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Crítica:ROCK | Foo Fighters
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El antidivo carismático

No fue oportunismo: la primera maqueta de Dave Grohl andaba ya circulando entre los enteradillos meses antes de que Kurt Cobain, su jefe en Nirvana, decidiera quitarse de la circulación. Puede que casi nadie confiara en la vigencia de un proyecto encabezado por el entonces batería, pero Grohl da el perfil ideal para ejercer de líder sin grandes neuras ni crisis megalómanas. Y el llenazo de anoche en el Palacio de los Deportes, con 15.000 personas que habían agotado el papel semanas atrás, demuestra la vigencia de una banda que se ha asentado en unos años de fugacidades.

Antes de interpretar Learn to fly, su quinta canción, Dave pidió disculpas por llevar casi una década sin comparecer por estos lares y avisó: "Llevamos 16 años y tenemos un montón de jodidas canciones. Tocaremos tantas como podamos". Apenas había transcurrido un cuarto de hora y el pabellón al completo ya se había entregado al tipo de la perilla y esa media melena de longitud calculada para cubrirse el rostro mientras puntea con su guitarra azul cobalto.

Los tres guitarristas provocan una abrumadora tormenta eléctrica

El de Ohio es un antidivo de libro. Ni guaperas ni manierista, un hombre de 42 años al que imaginaríamos llevándole regalos a sus sobrinitos y organizando torneos de béisbol en el barrio. Pero sobre las tablas se comporta como una bestia parda. Es carismático, divertido y capaz de gritar como un perfecto energúmeno, durante dos horas largas de adrenalina en vena, sin que la garganta se le resienta. Y no ha terminado de tocar Bridge burning, el primer tema, cuando ya anda correteando por la pasarela que conduce al centro del gallinero. "Quiero tocar en una banda de rocanrol que no use ni un puto ordenador. Es así de jodidamente sencillo", resume, a modo de leit motiv, justo antes de Dear Rosemary, uno de los varios temazos que se deslizan por su nuevo y rejuvenecedor álbum, Wasting light.

Los Foo Fighters son hoy un sexteto en el que el teclista tiene poco trabajo, pero los tres guitarristas, Grohl incluido, se encargan de provocar una abrumadora e ininterrumpida tormenta eléctrica. No necesitan mucho más, ni siquiera alardes escenográficos: todo se limita a media docena de platillos volantes que suben y descienden sobre las tablas con proyecciones básicas. La pasión radica en el rock desaforado, en las llamadas a quemar la noche y olvidar que hoy habrá que aguantarle al jefe su inefable gesto avinagrado. Por eso la multitud coreaba My hero como si fuera lo último que tuvieran que hacer sus cuerdas vocales de por vida.

No son los Foos unos caballeros de grandes sutilezas, pero saben suministrar los momentos de éxtasis: la paradinha central de Arlandria, el guitarrista que se lanza al público durante Stacked actors, el delirio colectivo con las emblemáticas Monkey wrench y Best of you. Hoy será día de agujetas en las axilas, porque la marea de brazos se mantuvo en alto durante todo el concierto.

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La avalancha de Foo Fighters difuminó las buenas sensaciones de sus teloneros, The Gaslight Anthem, de los que se habla mucho y bien; sobre todo desde que Bruce Springsteen, su distinguido paisano de Nueva Jersey, los apadrinó en Glastonbury. El cuarteto que encabeza Brian Fallon recuerda a Social Distortion o la E Street Band de espíritu más indómito. Habla de calles "donde llueve todos los martes" y "no puedes confiarle a nadie tus secretos", y coloca al fondo una gran lona negra con su nombre y una calavera. Con esa voz enfática y rugosa, Fallon acabará haciéndole sombra a Grohl. Pero anoche, desde luego, aún no.

Dave Grohl, durante el recital de los Foo Fighters.
Dave Grohl, durante el recital de los Foo Fighters.BERNARDO PÉREZ

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