a su segundo marido, Alberto Martín.
Hacía todavía poco tiempo que, en los preámbulos de la crisis, había instalado una planta de producción para fabricar ella misma lo que diseñaba, en el nuevo polígono vigués del textil. Y también hacía apenas un par de años, cuando le diagnosticaron la enfermedad, había lanzado su línea juvenil, African Blue. Uno de los últimos desfiles en los que participó fue el Pontus Veteris de 2009, en el que presentó la colección otoño-invierno 2010. Era una de las pioneras de esta cita galaica y una de las asiduas a Luada, una pasarela ya desaparecida que forjó el concepto de moda gallega.
Mariño era obviamente más moderada a la hora de cortar un traje que el extravagante Gene Cabaleiro, el más posmoderno de los diseñadores que emergieron en Vigo de la misma energía cinética que la movida, bajo el paraguas de políticos que abanderaban la causa. En aquellos tiempos en los que aún estaba vigente la hombrera, y cuando la arruga bella de Adolfo Domínguez ya había traspasado el llamado "telón de grelos", María Mariño fue siempre fiel, en su atuendo y en las colecciones que sacó adelante sin tregua entre 1985 y 2010, al concepto más clásico del bien vestir. Sin embargo, era tolerante con los demás estilos y asumía casi como sinónimas las palabras "autenticidad" y "elegancia".
"Iba por libre", comenta un amigo suyo, "pero se llevaba bien con los otros porque era una de esas personas que transmiten alegría". Ella nunca tuvo escaparate en López de Neira, la rúa viguesa que fue bautizada como "calle de la moda", que aunaba a los gurús y enseguida se desinfló. Desde su local en otra parte de la ciudad, logró en cambio pasear sus creaciones en Gaudí, Cibeles y algunas pasarelas extranjeras, y colgó su ropa en establecimientos de bastantes países de Europa y Sudamérica. No iba para modista. Estudió medicina y filología germánica pero pasados los treinta descubrió su vocación. Y sobrevivió profesionalmente a muchos diseñadores más fulgurantes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.