La UE bloquea las ayudas a Grecia hasta que apruebe más medidas
El FMI exige que se ponga en marcha un segundo plan de rescate - El Eurogrupo aplaza a julio las negociaciones para alcanzar un acuerdo
El Fondo Monetario Internacional, tras siete largas horas de negociación con la UE, rechazó en la madrugada de ayer liberar los fondos de 12.000 millones de euros correspondientes a la ayuda a Grecia. Los ministros de Economía y Finanzas de la eurozona fracasaron en el intento de alcanzar un acuerdo para suministrar a Grecia el quinto tramo de las ayudas comprometidas en mayo de 2010 y que debían entregarse a finales de junio para evitar males mayores. El FMI exige como condición para dar luz verde a esos fondos (en su caso, 3.300 millones de los 12.000 en total) el compromiso de la eurozona de poner en marcha un segundo plan de rescate. A su vez, Alemania solo está dispuesta a participar en las ayudas si los bancos se comprometen a pagar parte de la factura, y si Atenas aprueba finalmente nuevas medidas de austeridad.
El segundo rescate oscilaría entre 118.000 y 123.000 millones de euros
El sistema en el que se trabaja es aplazar los vencimientos de los bonos
El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, explicó que las negociaciones para alcanzar un pacto se posponen hasta principios de julio, ya que la eurozona necesita tiempo para conocer la cuantía exacta de la aportación del sector privado en la reestructuración griega, de carácter voluntario tras el pacto entre la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy. Al mismo tiempo, Atenas debe cerrar su crisis política -con el voto de confianza al primer ministro Yorgos Papandreu- antes de abordar la votación sobre el plan de austeridad, que incluye privatizaciones, recortes de gasto y fuertes subidas de impuestos.
La falta de acuerdo condena a Grecia y al resto de países periféricos a una nueva jornada de tensión en los mercados financieros. El comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, anunció el jueves un acuerdo para este domingo con el objetivo de evitar una nueva semana difícil en lo relativo a la crisis fiscal europea.
La crisis de la deuda griega se agravó el pasado abril, cuando el FMI anunció su negativa a aportar su parte del quinto pago del rescate ante la previsión de que Atenas sea incapaz de atender sus compromisos en 2012. El Fondo exigió entonces como condición para seguir desembolsando dinero que los Estados de la zona euro hicieran más aportaciones. Así surgió la idea de un segundo plan para Grecia, que ayer se puso por primera vez sobre la mesa tras el acuerdo del pasado viernes entre Berlín y París.
Las cifras que se barajan ahora para este segundo rescate oscilan entre los 118.000 y los 123.000 millones, que incluyen nuevos fondos (20.000 millones), privatizaciones (28.000 millones), participación del sector privado en la reestructuración (25.000 o 30.000 millones) y el dinero no desembolsado del rescate inicial (45.000 millones).
La iniciativa ha resultado ser especialmente polémica en Alemania, el principal contribuyente con casi el 30% de las ayudas, que exige la participación de los bancos en la reestructuración de la deuda griega y ha desatado un nuevo incendio en los mercados en las últimas semanas. La contribución privada ha destapado las diferencias entre Berlín, partidario de una reestructuración ambiciosa y obligatoria, y el Banco Central Europeo (BCE), favorable a una solución voluntaria, más suave, que en ningún caso suponga nada parecido a un impago por parte de Grecia.
La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía, Elena Salgado, señaló a su entrada a la cumbre que "todavía hay diferencias entre la posición del BCE y algunos países". España, añadió, "está más cerca del BCE", que ha salido reforzado después de la reunión entre la canciller Angela Merkel y el presidente francés, Nicolas Sarkozy. No obstante, Salgado recordó que los principales propietarios de la deuda griega son los bancos franceses y alemanes, además del BCE, mientras que España concentra una cantidad mínima de deuda griega en los balances de sus entidades financieras.
El sistema sobre el que se está trabajando es el llamado acuerdo de Viena, que supone una prolongación voluntaria de los plazos de vencimiento de los bonos en manos de los bancos, al estilo de la que se pactó en la capital austriaca en 2009 para paliar los problemas fiscales de algunos países de Europa del Este.
