Boca llena
La necesidad de que la democracia no se convierta en un sistema esclerotizado tiene que enfrentarse, en primer lugar, contra los que se apropian la denominación de pueblo, ciudadanía o juventud. Su falsa superioridad suena similar a si en aras de la igualdad de sexos alguien quisiera pasar la noche con George Clooney por decreto. Al error de concentrarse frente a la casa del alcalde de Madrid, se ha sumado el bloqueo del Parlament catalán. Que un alcalde pasee al perro por las calles de su barrio o un político elegido en las urnas acuda a su lugar de trabajo son símbolos fundamentales. Quebrarlos es ensuciar cualquier buena razón.
Sucede con el quebrantamiento de las páginas en Internet o con la apropiada máscara de justicieros que se arrogan algunos. Hace bien el movimiento del 15-M en desvincularse de estas acciones. Ojalá no les pase como a las manifestaciones estudiantiles de nuestro COU, que jamás pudieron desligarse de la fotografía de un tipo rompiendo farolas con sus muletas. También a ellos los anula el estúpido nombre de indignados, que han de sacudirse de encima antes de que, como la gaseosa abierta a destiempo, pierda el gas. La calidad democrática, esa que se afirma defender, es exactamente lo contrario de la negación de los derechos de existencia y réplica de los contrarios. Lo hemos visto en los peores ayuntamientos del país, en lugares muy distantes, donde la actitud de soberbia sobre los rivales derrotados señalaba una carencia que desde niños nos resulta odiosa, la de no saber ganar.
El lugar de discusión está más en las propuestas del discurso de investidura de la presidenta Esperanza Aguirre. Sus recetas liberales para mejorar la democracia incluyen las listas abiertas. Habrá que ver si se trata de un globo sonda. También el Parlamento Europeo quiere reformar el modo de votación para lograr una representación más directa. El gobierno de Madrid puede aprender de los italianos, tan vapuleados a costa de los excesos de sus políticos, pero que esta semana han sometido a referéndum detalles tan fundamentales como la estrategia energética o la privatización del agua. Aquí la democracia llena la boca de todos para hacer frases y lemas, pero no está invitada en decisiones así de fundamentales.
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