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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Barberá, Camps y los psicotrópicos

Dice doña Rita que desde su balcón consistorial puede ver la marihuana que cultivan los indignados del 15-M. Se ve que entiende. Al parecer, son tan fuertes los efluvios de los presuntos cultivos de hierba de los acampados que alteran la percepción sensorial de la señora alcaldesa. Esto explicaría muchas cosas. Por ejemplo, que su capacidad de discernir ande toda alborotada y empiece a ver conjuras masóni-cas entre los miembros del movimiento, a la par que el colocón la deja ciega para percatarse de la montaña corrupta de políticos que pululan por la Comunidad Valenciana. Será que el olor de la maría anula el pestazo que emana de sus colegas imputados.

Otro que anda iluminado por alguna suerte de psicotrópico es el presidente Camps. En un acto en el que se dirigió jocosamente a un grupo de simpatizantes en el club náutico de Gandía -no se me ocurre escenario más apropiado para tan prestigioso público y actor- desarrolló sus habilidades humorísticas con una serie de chistes que pasarán a la historia del humor (negro-negrísimo). Ignoro si iba fumao o perjudicado por las mismas emanaciones que padece la alcaldesa. A lo mejor, únicamente hacía caso del consejo de su jefe, ¡Viva el vino!, y se le soltó la lengua. Sublime estuvo denostando al 15-M mientras se ponía a sí mismo como ejemplo de ejercicio de democracia real. Narrando su periplo heroico reclamando libertad durante la transición y proponiendo una placa para los héroes de la democracia y de la resistencia valenciana que han sobrevivido al Gobierno socialista. Un cachondo el hombre. Con jeta de cemento pero bien trajeado, como le gusta verlo a su auditorio.

Pero si es cierto lo que dice Camps, y él fue uno de los precursores de esta democracia, entonces ya sabemos por qué nos ha salido tan chunga. El president ya debía sufrir de lagunas de consciencia, y de conciencia, que no le permitían discernir claramente entre el régimen anterior y la democracia que el pueblo reclamaba. Como ahora. ¡Ay, don Francisco, que me mata de la risa! No sea egoísta y pásenos algo de lo suyo. A ver si conseguimos ver la realidad tan distorsionada como usted y nos quedamos más conformaditos.

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