200 víctimas del robo de bebés en los años 60 y 70 se reúnen en Catarroja
"Creemos que esta zona fue puerta de salida de niños a muchos sitios"
El centro de cultura de Catarroja (Valencia) acogió ayer un encuentro de afectados por el robo de bebés en las décadas de 1960 y 1970. Unos 200 ciudadanos de Aragón, Murcia y la Comunidad Valenciana se reunieron en el salón de actos del centro toda la mañana para exponer sus casos, marcar coincidencias y así tirar del hilo, armar y cimentar sus sospechas. Muchos de ellos se sometieron, además, a una prueba de ADN.
"Creemos que Valencia y alrededores fue una especie de puerta de salida a otros sitios", opinaba ayer María Ángeles De la Fuente, una de las portavoces y afectadas de los niños robados. Son solo sospechas, suposiciones, pero la gran cantidad de casos que ya han registrado, 56 entre las tres comunidades, 25 en la ciudad de Valencia, les envalentona. "Es que ahora", apuntaba María Ángeles, "nos informan de unos seis o siete casos nuevos al día".
El laboratorio Genómica SAU tomó ayer más de 100 muestras de ADN
Entre los testimonios aportados ayer y los que ya se conocían de estos últimos meses, la pérdida del bebé, aunque matizable, sigue un patrón: La madre daba a luz en una clínica o un hospital, la comadrona, monja o asistente se lo llevaba y, al rato, volvía diciendo que había muerto. Muchas veces, los padres no volvían a ver al bebé, ni siquiera antes de enterrarlo. El hospital o la clínica se ocupaba de todo y los afectados tan solo podían observar y creerse la información que recibían.
"Muchos de los bebés murieron, desgraciadamente", apuntaba ayer Inés Madrigal, otra de las portavoces. Es decir, que muchas de las familias que hoy dudan de lo que dijo el médico pueden encontrarse con la misma verdad del principio al final del camino. De todas formas, Madrigal anima a los que tienen dudas a "denunciar" el caso a la fiscalía. Es la manera, explicó, de que se investigue todo, de conseguir la información que tanto tiempo cuesta a los particulares. La fiscalía investiga actualmente en torno a 30 casos de niños robados en Valencia, aunque en los últimos días se han formulado nuevas denuncias.En abril de 1970, Maria de la Sierra Salcedo dio a luz un niño en el Hospital General de Valencia. Como nació antes de hora, los médicos decidieron ingresarlo en el área de nidos (incubadoras) del viejo hospital Sanjurjo, hoy Doctor Peset. "Yo no lo ví", cuenta María, "se lo llevaron y no te dejaban acercarte". A los tres días el niño mejoró. Había ganado 300 gramos y el médico accedió a que se fueran a casa. "Teníamos 20 años", recuerda, "éramos padres novatos". Sea como fuere, María y su marido se asustaron porque el niño no engordaba al ritmo que esperaban y volvieron a los nidos del Sanjurjo. Siete días después les llamaron para comunicarles que había muerto. "Claro, al principio no dudas, ¿cómo vas a dudar? pero luego...". Luego, controlada la emoción, se percataron de que las piezas no encajaban. "Al año de todo esto la policía vino a casa a hacer preguntas. Se ve que estaban investigando. 21 años después, vinieron a buscarlo para la mili", recuerda María. Y con los años crecieron las dudas y señalaron varias coincidencias con otros casos, detalles que ayer se repetían por la sala.
María Luisa narraba, por ejemplo, la historia de su hermana Concha, que tuvo a su hijo en la clínica La Alameda de Valencia. "Nació en 1969. Nada más salir, se lo llevaron al centro de prematuros porque decían que tenía problemas de corazón y cinco horas después nos dijeron que estaba muerto". María, que escuchaba, explicó que a ella le ocurrió algo parecido, que fue a parir a La Alameda en 1971, y que a las pocas horas de dar a luz le dijeron que había muerto de disnea. El caso de la familia Ramírez también resulta extraño. Fueron al hospital La Fe a tener su hijo. "Era 1978 y el ginecólogo había dicho que iba de gemelos, que notaba dos corazones". A la hora de la verdad, solo salió uno, eso dijeron los médicos. "Nos contaron que lo otro no era un niño, sino una bolsa de porquería". "Siempre sospechamos", cuentan, "desde el principio".
Se repiten detalles. Si el bebé moría, los padres no podían verlo. Si les dejaban verlo, como a Maria de la Sierra, se lo enseñaban oculto entre algodones: "Casi no se le veía la carita, ni nos dejaron tocarlo", recuerda. Además, las clínicas u hospitales se adueñaban del entierro y no facilitaban documentos. Pero la gente, entonces, no decía nada. Ahora se dan cuenta de que algunos médicos eran los mismos, algunos hospitales también. Así, la mayoría de los que acudieron ayer a Catarroja pasaron por la prueba de ADN del laboratorio Genómica SAU de Madrid, especialista en este asunto. Unos 110 dieron su saliva con la esperanza de que sus familiares ocultos tengan la misma idea.
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