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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Tenemos lo que nos merecemos

El movimiento 15-M nos ha pillado a todos por sorpresa. Hemos estado ciegos para ver lo que teníamos delante. Son muchas las encuestas y estudios de participación política y ciudadana que venían mostrando desde hace años una desafección política importante, una crítica descarnada a la clase política, un descontento con la gestión del patrimonio público y el modo en que las personas llegan a las cimas del poder político, un abstencionismo preocupante entre muchos jóvenes y no tan jóvenes, una ausencia agónica de participación política en partidos y sindicatos, una falta total de compromiso social con la cosa pública; es decir, una enorme desafección y alejamiento de todo cuanto acontece en la gestión de lo común, con un gran desprecio para quien se dedica a ello y convirtiendo a estas personas en objeto de su chanza y lapidación verbal y pública. Y la clase política, lejos de reflexionar, ha buscado estrategias de justificación pública, algunas rayando en lo ridículo.

El 15-M debería pasar de las acciones a las palabras, a la ideología, pasar a la transformación

Y todo ello bien condimentado con unos medios de comunicación que, lejos de hacer pedagogía de lo que debiera suponer el orgullo de representar a la ciudadanía en los órganos de participación política, se dedican con una banalidad pasmosa a desacreditar a todo aquel o aquella política que no le ríe las gracias, no le facilita la información que precisa, o sencillamente no les cae en gracia. Son cada vez más escasos los artículos de prensa que no mezclan las críticas a actuaciones, formas de pensar y gestionar de quienes se dedican a la cosa pública con juicios de valor a todas luces destinados a desacreditar su figura o persona. Y está llegando a ser difícil distinguir ya lo que podría ser la prensa seria, de la prensa amarilla. Pero es más, son muchos los debates parlamentarios de cierto nivel y contenido ideológico que la prensa podría recoger y, sin embargo, los centran en el anecdotario de la discusión bronca o de la frase mal dicha, que vende más.

Pero es cierto, igualmente, que la clase política no se ha quedado atrás, o por lo menos, muchos de sus representantes. Subirse al tren del populismo se ha convertido en un arma peligrosa; soltar frases lapidarias que sólo reverdecen sentimientos insolidarios alejados de la construcción de un Estado de Bienestar para el siglo XXI se ha convertido en muchos políticos de distinto signo en un arma arrojadiza contra quien gobierna, más preocupado en mantener el sistema público que en defenderse de los ataques de una clase política con poca idea de arrimar el hombro en tiempos difíciles. Presa de las encuestas electorales y sondeos varios, son muchos los y las políticas que acaban rebajando el nivel del debate político a un debate de gestión, en el que "y yo hago más", pongo más camas, abro más hospitales o tengo más niños matriculados, se convierte, una vez más, en objeto de chanza mediática, cerrando el círculo tan peligroso en el que nos hallamos sumergidos.

No nos llevemos a engaño: la inmensa mayoría de la ciudadanía, sigue ajena a movimientos sociales de cambio. Vendrán después, si el movimiento incipiente que parece que se avecina se consolida y ojalá lo haga, pero de verdad. Ojalá, para que no entremos en lo que Ulrich Beck denomina etapa sub-política según la cual se cuestiona la legitimidad de las principales instituciones políticas desde una perspectiva de la vida cotidiana. Me gustaría que el movimiento se transformara, que pasara de las acciones a las palabras, a la ideología, que buscara el camino de la transformación, y fuera un verdadero revulsivo para una política que necesita abrir las ventanas y airearse, pero no desde la desafección, sino desde la participación política, tomando el término en toda su nobleza. Desde el compromiso real y efectivo, que es el de ponerse a pensar en mejorar la democracia, utilizando las vías que nos hemos dado. Porque, aunque nuestra democracia es muy defectuosa, tiene canales para la búsqueda de la participación social, para ser reinventada una y otra vez. Eso sí, respetando siempre los principios fundamentales que la configuraron como el mejor de los sistemas políticos.

No hay otro modo, no existen apolíticos que hacen política, ni políticos que hacen apolítica, o se está o no se está. Si se está, entonces, arrimen el hombro, voten y configúrense como alternativa, o como movimiento social, de ésos que tocan las estructuras, pero dentro de la democracia real; y, si no se está, entonces se convertirán en un movimiento más, encaminado a desaparecer cuando sus líderes se aburran, cuando se burocraticen en exceso y se conviertan en otra cosa.

Teresa Laespada es parlamentaria vasca y Secretaria de Libertades Públicas y Derechos de Ciudadanía de la Ejecutiva del PSE-EE

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