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Columna
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La tribu del megáfono

Debajo de las jaimas que tiñen de azul la Puerta de Sol aún debe de haber gente. Soltv.tv daba testimonio de que no nos moverán, y lo cierto es que el campamento resiste, con la fuerza de lo simbólico, en una sociedad donde los símbolos funcionan mejor que las ideas. Un inconveniente de la anarquía es que, a pesar de todo, exige normas. El caos no se improvisa. Si se quiere desorganizar, hay que organizarse. Desde el inicio del movimiento 15-M se hacen más asambleas en Sol que reuniones en un ministerio. Y florecen las comisiones: de limpieza, de infraestructuras, de coordinación, de comunicación... El martes supimos que se había propuesto una comisión de espiritualidad, y que la comisión de asambleas, informó EL PAÍS, había hecho una asamblea.

Todas las revoluciones, tarde o temprano, reproducen esquemas de autoridad. Mantienen los arcaicos fundamentos de la tribu: que las personas se muevan por fines comunes. En esto, la izquierda Peter Pan que acampa en Sol se comporta exactamente igual que los políticos. No comprende el sentido de las sociedades vastas, indescifrables, que prosperan en el mercado libre: en ellas las personas ya no tienen fines comunes (afortunadamente), pero sí tienen (y necesitan) reglas comunes. Crear normas para la convivencia y no para la obediencia, esa fue la revolución que nos sacó de las sociedades feudales, la única que mereció la pena, la que está constantemente amenazada por movimientos involucionistas, disfrazados de revolución.

El 15-M detesta el mercado libre. Pero el mercado es un fenómeno multiforme, fecundo e imparable. En la plaza, más allá del atronador sonido del megáfono que pasa el día impartiendo directrices, convocando asambleas o dictando ordenanzas de limpieza, se esconde el icono del capitalismo contemporáneo: las redes sociales, habilitadas por grandes multinacionales. La mejor demostración de que el capitalismo sirve a la libertad es que los movimientos que lo combaten hacen un uso de él casi obsesivo. Recurrir al enemigo para organizar la lucha prefigura una derrota conceptual. Hay más símbolos: el campamento asemeja una enorme plantación de tiendas de la marca Quechua, otra multinacional. Hay más logos de Quechua que retratos del Ché. Por otro lado, el 15-M exige nacionalizarlo todo pero nunca menciona las redes sociales. ¿Por qué será? Se supone que en manos del Ministerio del Interior estarían mejor que en poder de empresas neoliberales... ¿o no?

Por último, esta es la sociedad del espectáculo: el movimiento 15-M se ha beneficiado de los medios y ahora los medios serán su tumba. Uno de los efectos característicos de la modernidad globalizada es que falsea la percepción del tiempo. No sabemos qué cosas sirven a la memoria y qué cosas se dirigen al pozo del olvido. A veces imaginas que estás haciendo historia, pero resulta que sólo das relleno al periódico del día.

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