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Las consecuencias del 22-M
Columna
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Cómo salir de la derrota

La contundente derrota de los socialistas en las elecciones del pasado domingo tiene un lado positivo: les obliga a hacer cambios en profundidad. No valen medias tintas, ni arreglos cosméticos.

Si los socialistas andaluces hubieran retenido alguna de las ocho capitales, hoy estaríamos escuchando un rosario de justificaciones que impedirían el necesario proceso de regeneración interna.

A los hechos me remito. El PSOE ha sufrido una estrepitosa derrota en la capital de la comunidad, Sevilla. A pesar de contar con un buen candidato, el PP le dobla prácticamente en concejales y obtiene una holgada mayoría absoluta. Pues bien, el presidente del PSOE provincial, Fernando Rodríguez Villalobos, dijo el lunes que los socialistas sevillanos, al menos, han "salvado los muebles" porque en el cómputo provincial superan al PP por menos de dos puntos.

El PSOE cometería otro gravísimo error si, además de lecturas tan simplistas, responsabiliza de la derrota, exclusivamente, a la crisis financiera mundial.

En su primera reacción la noche del domingo, el presidente José Griñán culpó básicamente a la crisis y al paro de la pérdida de casi un cuarto de millón de votos desde las elecciones de 2007. Al día siguiente, fue mucho más autocrítico. Reconoció que sería "una ceguera política no ver que el pueblo ha emitido un voto de castigo al PSOE".

Es cierto que la derrota, en España y en Andalucía, se explica en parte por las medidas tomadas por el presidente Zapatero para hacer frente a la crisis. Pero eso no es todo.

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Al PSOE lo han abandonado muchos de sus propios militantes. En las filas del partido cundía el desánimo. Desde hace años, las otrora dinámicas agrupaciones socialistas dormitaban. En vez de mantener la tensión ideológica en el barrio, sus responsables andaban enredados en cuitas internas. El ejemplo de Sevilla es paradigmático: al día siguiente de que Alfredo Sánchez Monteseirin conquistara por tercera vez la alcaldía en 2007, el aparato sevillano, con su secretario general a la cabeza, José Antonio Viera, comenzó a hacerle la vida imposible. Algo parecido sucedió entre el aparato gaditano y la alcaldesa de Jerez y candidata a la reelección, Pilar Sánchez. Consecuencia: dos mayorías absolutas regaladas al PP.

El portazo del histórico Luis Pizarro fue un bombazo en vísperas electorales. Por si faltaba poco, se destapó un foco corrupto entre quienes manejaban los fondos de los prejubilados, los famosos ERE, que debería haber sido detectado hace muchos, muchos años.

Con una sincera autocritica, los dirigentes socialistas encontrarán más razones del alejamiento de su electorado y podrán rectificar errores ante las elecciones autonómicas del próximo año.

Hay tiempo suficiente para recuperar el terreno perdido. Al contrario que en el escenario nacional, Andalucía ya tiene su candidato, un buen candidato además, a la presidencia de la Junta. Griñán es un dirigente con experiencia, pero atento a las nuevas corrientes del pensamiento político.

Si quiere ganar, necesita volver a contactar con las bases de la izquierda. Con las propias y con esos miles y miles de jóvenes (10.000 en Sevilla, 7.000 en Málaga, y otros tantos en el resto de las capitales) que ocuparon las plazas andaluzas para pedir más política. Pero otra política.

Una política en la que las decisiones difíciles se expliquen adecuadamente. Una política que penalice más a los que provocaron la crisis: los especuladores financieros. Una política a pie de calle y lejos de los despachos. Una política que recupere el alma solidaria que desde hace 132 años alienta al PSOE. Para hacer política de derechas, ya está el PP.

Una política, en definitiva, y unos políticos, que se ocupen más de resolver los problemas de todos antes que de guardar los muebles propios.

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