En opinión de Salgado, esa opción tiene visos de ser aceptada por el elevado rendimiento que ofrecen ahora los bonos griegos, cuyos intereses han llegado a superar el 30% en los peores momentos de la crisis. La vicepresidenta precisó que como es una decisión voluntaria de la banca "no es razonable que afecte al 100% de las entidades afectadas, pero sí a un número significativo para que la medida tenga resultado". Es probable que al menos las entidades financieras nacionalizadas en Alemania participen en un mecanismo de reestructuración suave como el que plantea la eurozona, con una ampliación de plazos de siete años, según la propuesta de Berlín. Pero tanto el calendario como los fondos adicionales y los detalles de la reestructuración -fundamentales para que las agencias de calificación no anuncien otra rebaja de la nota griega hasta el nivel de impago, que podría desatar un ataque de pánico en los mercados- están en el alero.
La cumbre seguirá hoy aunque el objetivo de alcanzar un acuerdo para el próximo 11 de julio está en entredicho después del fracaso de anoche.
La contribución de los bancos, exigida por primera vez por Merkel y Sarkozy en octubre de 2010 en la llamada declaración de Deauville, ya provocó fuertes tensiones en la zona euro. Ese episodio acabó acelerando la crisis de Irlanda, que se vio obligada a pedir el rescate por parte de sus socios europeos y del FMI en noviembre.
Sin embargo, el compromiso de entonces fue que la participación privada -es decir, la contribución de los bancos- no sería efectiva hasta mediados de 2013, cuando está previsto que entre en vigor el Mecanismo Europeo de Estabilidad, que constituirá el fondo de rescate permanente de la eurozona.
La anticipación de la contribución de los bancos ha sido muy censurada por el incumplimiento del compromiso francoalemán, por los riesgos de desencadenar una crisis en todo el sistema financiero y por el miedo al contagio a otros países, en especial por el Banco Central Europeo.
Alemania endurece la presión sobre Grecia
Cumbre extraordinaria en Luxemburgo, y en Atenas debate extraordinario en el Parlamento griego que terminará con una moción de confianza para el primer ministro, Yorgos Papandreu, que acaba de renovar su Gobierno y pierde apoyo a marchas forzadas en la calle. Casi todo en la resolución de la crisis griega es extraordinario.
Solo una cosa se repite una y otra vez: el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, compareció en la tarde de ayer ante los periodistas para presionar a Grecia, que debe sacar adelante, en plena crisis política y social, un nuevo y draconiano plan de austeridad que suma 78.000 millones, e incluye recortes de gastos, subidas de impuestos y un ambicioso -y sobre todo polémico- programa de privatizaciones. "Depende de Grecia tomar las decisiones necesarias para que podamos estar seguros de que va a cumplir con sus compromisos", advirtió Schäuble, con Berlín siempre receloso del devenir de los acontecimientos en Atenas.
La nueva oleada de austeridad es imprescindible para liberar el quinto tramo del plan de ayuda a Grecia -y así permitir a Atenas pagar los vencimientos de la deuda en verano- y para activar las negociaciones de cara a un nuevo plan de rescate, que incluirá más dinero y la participación del sector privado en la reestructuración de la deuda.
El nuevo responsable de las Finanzas griegas, Evangelos Venizelos, tuvo ayer un complicado inicio ante sus homólogos europeos en el ducado luxemburgués. Se estrenó ante la prensa con un ejercicio de voluntarismo: "Podemos lograr nuestros objetivos si Grecia persevera en los esfuerzos y gracias a la ayuda de los socios europeos".
Con una deuda equivalente al 150% de su PIB, un paro del 15,9% y una economía que no levanta cabeza, Atenas necesita imperativamente ese segundo rescate.
Para ello, la primera condición es que Grecia cierre su crisis política y apruebe las nuevas medidas de austeridad a pesar de la oposición de la ciudadanía. Que crece día a día: la mitad de los griegos se opone a nuevos recortes de sueldo y del gasto y a los aumentos de impuestos que exigen Europa y el FMI, y además el 47% quiere elecciones anticipadas, según una encuesta de Kapa Research.
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