El doctor Marañón, hombre de ciencias, letras y artes
Gregorio Marañón forma parte de ese grupo de escogidos científicos conocidos por el gran público y que perteneció a la generación del 14 liderada por Ortega y constituida por hombres no sólo dedicados a las letras sino también a la ciencia. Una generación preocupada por impulsar la reforma educativa y científica que contribuyese a la modernización de España y su integración en el ámbito europeo. Antonio López Vega, director de la Fundación Gregorio Marañón, tras publicar tres libros sobre el ilustre médico y organizar el año pasado junto a su maestro Juan Pablo Fusi una exposición reivindicando su figura, nos presenta una biografía de Marañón muy completa en la que incide en su labor como científico, humanista y político liberal. Actualiza las biografías publicadas sobre el doctor, como la pionera de Laín Entralgo, utilizando de forma muy hábil la amplia correspondencia con intelectuales, artistas y políticos de la Edad de Plata como Galdós, Unamuno, Ortega, Zuloaga o Indalecio Prieto, entre otros. El prestigio de Marañón se cimentó en su carrera como médico que le proporcionó fama nacional e internacional desde muy joven, cuando amplió estudios en el laboratorio de Paul Ehrlich, considerado como el fundador de la moderna inmunología. En Alemania se ratificó en la idea de que España necesitaba civilidad, ciencia y razón. En 1913 fundó el pabellón de Enfermedades Infecciosas en el Hospital General de Madrid (hoy Museo Nacional Reina Sofía) y en 1931 el Instituto de Patología Médica. Después de la Guerra Civil presidió los institutos de Endocrinología Experimental y de Investigaciones Biológicas. El ejercicio de la profesión fue acompañado de numerosas publicaciones dedicadas principalmente a la endocrinología. También fueron muy leídos y polémicos los trabajos sobre sexualidad en los que se detiene en la educación sexual de las mujeres para minimizar los riesgos de una maternidad no deseada y eludiendo los partos consecutivos desde el inicio de la vida fértil. Sostuvo que la mujer antes de adquirir los derechos reivindicados por las feministas debía ser dueña de su sexualidad y, sobre todo, de su maternidad, y recibir instrucción. Como se percibe en su Manual de diagnóstico etiológico (1943), obra en la que aprendieron medicina numerosas generaciones, Marañón fue un médico humanista que se centraba en escuchar al enfermo. Es decir, apostó por una medicina integral e individualizada y no meramente estadística y analítica. Lo que le dio a conocer al gran público fue su viaje a Las Hurdes en compañía de Alfonso XIII en 1922, una región abandonada por los políticos, incomunicada, pobrísima y pasto de enfermedades como el bocio y el cretinismo. Sensibilizó a la opinión pública de que el problema de Las Hurdes era un problema sanitario. Esta notoriedad le hizo saltar al ruedo político en momentos muy difíciles. Se opuso a la dictadura de Primo de Rivera por lo que fue encarcelado. Encabezó, junto a Ortega, la Agrupación al Servicio de la República y defendió que el cometido de la República era educativo y científico y los intelectuales debían intervenir activamente en la vida pública para combatir la inmadurez política del español. Se decepcionó por el rumbo que tomaba el nuevo régimen y se apartó de la política en 1932. Durante la Guerra Civil optó por exiliarse en París. Su convencimiento de que la República evolucionaba hacia el comunismo y que la dictadura sería pasajera le condujo a apoyar a Franco.
Gregorio Marañón. Radiografía de un liberal
Antonio López Vega
Prólogo de Juan Pablo Fusi
Taurus. Madrid, 2011
552 páginas, índice onomástico
y álbum de fotos. 21 euros
Fue una figura utilizada por el franquismo para lavar su imagen internacional, pero un liberal con pasado republicano no encajaba en el régimen. Todo un desafío fue la publicación de sus Ensayos liberales (1947), en los que mantiene que el liberalismo implica estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo y "no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin". También criticó la identificación de España con lo católico y con Castilla. En definitiva, estuvo a favor de la reconciliación nacional durante el franquismo y de la causa monárquica como única institución, que por su tradición histórica era capaz de dotar de la estabilidad necesaria al país en su tránsito hacia un régimen democrático y liberal. Durante el franquismo, señala Fusi en el prólogo, "viviría el liberalismo como una conducta, como el ejercicio, en todo caso, de sentimientos enaltecedores como la comprensión, la generosidad y la tolerancia". Marañón también fue un científico apasionado por el arte y las letras. Galdós le introdujo en su pasión por Toledo y El Greco, y, en general, por el arte. Su perfil como humanista se desarrolló en sus ensayos biográficos basados en el análisis fisiopatológico del personaje. Este el caso de sus trabajos sobre Enrique IV de Castilla, el conde duque de Olivares o la leyenda de Don Juan. Su teoría de donjuanismo levantó ampollas: combatía la tesis de Don Juan como arquetipo de virilidad y sostenía que su débil masculinidad no podía atraer a "ninguna mujer normal, dueña de su cerebro y de su sexo". A Marañón no le gustaba Don Juan, hombre popular, con notoriedad pública y prestigio sin trabajo. Durante el franquismo también publicó una serie de estudios tendentes a recuperar el pasado liberal de España. Así es como emprendió su reivindicación del XVIII o acarició la idea de escribir la historia de las emigraciones y destierros políticos en España. Esta, que abarcaría desde la época de las Comunidades de Castilla a los exiliados de la Guerra Civil, pasando por la expulsión de los judíos, moriscos y jesuitas o el exilio de liberales, realistas o afrancesados, no la llegó a escribir pero sí que publicó libros sobre algunos de sus protagonistas. Sirvan de ejemplo sus magníficas monografías sobre Luis Vives y Antonio Pérez. El doctor Marañón, en definitiva y como comentó en una ocasión Ramón y Cajal, tuvo "una fiebre de actividad supraintensiva, polivalente y fecundísima" durante toda su vida y prueba de ello son sus 125 libros, unos 1.800 artículos y cerca de 250 prólogos que escribió gracias a la inestimable ayuda de su mujer, Lola Moya.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.