Obama se une a los irlandeses en el esfuerzo para remontar la crisis
El presidente cita el plan de paz del Ulster como modelo para Oriente Próximo
Aclamado por una multitud que vivió su visita como una gran fiesta nacional, Barack Obama envió un mensaje de optimismo a los irlandeses, y de paso a otros muchos europeos en situación similar, de que "con sacrificio y responsabilidad", serán capaces de remontar las difíciles condiciones económicas actuales, igual que en el pasado fueron capaces de vencer desafíos aún mayores. Hacía tiempo que su célebre eslogan, "Yes, we can!", no era coreado con tanto entusiasmo, esta vez en gaélico: "Feidir Linn!".
Miles de irlandeses concentrados frente al College Green y esparcidos por otras calles y plazas del centro de Dublín, en una impresionante demostración de simpatía hacia el presidente norteamericano, escucharon como un maná las palabras de Obama que, previamente, en una reunión con el primer ministro, Enda Kenny, prometió que Estados Unidos "hará todo lo que pueda para ayudarles a emprender el camino de la recuperación" económica.
Una multitud aclama en Dublín al mandatario al grito de "Yes, we can!"
Irlanda ha sufrido de manera particularmente aguda los efectos de la crisis. Es uno de los tres países que tuvieron que ser rescatados por la Unión Europea y, por tanto, un símbolo de las consecuencias dramáticas que la última gran depresión ha dejado en este continente. No podía Obama desaprovechar la oportunidad, en esta primera etapa de su gira europea, de lanzar un grito de aliento para todos aquellos que han perdido la esperanza o están a punto de hacerlo.
"Nosotros, irlandeses y norteamericanos, nunca hemos dejado de imaginar un futuro mejor, incluso en tiempos muy difíciles", aseguró el presidente a un pueblo que, a lo largo de todo el día, celebró su visita como un gesto que, además de confirmar los lazos históricos y emocionales que unen a Irlanda y EE UU, puede ayudar a este país a emprender su recuperación. "La economía necesita un empujón, la gente necesita un empujón, esto puede ser ese empujón", dijo una de las personas que le recibió en la pequeña localidad de Moneygall, de donde procede la familia de su madre.
"Hoy soy más irlandés que nadie", declaró Obama a la multitud, en una adaptación de la frase que un ilustre norteamericano de origen irlandés, John Kennedy, pronunció hace más de 50 años en Berlín, una ciudad que entonces no hacía frente a problemas económicos sino a las penurias de la guerra fría.
Los problemas económicos de Irlanda, y de otros países de Europa, no se solucionarán, por supuesto, con la visita del presidente norteamericano. Pero la unidad de propósitos y de voluntades a ambos lados del Atlántico para retomar el camino del crecimiento puede ser decisiva para conseguirlo en una economía globalizada. Aunque los problemas de seguridad internacional parecen esta vez prioritarios en la agenda, Obama abordará de nuevo ese asunto mañana en Reino Unido, adonde voló anoche para no verse afectado por las cenizas del volcán islandés, y el jueves en la reunión del G-8 en Deauville (Francia). La gira concluirá el fin de semana en Polonia.
El presidente utilizó el símbolo de Irlanda no solo para aludir a la crisis económica, sino también a las dificultades para conseguir la paz en conflictos largos y difíciles, como el de Oriente Próximo. Obama elogió el esfuerzo de reconciliación hecho en el Ulster y mencionó la reciente visita de la reina Isabel II a la República de Irlanda como una prueba del enorme camino recorrido desde que la violencia entre las comunidades católica y protestante ensangrentaba las calles de Belfast. Obama aprovechó para recordar la exitosa mediación de uno de sus antecesores, Bill Clinton, en el Ulster, y aseguró que la negociación pacífica que se desarrolló allí "inspira al mundo entero sobre la necesidad de mirar más allá de las cicatrices y la desconfianza". El propio Obama trata en estos momentos de reactivar el diálogo entre palestinos e israelíes.
Irlanda quizá no sea un buen ejemplo sobre el ánimo con el que Europa recibe a Obama. Otros países del continente tienen hacía él una actitud más escéptica que la de esta nación cuyo primer presidente, Eamon de Valera, nació en Nueva York. EE UU está unido a la independencia de Irlanda tanto como ésta lo está a la construcción de EE UU. No existe nada similar en otro lugar del mundo. Pero, salvada esa particularidad, la etapa irlandesa sí es demostración del ánimo que trae Obama a Europa, el de transmitir que la crisis es un problema común, originado de hecho en Wall Street e imposible de resolver eficazmente sin una acción común.
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