_
_
_
_
Crónica:TENIS | Wimbledon
Crónica
Texto informativo con interpretación

El rey de la ruleta rusa

Nadal, el mejor de los desempates en lo que va de año, derrota a un brillante Del Potro

Bajo el bochorno del verano inglés, un pulso de voluntades. Cerebro contra cerebro, Rafael Nadal se enfrenta al argentino Juan Martín del Potro en un duelo lleno de resbalones, dolores, muecas y tiros. La batalla va dejando su sello en los tenistas. Queman los peloteos. Marcan los intercambios a los rivales con heridas que dejan cicatrices. El español se duele del pie izquierdo, que será sometido hoy a pruebas médicas. El argentino, de la cadera. Nada de eso les frena. Dan igual los gritos y las protestas. No importan los riesgos, las tremendas carreras, esos golpes que retumban como si llevaran dentro a los ejércitos de Atila. Pasan las horas y todo sigue en equilibrio. El juez de la contienda son dos desempates que Nadal gana (7-6, 3-6, 7-6 y 6-4) antes de cruzarse mañana en los cuartos de final con el estadounidense Mardy Fish.

El español sufre dolores en un pie y hoy lo someterá a pruebas médicas

"Ha sido muy duro", dijo Nadal tras 3h 52m de un tremendo partido que le vio parado en cuclillas, incapacitado casi para defenderse con su derecha cruzada, dolorido a cada apoyo. "Me sentí muy mal. Con el 6-5 del primer set, fue terrible. Creí que me había roto el pie. Me entraron ganas de llorar de dolor. No sabía si podría seguir", confesó.

Para cuando baja el telón la noche y su negritud ya hablaban en el encuentro. El pie, actor principal del partido, ya había callado tras cuchichear al campeón las bondades de la retirada. El público, un clamor, ya era silencio. Quedaban solo los números, algunos increíbles (el mallorquín sumó 61 golpes ganadores por 16 errores no forzados) y las pasiones convertidas en cifras. Nadie como Nadal para jugarse el destino en la ruleta rusa de los desempates. El número uno mundial es el mejor de los mejores en los tie-breaks de 2011. Se ha impuesto en el 73% de los afrontados por el 72% del británico Andy Murray, el 70% del suizo Roger Federer y el 55% del serbio Novak Djokovic.

Para llegar a ese punto, ayer sufrió una tortura. Todo empezó con el 6-6 de la primera manga. Nadal conversa con el fisioterapeuta. Le duele un pie. Sufre.

-Sentí algo agudo. Lo siento cuando hago fuerza.

-¿Sentías el dolor antes del partido?

-No. Esto es muy raro, muy doloroso.

-Es un sitio inusual. Lo vamos a vendar. A ver qué tal.

Los duques de Cambridge, Eduardo y Katherine, observan el tratamiento desde el palco real. Esto ven antes y después los nobles espectadores.

A Nadal, defendiendo su corona con un homenaje al césped. A la hierba lo que es de la hierba, parece decir. Su propuesta, construida desde el fondo, tiene mucho del librillo de los grandes campeones de la catedral del tenis. Subidas a la red. Voleas de diseño. Tiros cortados que doblan la voluntad de Del Potro igual que le van partiendo el espinazo.

El argentino, sin embargo, es tenista de una pieza. A los cambios de ritmo de Nadal opone el mazo de su derecha. A las opciones de break que se procura su adversario, un saque pleno de colocación y fuerza. Su tenis es un grito, un berrido, un gigante de puños cerrados en pos de la victoria. Al público le encanta. Pocos tenistas pueden discutir a Nadal el apoyo de la grada. Delpo es uno de ellos. Su juego, su fuerza y su deseo bien valen una entrada.

Del Potro compite regalando gestos. A un juez de línea le pide que se ponga gafas. Al juez de silla le protesta ("¡me mientes!") sus decisiones, desde que deje que atiendan a Nadal antes del desempate hasta que pida que se reanude el juego después de que él lo pierda: "¿Estamos en un partido a cinco sets, pasan dos segundos y ya cantás tiempo? Perfecto".

La boca, sin embargo, no interfiere en el juego. Del Potro es un tenista fiero, derrotado tras ceder solo un break. La medida de un Nadal dolorido, frenado en la movilidad y, aun así, capaz de discutir el encuentro con 13 aces y sin sentirse atenazado por la presión de jugar en realidad mucho más que un partido.

Nadal defiende el título, el número uno mundial y un sueño: por encima del pie maltrecho, volver a bailar en la cena de los campeones.

Nadal se toca la zona dolorida.
Nadal se toca la zona dolorida.FELIPE TRUEBA
Nadal, durante su duelo con Del Potro.
Nadal, durante su duelo con Del Potro.CLIVE BRUNSKILL (GETTY)

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_