Lo quiero todo y lo quiero ahora
A la espera de Pulp, James Blake, M. Ward y The National fueron ayer la cara del Primavera Sound - Por infantiles, la cruz fueron Salem y Das Racist
Nada más empezar el nuevo disco de Gang Gang Dance, una voz metálica entre grave y guasona, exclama: "Este es el tiempo de todo". Lo que sigue es una delirante suma de afluentes musicales que desembocan en un río que muere en el mar del pastiche. Vaya por delante que la banda neoyorquina, que actuará hoy en el San Miguel Primavera Sound, es una de esas agrupaciones adoradas por la crítica a las que se supone la capacidad para definir el momento. La sentencia de Gang Gang Dance sonó a premonición tras dos jornadas del festival. La segunda trascurrió ayer sin incidencias y en el terreno de las plusmarcas (de asistencia, de superficie; más lejos, más rápido, más fuerte, parece ser el olímpico lema de la cita). Abundan las nuevas bandas aquí convocadas que apuestan por mucho abarcar a riesgo de nada apretar. Lo que no deja de ser un modo un tanto infantil de enfrentarse al hecho artístico. Lo quieren todo y lo quieren ya.
La inconcreción marcó el recital de Ariel Pink's Haunted Graffiti
De niñería sin duda se pudo calificar en las primeras horas del viernes la propuesta de Salem, una de las bandas más esperadas del día. Se trata de un trío de electrónica (glitch house, dicen) compuesto por amateurs llegados de la parte baja de la rueda de la fortuna cuya reputación se sustenta en hacer una música muy desgraciada y narcótica con muy pocos elementos y muy lentamente presentados. Los chicos, incapaces de mirar más allá de la punta de la nariz, parecían ignorar las más sencillas máximas del entretenimiento (léase con voz de Elvis): la primera va por el dinero, la segunda, por el espectáculo.
Esa preadolescente manera de encarar las responsabilidades va más allá de la inexperiencia; es toda una elección estética que propugna la abolición de los géneros. Y parece emparentar a muchas de las bandas que llenan el cartel. Por emplear un símil generacional y cinematográfico, se comportan como aquel chico que se convertía en hombre (Tom Hanks en Big) por arte de un fútil hechizo.
El recital anoche de Ariel Pink's Haunted Graffiti también estuvo marcado por la inconcreción de la permanente mezcla psicodélica. Y si Das Racist no trascendieron de la broma de patio de colegio sobre las convenciones del rap en la jornada inaugural, el célebre Dj Girl Talk armó una sesión que parecía una metáfora de la clase de déficits de atención que acarrea la revolución tecnológica y la vida vivida a través de la pantalla de un teléfono inteligente. Ahora un éxito de heavy, ahora un himno hip-hop, ahora una irrelevante canción de los ochenta... Y todo a intervalos cortos, mezclado con ansiedad.
Pese a que su edad (23 años) y circunstancias (el éxito más fulminante que se recuerda en la poderosa industria de la música británica) hacían prever otra celebración inexperiencia, James Blake pasó ayer con sobresaliente su examen ante la exigente audiencia del Primavera. Una muchedumbre (predominantemente inglesa) abarrotó un espacio al borde del mar que se quedó pequeño. Repasó los temas de su debú con sorprendente solvencia y en un formato de trío. Todo hace pensar que Blake sobrevivirá a su reputación.
El recital de Blake, del cantautor folk M. Ward y de los eficaces The National, una banda que se viste (de negro) por los pies y actuó ante una verdadera multitud, aliviaron la espera ayer ante el gran advenimiento de Pulp, banda británica de pop que marcó la adolescencia de casi todos aquí. Ofrecían de madrugada el primer concierto de su gira de reunión tras casi una década en el limbo de los Bartlebys del rock. Podrían haber seguido su camino, pero prefirieron no hacerlo. Anoche continuaron entre los fans las elucubraciones y los anhelos en torno a un repertorio que se ha mantenido como un secreto de Estado en los últimos meses. Y ya se sabe, los fans son en ocasiones como los niños: lo quieren todo y lo quieren ahora.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.